martes, 17 de julio de 2018

Nos alienta la propuesta anticapitalista en momentos de un foro de izquierda latinoamericana que impone como emancipador al progresismo.

Crisis económica, feminismo y lucha popular: algunas claves para repensar la pelea contra el macrismo y por el cambio social


10 de julio de 2018

P  Por Sergio Zeta

(...)La política se para de cabeza y la “unidad” popular cambia de protagonistas

La oportunidad y necesidad obliga a repensarnos como izquierdas. Habrá quien suponga que esbozar críticas a organizaciones populares en estos momentos de ofensiva capitalista puede hacerle el juego a la derecha. Pero la urgencia por poner en pié una alternativa popular nos obliga a miradas autocríticas y debates sinceros, como merecen izquierdas que -en manos de la juventud del pueblo trabajador- son la única esperanza de una humanidad desquiciada.
Una primera mirada sobre nosotrxs mismxs constata que gran parte de las izquierdas no resultaron indemnes a la “normalización” de la política que trocó el protagonismo popular por el de los aparatos políticos tradicionales. La búsqueda de la imprescindible unidad cambió de actores, los intentos de articulación del pueblo trabajador -con sus múltiples componentes y organizaciones- derivó en la búsqueda de algún partido o aparato con quien aliarse. Ya no se buscó politizar la lucha social sino construir en el terreno que el sistema delega a lo político, el reino excluyente de los partidos y las instituciones.
No sorprende entonces que los “Cayetanos” (Movimiento Evita, Barrios de Pié, Corriente Clasista y Combativa) junto a otros movimientos supongan que ser aceptados por el triunvirato burocrático cegetista sea un paso hacia la “unidad de los trabajadores”, con una mirada incapaz de ver más allá de los aparatos e instituciones. Con similar lógica, estas mismas organizaciones junto al degenarismo y otras que se reivindican de “izquierda popular” conformaron el Frente “En Marcha”, convocando a la “unidad” opositora en presencia de dirigentes de todas las alas del PJ. Entre las presencias hasta hace poco inimaginables, está la de Felipe Solá, quien fuera parte de los gobiernos de Menem y de Duhalde, fue uno de los responsables políticos de la “masacre de Avellaneda” y es hoy un posible candidato de “unidad”.
Asimismo, la coincidente jugada del Papa Francisco de operar para reconstituir bajo su influencia un PJ unido como sostén del sistema ante una posible debacle de “Cambiemos” resultaría ilusoria si no fuera por esa inversión de la política. Centenares de dirigentes de todas las alas del PJ firmando una declaración contra la legalización del aborto es una señal de su avance.
Por su parte el FIT, desde una vereda diferente y sosteniendo el anticapitalismo, rechaza el delirio de levantar una alternativa popular desde la misma trinchera de los enemigos de clase, pero sufre de similar enamoramiento de los aparatos políticos, en este caso los propios, lo que limita su capacidad de abrirse fraternalmente a las iniciativas y agrupaciones de “los trabajadores, las mujeres y la juventud” y de valorar los aportes de los pueblos latinoamericanos, colocando un techo a esa construcción de izquierda.
Una mirada desde lógicas antagónicas con las del sistema –compartiendo la necesidad imperiosa de derrotar a Macri- apunta a que desde las propias luchas se sobrepase lo sectorial que hoy impera y se levanten e impongan propuestas políticas populares, desde la imprescindible articulación de quienes enfrentan la ofensiva del capital, como lxs docentes, trabajadores de los ingenios azucareros, del INTI, Rio Turbio, Chubut, aceiteros, colectivas feministas, comunidades mapuches, asambleas ambientales, entre otros, articulación que necesariamente no puede ser sectorial sino política.
Es al calor de esta intervención política cotidiana que se puede soldar una firme unidad de las organizaciones y colectivos que la impulsen, compartiendo luchas, estrategias, formación política, ensayos de articulación, aportes a nuevos colectivos auto-organizados y a la reconstrucción del pueblo trabajador, instalando una nueva izquierda en todos los terrenos. La fuerza acumulada es chica pero no despreciable. Y si no aparece por el momento en los medios de comunicación masivos, sí lo hace en la vida de sectores de nuestro pueblo.
Encontrar el camino hacia el pueblo impele a las izquierdas  a ser parte de la vida y las luchas del pueblo trabajador para dar la pelea por otro país y sociedad.  En ese diálogo cotidiano que contrasta con quienes creen que lo progresivo de nuestro pueblo se agota en el kirchnerismo, nos encontramos con compañeros que pueden ser kirchneristas, otros que hastiados votaron a Macri y otros muchos que descreen de todos ellos, incluidas las izquierdas.
Desconfiar de nuestro pueblo e impacientarse para buscar atajos en dudosos aliados de los de “arriba” nunca condujo a la tierra prometida. Más aún cuando no son sólo alternativas electorales lo que necesitamos construir. Vale preguntarnos, ¿acaso no necesitamos imperiosamente poner en pié un amplio movimiento popular de ruptura con el FMI y por el desconocimiento de la deuda externa, para liberarnos de su yugo? ¿O un movimiento que trascienda los sindicatos para insertarse en los territorios, por la defensa y transformación de la educación pública y popular? Y por sobre todo ¿no necesitamos trabajar pacientemente pero sin descanso por una confluencia de todo el pueblo trabajador movilizado, con sus organizaciones y colectivos, en un gran movimiento socialista, feminista, libertario y por una patria Nuestroamericana liberada?
La paciente construcción del movimiento de mujeres durante más de 30 años, que en los últimos tiempos hizo asambleas conjuntas multitudinarias, movilizó a millones, convocó a intelectuales y artistas, hizo reuniones en los barrios, confeccionó folletos explicativos, polemizó públicamente, impulsó el proyecto de ley por el derecho al aborto libre y gratuito y obligó en las calles a la cámara de diputados a votar por su aceptación, pero fue más allá, reapropiándose de cuerpos, voluntades y deseos, es un gran ejemplo del que necesitamos aprender en todos los terrenos.

La “unidad” como refundación del pueblo trabajador

La huelga general del 25 de junio fue tan masiva como no se veía hacía años, sacando el debate del terreno de las alianzas y candidaturas “menos malas” para el 2019, para llevarlo al de la lucha para derrotar al gobierno. Pero un paro no alcanza para torcer el rumbo, sería necesario un plan de lucha con propuestas claras, debatidas democráticamente y alternativas a las del capital.  Pero nada de eso puede esperarse de la CGT y no es siquiera exigible a estos burócratas que nada tienen que ver con la vida de sus supuestxs representadxs. La vieja disyuntiva se resolvió hace rato y deberá ser “con la cabeza de los dirigentes”.
Pero siendo imprescindible organizarse desde abajo para ello, tampoco alcanzaría con sacar a estos burócratas de los sindicatos, cuya estructura, estatutos, universo que abarca, no responden a la realidad de la actual clase trabajadora, transformada estructuralmente por la triple ofensiva desatada por el capitalismo neoliberal contra el pueblo trabajador.
Por una parte, el ataque en los lugares de trabajo para flexibilizar y disciplinar. Trabajadorxs precarixs, intermitentes, tercerizadxs, desempleadxs, son parte importante de la clase trabajadora que los viejos sindicatos excluyen.
Por otra parte, una ofensiva para reestructurar el conjunto del proceso social de reproducción del capitalismo, penetrando en las casas, los barrios, las comunidades y cada lugar de la vida cotidiana, afectando especialmente a las mujeres que cumplen un rol preponderante en la reproducción del sistema. Los territorios cobran una nueva centralidad, donde se concentran el conjunto de los problemas y desde donde pueden surgir repuestas políticas, de lucha y organización. Los sindicatos se consideran ajenos a estas problemáticas y peor aún, al igual que los gobiernos de turno, acusan a quienes ponen el cuerpo a estas cuestiones de “politizar” la protesta, jugando a favor de la opresión del trabajador y la trabajadora.
En tercer lugar, el capitalismo neoliberal acentuó su carácter colonial y depredador para apropiarse de las riquezas naturales de nuestros países. Los sindicatos no sólo se hacen los desentendidos sino que varios han puesto a jugar sus aparatos contra las asambleas socio-ambientales que surgieron en la pelea contra el saqueo y la contaminación de un modelo extractivista que ya es política de Estado de los sucesivos gobiernos.
Mientras el capital encara su triple ataque contra el pueblo trabajador como una sola y misma ofensiva, desde el pueblo respondemos fragmentadamente y las viejas herramientas se demuestran insuficientes.
La pelea por la construcción de alternativas populares no puede estar desligada de la imprescindible refundación del pueblo trabajador, respetando y aprovechando la diversidad pero combatiendo la fragmentación. La pelea es entonces simultáneamente anticapitalista, anticolonial y antipatriarcal, en todos los ámbitos de la vida colectiva de nuestro pueblo.
Podría pensarse que la vida que podría nacer de tal pelea es una bella pero imposible utopía. Pero el movimiento de mujeres lo ancla a la realidad y está demostrando que se puede. Leer

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