domingo, 15 de julio de 2018

"Necesitamos hacer una revisión en profundidad del nacionalismo y estatismo" que no sólo son concepciones del progresismo sino también se han naturalizado en la izquierda.

El MAS de los 1980 y la tradición nacionalista
12 de julio de 2018

Por Rolando Astarita

A raíz de los comentarios enviados al blog por la nota “Bregman y el compañero Axel” (aquí) se suscitó el debate sobre si el “viejo” Movimiento al Socialismo, orientado por Nahuel Moreno (1924-1987), tenía posturas nacionalistas. Así, un lector recordó que “en los ochenta y noventa, el MAS decía: ‘Las banderas caídas del peronismo, la soberanía política, la independencia económica y la justicia social, hoy las levanta el MAS’…. [el discurso de Bregman] no es más que una continuidad”. Otro lector, sin embargo, negó que el MAS de los 1980 tuviera posturas nacionalistas.
En esta nota mostraremos que el MAS, bajo dirección de Nahuel Moreno, efectivamente desplegó una orientación nacionalista y estatista que lo acercó al peronismo que se reclama de izquierda (y al Partido Comunista). Y que, por lo tanto, la actual postura del PTS con respecto al kirchnerismo tiene raíces de larga data. Pero lo mismo se aplica a las organizaciones y corrientes en que se dividió, en Argentina, el viejo tronco morenista: el Movimiento Socialista de los Trabajadores, Izquierda Socialista, el nuevo MAS, Partido Socialista de los Trabajadores (U), y Autodeterminación y Libertad (Luis Zamora); además de algunos grupos menores, incluido alguno que es chavista. Por eso, cualquiera podrá comprobar –comparando consignas y caracterizaciones del pasado y actuales- que el discurso modelo 2018 sobre la deuda y el FMI de estos grupos es una réplica casi exacta de lo que fue el discurso del MAS de los 1980 sobre esos mismos problemas.
A fin de no hacer excesivamente larga esta nota, en lo que sigue me limito a la política del MAS en torno a la deuda externa en el período que va desde la campaña electoral de 1983 hasta la formación del FREPU, en 1985. O sea, dejo de lado, entre otras cuestiones que marcaron la actividad de aquellos años, la actitud del MAS hacia las instituciones de la democracia burguesa; su noción de “revolución democrática de contenido socialista”; el intento de confluir con corrientes de la socialdemocracia en un “gran partido Socialista”; y la propuesta de formar un partido Laborista con la dirigencia sindical reformista y nacionalista.
Para desarrollar mi argumento, tomaré como referencia central el texto de Mercedes Petit y Nahuel MorenoConceptos políticos elementales (Buenos Aires, Antídoto, 1986). Lo hago por tres razones. En primer lugar, porque en este escrito es el propio Moreno (junto a Petit) quien destaca los aspectos salientes de la política del MAS durante el período que nos interesa. En segundo término, porque Conceptos… fue clave en la formación política de la militancia. Y en tercer lugar, porque lo siguen reivindicando varias de las organizaciones antes mencionadas.
Por último, dado que en los años 1980 (hasta 1988) milité en el MAS, dejo constancia de que esta nota encierra también una autocrítica.

Una concepción nacional-burguesa en torno a la deuda externa
 La consigna del no pago de la deuda externa fue el eje político y programático en torno al cual giró la actividad del MAS durante la campaña electoral de 1983, y en los primeros años del gobierno de Alfonsín. El fundamento de esta orientación fue la idea de que la deuda externa era, a principios de los 1980, la vía principal para la explotación del país por parte del capital financiero internacional. Como afirmaba (marzo de 1984) la dirección del MAS, la deuda externa “es el problema crucial de la Argentina, y quizás sea el detonante de la próxima crisis revolucionaria, como Malvinas fue la que hizo estallar la crisis de junio de 1982”  (Conceptos… p. 70). Por eso, la consigna de no pago “sintetiza en cierto modo todas las demás, porque ataca a la expresión más tremenda de la explotación imperialista sobre el país y el pueblo” (ibid., p. 68; énfasis agregado). En otras palabras, era la respuesta “al problema objetivo más crítico, podemos decir dramático, del movimiento de masas y los sectores populares argentinos: el de su miseria creciente asfixiados por el derrumbe económico de la economía semicolonial argentina en manos del capital financiero del imperialismo” (ibid., p. 69). En el mismo sentido se afirmaba que “[s]i seguimos pagando [sic, véase el uso de la primera persona del plural], no habrá recuperación económica, ni salario, ni trabajo” (ibid.,…, p. 68).
Esto es, la causa de los males para las masas trabajadoras se reducía a una forma de plusvalía, el interés de la deuda. En muchos sentidos el planteo se acercaba al socialismo de Proudhon, quien pensaba que si se eliminaba el capital de préstamo se acabarían los males de la clase trabajadora.
Observemos también que, desde un punto de vista marxista, cuando se habla del “país”, o del “pueblo” se hace abstracción de las clases sociales. Por eso el mensaje era que “todos” (con excepción del pequeño núcleo de prestamistas apátridas o de los cipayos) éramos explotados por medio de la deuda. De manera que quedaba disimulada la conexión entre la deuda externa y la fuga de capitales operada por la propia clase dominante argentina. Y el hecho de que gran parte de los tenedores de los títulos de la deuda pertenecían a la misma burguesía criolla.
Sin embargo, adentrarse en estas “sutilezas” hubiera evidenciado el involucramiento del conjunto del capitalismo argentino con el capital dinerario internacional, y por ende, también con la deuda. Y por esta vía también se hubiera puesto en claro que la deuda externa era más un producto del capitalismo atrasado y dependiente, que una causa “en sí y de por sí” de los padecimientos del pueblo. Pero esto hubiera implicado asumir un enfoque materialista y científico sobre qué significa la deuda y el interés. En particular, desde un enfoque marxista se habría demostrado cómo la tasa de interés y la deuda son reguladas por las leyes económicas. Y por qué, al ser el interés solo una parte de la plusvalía, el no pago de la deuda solo modificaría (y no mucho) el reparto de la masa de la plusvalía al interior de la clase capitalista, dejando intacta la tasa de explotación (véase la crítica de Engels a Proudhon en “El problema de la vivienda”). Subrayemos que por esta razón, y siempre desde la teoría marxista de la plusvalía, es imposible alterar de alguna manera sustancial la tasa de plusvalía alterando las proporciones en que se dividen las formas de la plusvalía.
Por eso también, un análisis basado en las categorías de Marx llevaba a explicar la contradicción fundamental en términos de las clases también fundamentales, el capital y el trabajo. Pero esa perspectiva iba a contramano del enfoque del MAS, a saber, que la crítica principal no se dirigía al capitalismo, sino al capital financiero y el imperialismo. Es lo que precisó, por fuera de toda duda, Moreno en “Argentina: una revolución democrática triunfante”, de 1982, (https://www.marxists.org/espanol/moreno/1980s/1983marz/index.htm).
Allí explicó que constituía una “desviación obrerista… centrar nuestra denuncia en la burguesía nacional”. Por eso las consignas centrales (no pago de la deuda, segunda independencia, además de las democráticas) no eran socialistas, sino de contenido “popular-revolucionaria-antiimperialistas” (Conceptos… p. 71). En este sentido, la idea de que se podía elevar el valor de la fuerza de trabajo afectando solo los intereses de los “especuladores financieros” se acomodaba muy bien al propósito de no cuestionar la explotación de la clase capitalista, nacional o extranjera, sobre la clase obrera. Por eso, el MAS tampoco hablaba de plusvalía o de explotación capitalista del trabajo, sino de “saqueo” o “robo” (del patrimonio nacional; de “nuestras” riquezas, del país, etcétera). Era otra forma de desplazar la centralidad de la explotación basada en el régimen del trabajo asalariado. Al denunciar el “saqueo del país” se ponía el acento en la cuestión patriótica, en detrimento de la crítica a la burguesía nacional. Esta última era cuestionada principalmente por su “inconsecuencia” o “cobardía” para dejar de pagar la deuda.
Naturalmente, en este enfoque la “liberación nacional” era clave. Argentina era una semicolonia y era necesario luchar por la segunda independencia (para una crítica de esta consigna, aquí). Es fácil comprobar que estos discursos continúan vigentes en la izquierda nacionalista, y en la mayor parte del trotskismo nacional.

La “consigna-solución todo terreno”
A medida que avanzó la campaña electoral la agitación por el no pago de la deuda adquirió más y más importancia, al punto que a los militantes del MAS se los empezó a conocer como “los locos de la deuda externa”. Era la manera en que mucha gente registraba una agitación monotemática, diríamos que obsesiva.
Efectivamente, la actividad principal de la militancia consistía en repetir la consigna del no pago. Esto conectaba con la creencia de que las masas trabajadoras avanzarían al socialismo si asumían como suya una consigna-solución a sus problemas, que parecía simple y sencilla de aplicar (véase más abajo el apartado sobre el espontaneísmo). Pero por eso mismo el no pago se terminó presentando como “la” solución de todo problema que sufrieran los trabajadores. Así, si un periodista preguntaba a los candidatos del MAS de dónde, por ejemplo, sacarían los recursos para otorgar los aumentos de salarios y jubilaciones que prometían, la respuesta era “con lo que ahorremos del no pago de la deuda”. Y lo mismo ocurría con cualquier otra necesidad. Si se les preguntaba cómo se financiaría la obra pública, la educación, la salud, el ingreso para las madres solteras, etcétera, la respuesta invariablemente era “con lo que ahorremos por no pagar la deuda externa”. La cosa llegó a tal extremo que se despreciaba cualquier objeción relacionada con las restricciones materiales. Recuerdo al respecto haber realizado un sencillo cálculo sobre el aumento de salarios y jubilaciones que, según decíamos, sería posible otorgar si se dejaban de pagar los intereses de la deuda, y pude ver que los mismos no alcanzaban a cubrir el aumento. Pero cuando fui con mi historia a algún dirigente del partido, se me explicó que no entendía lo que es la lucha política, y que mis cálculos (más propios de un intelectual pequeñoburgués que de alguien empapado en la lucha revolucionaria) no eran necesarios.
Por otra parte, las exigencias de defender la consigna-solución empujaron hacia argumentos cada vez más nacionalistas. Por ejemplo, a los que objetaban que si se dejaba de pagar la deuda el país podía sufrir un bloqueo económico, la respuesta fue que “Argentina tiene todos los climas y las riquezas que le permitirán desarrollarse, aun si fuera bloqueada”. Era el “capitalismo en un solo país”, posibilitado por la exuberancia de “nuestros” recursos naturales, salvados del “saqueo” y bien administrados. La idea –de Lenin- de que la lucha contra el capital financiero internacional demandará la lucha revolucionaria internacionalista, ni se mentaba en el debate público. Y en la línea de argumentación nacionalista, los candidatos del MAS llegaron a afirmar que “nuestra” economía nunca había funcionado mejor que en el período en que Argentina padeció el boicot económico por parte de EEUU, entre 1942-1949.
Para cerrar este punto digamos que en las elecciones, realizadas a fines de octubre, la fórmula presidencial del MAS (Luis Zamora y Silvia Díaz) obtuvo 42.500 sufragios; era el 0,28% de los votos emitidos. La “consigna-solución todo terreno” no había convencido siquiera a un sector mínimamente significativo de la sociedad.

Enfoque espontaneísta
Aunque no podemos desarrollarlo aquí, dejemos señalado que en aquella política nacionalista subyacía una lógica espontaneísta. La idea era que si las masas trabajadoras se movilizaban por el no pago de la deuda externa, de forma consecuente, llegarían a posiciones socialistas y revolucionarias, independientemente de su adhesión a ideologías, organizaciones y direcciones burguesas, pequeño-burguesas o burocráticas nacionalistas (sobre esta cuestión, puede consultarse Nahuel Moreno, Las revoluciones del siglo XX, Buenos Aires, Antídoto, 1986). Por eso se consideraba que la lucha ideológica, o la explicación de los problemas de fondo (al pasar, en la concepción leninista “agitar” es explicar una o dos ideas a las masas, no meramente gritar), no eran necesarias.
Pero además, se pensaba que no solo las masas eran pasibles de evolucionar hacia posiciones anticapitalistas, sino también las corrientes pequeñoburguesas nacionalistas. La idea era que estas, empujadas por las circunstancias (crisis económica crónica, crisis política, etcétera) podían asumir posturas obreras y revolucionarias. En palabras de Moreno: “Pero la pequeña burguesía, en esta época, no tiene solo la perspectiva de transformarse en dirigente de un Estado burgués. Tanto desde el punto de vista político como económico, tiene en la actualidad dos perspectivas: la obrera y la capitalista. Todo pequeño burgués está condenado, tarde o temprano, a una de esas alternativas (ibid., p. 60; énfasis agregado).
La traducción de estas ideas a la Argentina era clara: con la caída de la dictadura había ocurrido una revolución burguesa por su forma, pero “socialista” de contenido (Moreno dixit). Además, en medio de esa situación  “objetivamente revolucionaria”, no había salida a la crisis debido a la explotación del capital financiero. Por lo tanto, las fracciones pequeño burguesas nacionalistas podían radicalizarse, adoptando incluso la perspectiva de la clase obrera. Era el basamento teórico para, por ejemplo, invitar a Susana Valle, del peronismo revolucionario, a ser oradora de un acto por el 1º de mayo organizado por el MAS. O para postular a José Villaflor, también del peronismo revolucionario, como candidato del Frente del Pueblo. Y trasladado a 2018, es el pie necesario para tratar de “compañero” a un saltimbanqui pequeñoburgués que posa de amigo del pueblo, nacional y popular.

Unidad nacional burguesa contra el FMI
Por lo explicado más arriba, una vez instalado el gobierno de Alfonsín el MAS buscó conectar con las tradiciones del nacionalismo burgués, ubicado en la oposición al radicalismo. El gobierno de Alfonsín era el “agente directo de la dominación imperialista del país”; por lo tanto, había que ampliar la unidad de acción en defensa de lo nacional. Con este fin, el MAS propuso entonces la consigna de “No al FMI”. Reconocía que esa demanda era “tan general y abstracta que se podía llenar con cualquier objetivo” (“Circular interna del 1º de marzo de 1984”, citada en Conceptos…, p. 70; énfasis agregado), pero por eso mismo la consideraba apta para promover la unidad de acción con fuerzas burguesas o pequeñoburguesas. Y con la misma intención se vinculó esa consigna con el planteo que había hecho Aldo Ferrer de dedicar solo el 10% de las exportaciones al pago de la deuda externa. Ferrer había sido ministro de Economía durante la presidencia del general Roberto Levingston, y tenía un sesgo nacionalista. El MAS admitió que su propuesta era burguesa, pero sostuvo que era progresiva porque “existía la posibilidad de que fuera tomada por amplios sectores”, y en ese caso “se podía transformar en una consigna para la movilización” (ibid., p. 71).
La propuesta de Ferrer conectaba, por otra parte, con la intención de conformar un frente de países deudores; una idea que el MAS ya había lanzado en 1983 (“Manifiesto del 1º de mayo”; citado en Conceptos…). De hecho, en 1985 el presidente de Perú, Alan García aplicó la propuesta de 1984 de Ferrer, que apoyaba el MAS. Sin embargo, a partir de 1987 la economía peruana entró en una espiral descendente –fuga de capitales, alta inflación, baja de la producción, alto déficit externo, caída de reservas internacionales- llevando al gobierno de Alan García a un giro ortodoxo, en acuerdo con el FMI. Fue una muestra de los resultados de tomar una medida que solo rozaba la superficie de los problemas.
De todas formas, en 1984 el primer premio del antiimperialismo burgués se lo llevaba el gobierno boliviano de Siles Zuazo, que declaró un cese temporal de los pagos de la deuda, y aumentó los salarios. El MAS propuso entonces “Hagamos como en Bolivia, suspendamos en pago de la deuda y aumentemos los salarios”. Por eso, armado con esta nueva consigna, sumada al rechazo al FMI y el no pago de la deuda, el MAS participó de una marcha convocada por el MOJUPO (Movimiento de Juventudes Políticas, integrado por fuerzas burguesas). Sin embargo, la medida de Zuazo no frenó la inflación, y la economía boliviana siguió en caída. Siles Zuazo renunció y lo sucedió Paz Estensoro, quien aplicó un programa de ajuste ortodoxo. De manera que el MAS ya no pudo recomendar “hagamos como Bolivia”. Pero tampoco sacó una conclusión clara y pública de la experiencia boliviana. En particular, porque nunca explicó que el no pago de la deuda externa solo puede brindar una salida progresiva a los trabajadores en el marco de la aplicación de un programa transicional instrumentado por un poder obrero revolucionario. Esto es así por lo que ya explicamos: los problemas fundamentales de las sociedades capitalistas, o más específicamente, de los capitalismos dependientes y atrasados, no se superan alterando alguna variable de la distribución (como los intereses de la deuda; véase, sobre esto, la crítica al socialismo burgués, aquí, aquí, aquí)
Por otra parte, el MAS también calificó de progresiva la propuesta de Vicente Saadi (dirigente peronista) de declarar una moratoria unilateral de la deuda por 10 años; y la de senadores radicales de reducir los pagos. También saludó los pronunciamientos contra el FMI de Saúl Ubaldini, dirigente de la CGT; y de De Gennaro y Abdala de CTA. En el mismo sentido, el MAS destacó el posicionamiento frente al FMI de un sector del empresariado nacional: “Este repudio al FMI es compartido por la Mesa del Empresariado Nacional, formada por la Federación Agraria y el Consejo Argentino de la Industria, quienes plantearon que había que ‘recomponer las condiciones pactadas para el pago de la deuda externa” (ibid., … p. 73). Lo cual revelaba que el partido, felizmente, se había curado de cualquier “desviación obrerista”. En noviembre el MOJUPO, aunque sin la intervención de la Juventud Radical, llamó junto a la CGT en rechazo al FMI. El MAS de nuevo apoyó, aunque no participó porque no le dejaron tener un orador propio.
Poco más tarde la campaña tomó más fuerza con el pronunciamiento de Fidel Castro a favor del no pago de la deuda externa de los países del Tercer Mundo. Al llamado adhirió la Confederación Sindical, con participación de las centrales obreras de Cuba, Nicaragua, Brasil, Bolivia, Perú y Uruguay. Como no podía ser de otra manera, la declaración de Castro influyó para que el Partido Comunista adoptara la demanda de no pago de la deuda externa. Y aunque a ninguna de estas fuerzas políticas o sindicales se les pasaba por la cabeza una “ruptura con el capitalismo”, el MAS consideró que se había llegado a un punto de coincidencias básicas con el PC (véase ibid., p. 76). Era la simiente para la formación del Frente del Pueblo.

El referéndum por el Beagle
En 1984 el gobierno de Alfonsín alcanzó un acuerdo con la dictadura de Pinochet para establecer los límites en algunas zonas disputadas del canal del Beagle. Para legitimar y potenciar su posición, Alfonsín llamó a un referéndum. El MAS decidió oponerse, no porque tuviera objeciones “técnicas” al acuerdo (aunque en la prensa partidaria se ensayó alguna excusa nacionalista), sino porque consideró que el objetivo principal pasaba por debilitar al gobierno de Alfonsín, el agente directo del imperialismo. La oposición peronista, si bien burguesa, no era lo mismo que el “agente directo”. De manera que con esa oposición “nacional” (aunque burguesa) se abría la posibilidad de poner en práctica la “unidad de acción” antiimperialista.
Por eso, cuando el peronismo convocó a la abstención, el MAS consideró que se abría “la posibilidad de que el gobierno radical sea derrotado” (ibid., p. 57). En consecuencia, el eje político pasó a ser la “unidad de acción con el peronismo para derrotar al gobierno” (véase ibid., también p. 58). Y si bien no se llegó a un acuerdo formal, se hicieron múltiples actos en unidad de acción con una franja del peronismo cuyos referentes eran Nilda Garré, Saadi, Cepernic y Licastro. El discurso de estos personajes era extremadamente nacionalista, por momentos rayando la xenofobia. Saadi, por ejemplo, sostenía que con el acuerdo Argentina “le regalaba” territorios a Chile. Sin embargo, el MAS no pronunció palabra de crítica. Todo valía –incluso la exacerbación de las pasiones nacionales contra los chilenos- en aras de mantener “la unidad de acción antiimperialista”.

Ascenso y caída del peronismo, de Ernesto González
Cientos de cuadros y militantes se formaron, en los 1980, en la política que estamos describiendo. Aunque existían antecedentes notorios de nacionalismo de la corriente de Moreno (entre ellos, entrismo en el peronismo; participar de la “causa nacional” por Malvinas), la agitación por el no pago de la deuda y por la segunda independencia tuvo una influencia más perdurable que cualquier otro episodio. Pero no se trató solo de la agitación, también tuvo su parte la formación ideológica. En este sentido, jugó un rol el folleto de Ernesto González (alto dirigente del MAS, ya fallecido), Ascenso y caída del peronismo (Buenos Aires, Antídoto, 1986). Este texto, además, es revelador del pensamiento dominante en aquellos años en el MAS.
La idea que recorre Ascenso… es que el peronismo tuvo un carácter “contradictorio”. Por un lado, “fue tremendamente positivo porque estuvo contra los yanquis y se apoyó en el movimiento obrero. Por el otro, era reaccionario porque defendía la vieja sociedad capitalista y no quería un movimiento obrero independiente, sino controlado, sometido a la burocracia y al aparato del Estado, que estaba en manos de los patrones” (p. 28). Con este encuadre, el escrito de González rescata que Perón levantara las banderas de la “justicia social”, la “independencia económica” y la “soberanía política”. No encontramos la menor observación crítica de estos conceptos (notoriamente, ¿qué es “justicia social” en un régimen basado en la explotación?). Y se destaca que bajo el primer y segundo gobierno de Perón Argentina habría logrado la “independencia, dejando de ser una semicolonia, sin caer todavía bajo el dominio del imperialismo yanqui” (p. 18). Si se tiene en cuenta que a mediados de los 1980 se caracterizaba que el principal problema del país era su condición de semicolonia, el escrito venía a reforzar la idea de que el peronismo, aun con sus contradicciones, albergaba una tradición  progresista (al menos, en relación al radicalismo) y nacional, que valía la pena rescatar.
En consecuencia, la principal crítica que hace González es que el peronismo no fue consecuente en su nacionalismo (por ejemplo, al no enfrentar el golpe de 1955). Por eso, hacia el final del escrito, se hace un llamado a luchar “contra el mismo enemigo” de 1946 (los yanquis y la oligarquía) y de 1955 (golpe de Estado pro-yanqui): “Hoy, si no queremos desaparecer como país no hay otra salida que la movilización y la lucha contra el mismo enemigo: el imperialismo yanqui y sus agentes actuales, el gobierno de Alfonsín” (p. 154). Es la misma lógica de unidad nacional que vimos en ocasión del episodio del Beagle, aunque esta vez derivada de la historia. Lo cual podría explicar, por otra parte, por qué Ascenso… pasa por alto la tercera presidencia de Perón, de 1973-1974. Apenas dice: “… ni el propio Perón, cuando volvió al país en 1973, pudo repetir su experiencia de 1946-1951” (p. 155). ¿Y la Triple A? ¿Y el asesinato de decenas de militantes, incluidos muchos compañeros del viejo PST? Ni palabra. El texto ausente encaja en el contexto político que hemos venido discutiendo.

En el Frente del Pueblo se prolonga el nacionalismo
El FREPU fue una alianza entre el MAS y el Partido Comunista, que se presentó en las elecciones de 1985. Como ya adelantamos, su formación fue posible porque las posturas públicas del MAS coincidían, objetivamente, con la política tradicional del PC. Por el lado del stalinismo criollo, en Argentina era necesaria una revolución anti-oligárquica y antiimperialista que abriera paso a una eventual segunda revolución socialista. Por el lado del MAS, este había reducido su agitación al no pago de la deuda externa y el rechazo al FMI (a lo que agregaba el reclamo de mejoras económicas para los trabajadores y libertades democráticas). Las invocaciones a las tradiciones de Codovilla-Stalin, o de Trotsky, estaban muy bien para “los días de fiesta”, pero para la política cotidiana “práctica” no había grandes diferencias. Con el beneficio de que la suma de fuerzas podía dar como resultado la elección de algún diputado trotskista o comunista.
Esta coincidencia explica entonces que el programa del FREPU tuviera un neto carácter nacional – estatista – burgués. Planteaba la moratoria por 10 años del pago de los intereses y el capital; el aumento de salarios y jubilaciones; el control de precios (no mencionaba el control obrero); la nacionalización del comercio exterior, la banca y los sectores monopólicos, esto es, medidas típicas del capitalismo de Estado (tampoco aquí se decía palabra sobre el control obrero); se invocaba la “promoción de un Plan Económico alternativo acordado entre la CGT y los demás sectores obreros y populares”; se exigía “garantizar [¿por el Estado burgués?] la democracia en la vida interna de los sindicatos; también el juicio y castigo “a los responsables del terrorismo de Estado”; y la ruptura con el imperialismo, junto a una política de paz. Se caracterizaba que la política “de creciente entrega constituye una amenaza a la estabilidad institucional y a las libertades democráticas”. Se sostenía que el FREPU estaba por “la conquista de una auténtica democracia con justicia social”; y que la causa de la crisis “está en la dependencia y el dominio de los monopolios imperialistas, los grandes capitalistas y la oligarquía sobre los pilares de la economía”. Eran formulaciones tradicionales del PC para evitar criticar a la burguesía y la pequeña burguesía “nacionales” (el PC no tenía “desviaciones obreristas”). En este contexto, era natural que el programa no dijera palabra sobre acabar con las estructuras del Estado capitalista; ni sobre la necesidad de que el poder pase a manos de la clase obrera. Era, en definitiva, un programa nacionalista y estatista, que podía encajar en la mentalidad de cualquier pequeñoburgués progre-izquierdista de la época. Estas fueron las ideas centrales que la alianza PC-MAS, con el agregado de algunos desprendimientos del peronismo de izquierda, transmitió a la clase trabajadora en aquella campaña electoral.

Para terminar, digamos que estas concepciones nacionalistas y estatistas se han naturalizado en la izquierda. Para salir un momento de Argentina y el FMI, obsérvese, por caso, el exaltado nacionalismo que desplegó la mayoría de los grupos trotskistas argentinos por la cuestión catalana. Y vinculado al nacionalismo, se es naturalmente estatista. Pienso que es necesario hacer una revisión en profundidad de estas concepciones.
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El MAS de los 1980 y la tradición nacionalista

Fuente: https://rolandoastarita.blog/2018/07/12/el-mas-de-los-1980-y-la-tradicion-nacionalista/

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