Las Zonas Económicas Especiales en
México y
las nuevas geografías del capitalismo
2 de abril de 2018
Por todo el planeta proliferan nuevas Zonas
Económicas Especiales (ZEE) que proporcionan espacios de libertad total al
movimiento del capital trasnacional, al cual se le otorgan grandes facilidades
fiscales, aduaneras, logísticas, garantías de acceso a bienes naturales comunes
estratégicos -como el agua, la energía solar y eólica, el petróleo y el gas- y
de explotación de mano de obra local a cambio de salarios muy inferiores a los
que se proporcionan en los países sedes de las firmas.
Por Agustín Ávila Romero*
De la misma forma
dichas zonas se establecen en Vietnam, Myanmar, Laos, India y Sri Lanka, que en
países de África como Mozambique, Nigeria. etc. En el caso de América Latina su
avance es impresionante.
Países como Colombia,
Nicaragua o República Dominicana han apostado al establecimiento de empresas en
su territorio cediendo buena parte de su soberanía nacional y la disminución de
sus ingresos fiscales, a cambio de que parte de su clase económica dominante
forme parte como socio minoritario de algunos de los emprendimientos que se
realizan.
En una de las ZEE más
importantes de Uruguay, los trabajadores ganan tres veces menos que los
procedentes de las naciones de origen de la inversión extranjera. En Brasil los
habitantes de Manaos –una zona construida por el régimen cívico-militar- tienen
el índice de desarrollo humano más bajo de las ciudades más pobladas de ese país.
Pero el modelo se expande y continúa.
Tan sólo en América
Latina son más de 10 mil empresas las que se han instalado ya en ZEE, número
similar a los corporativos mayoritariamente chinos que se encuentran en África.
El salario promedio
dichas zonas es de 1,080 dólares (EU) muy por debajo de los salarios que se
pagan en los países europeos, Canadá o Estados Unidos. En el caso de Costa Rica
y Dominicana las ZEE representan el 47% y el 57% de las exportaciones,
respectivamente, lo que muestra la localización corporativa en detrimento de la
formación de cadenas productivas que favorezcan el mercado y el empleo
nacional. Esto se evidencia con el siguiente dato: el promedio de aporte de las
ZEE de América Latina al PIB regional es de tan sólo el 5.8%, destacando el
caso de Nicaragua con el 12% como aportación al PIB.
Ello es relevante
porque dichas Zonas se construyen con base a grandes subsidios y
financiamientos que adquieren los gobiernos nacionales. Con base al
endeudamiento o el uso del presupuesto nacional, mucha de la infraestructura
mundial se construye para favorecer el funcionamiento de estos espacios en
detrimento de las necesidades nacionales de educación, salud, empleo,
seguridad, entre otras.
Dichas zonas forman
parte del proceso de reestructuración capitalista mundial que inicio en los
70’s del siglo XX pasado y que hace frente a la caída de rentabilidad del
capitalismo. La instrumentación de política neoliberales que favorecieron la
flexibilización laboral, la desregulación económica y el libre flujo de
capitales a nivel planetario, tienen como contraparte el proceso de expansión
geográfica del capital trasnacional que requiere la apropiación territorial de
espacios para incrementar su rentabilidad con el acceso de reservas de recursos
estratégicos, nueva infraestructura logística y la especulación inmobiliaria.
Así de poco más de 100 ZEE que existían en los 80´s, hoy hablamos de más de 2
mil que operan en el planeta y que se expanden anualmente.
Gran parte de ese
crecimiento de las ZEE se ha realizado sobre tierras que pertenecieron a grupos
campesinos e indígenas dedicados a labores agrícolas, ganaderas o de pesca. Su
instrumentación ha formado parte de las reconfiguraciones territoriales que ha
impulsado esta fase capitalista. El discurso colonialista construye la idea de
los espacios campesinos como lugares “atrasados”, “subdesarrollados”, “de
personas en subsistencia” y esa narrativa colonial lo mismo resuena en México
como en el resto de América Latina, Asia o África. El sistema moderno-colonial
continúa así su estrategia de conquista y de saqueo a nivel planetario
utilizando recurrentemente la idea del “desarrollo”.
Grandes resistencias a
las ZEE se dan en muchas partes, así, los pescadores de Nyanmar se niegan a
convertir su laguna en uno de los puertos más importantes de la estrategia One Belt ,
One Road del gobierno chino; conflictos por tierras invaden la India y abarcan
desde zonas cercanas a Nueva Delhi hasta los litorales del océano Indico y en
México las comunidades indígenas de Oaxaca se amparan y luchan contra el
establecimiento de la Zona Económica Especial de Salina Cruz y la
construcción del corredor multimodal del Istmo de Tehuantepec.
El caso de la India es
relevante ya que los campesinos han sido despojados de manera brutal de sus tierras
para favorecer la llegada de inversionistas privados, lo que ha provocado
grandes movilizaciones campesinas por la defensa de la tierra y por la
devolución de las tierras expropiadas por el Estado. Ellos han denunciado que
muchas de las tierras para dichas zonas no se utilizaron finalmente en la
puesta de fábricas u otros tipos de emprendimientos sino para la especulación
inmobiliaria.
Y es que esta nueva
fase capitalista es profundamente depredadora de la naturaleza, ya que en el
proceso de expansión geográfica las corporaciones requieren la construcción de
infraestructuras como puertos, aeropuertos, hidrovías, gasoductos, refinerías,
ciudades y nuevos mercados. Esos nuevos espacios territoriales se abren casi
siempre de manera violenta al movimiento de capital, lo que explica dos cosas
también importantes: la ruptura metabólica que implica este proceso con los
cambios ambientales graves que estamos viviendo y como ello lleva a los
conflictos socioambientales donde las empresas recurren a nivel planetario al
asesinato y criminalización de los defensores de la vida y el territorio.
Con
dichas zonas se crean nuevas geografías del capital que hace posible que
surjan nuevos “polos de desarrollo” que en los hechos es un nuevo
discurso de conquista territorial. Así ZEE chinas como Shantou o Xiamen
que tan solo medían 1 km2 y 2.5
km2 respectivamente en diez años de
funcionamiento aumentaron a más de 52
km2 y 132
km2 ocasionando grandes
flujos migratorios y grandes impactos socioambientales.
En el caso mexicano lo
más sorprendente es la ausencia de información y de debate público sobre lo que
significa la puesta en marcha de estas Zonas Económicas Especiales las cuales
fueron anunciadas desde el año 2016.
Ya fueron decretadas
las zonas de Puerto Chiapas, Salina Cruz, Lázaro Cárdenas, Coatzacoalcos y
Puerto Progreso, en todas ellas se delimita un área geográfica que va de 1700 a 8263 hectáreas cada
una, -en total más de 25 mil hectáreas-, donde se crean excepciones jurídicas
al entorno nacional y se otorgan facilidades fiscales, aduanales y logísticas
para los corporativos similares a las que otorgan países de América Latina como
Jamaica, Dominicana o Panamá.
Para el impulso de las
ZEE se utiliza la financiarización de la economía mundial, así como
instrumentos financieros como las alianzas público privadas, las FIBRAS, los
CKD´s se han convertido en puntales de esta iniciativa.
El 19 de diciembre del
año pasado Enrique Peña Nieto afirmó que el 30% de la Inversión Extranjera
Directa estimada para el 2018 provendrá de proyectos
dirigidos a las ZEE, el monto no es menor ya que hablamos de más de 6 mil 260
millones de dólares.
En declaración de la Autoridad Federal
de las ZEE de la SHCP se señala que antes de las elecciones todas las empresas
tendrán los permisos para instalarse e iniciar sus operaciones, a ello se suma
un marco jurídico que blinda sus operaciones a nivel federal,
estatal y municipal.
Con base a información
de la
Comisión Intersecretarial del gobierno federal para impulso a
las ZEE, entre los inversionistas que van a llegar destacan grandes
corporativos que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores, el New York Exchange,
en bolsas europeas y de Brasil y que tienen ingresos de cientos de miles de
millones de dólares. De esta forma se observa un claro subsidio del gobierno
mexicano al capital trasnacional.
Algunas de ellas son
el grupo Walmart, Arcelor Mittal, Waterside Energy, Braskem-Idesa, Enagas,
Pacific LNG, Southwestern Energy, Tag Pipelines, Bachoco, Nestle, Maeller
Maersk, Neumann, entre otras. Muchas de ellas envueltas en tráficos de
influencia y corrupción con escándalos en México u otros países como es el caso
Odebrecth donde algunas de las empresas se han visto involucradas. También hay
empresas que han cometido violaciones a las leyes ambientales de sus países de
origen y que ahora ven la oportunidad de instalarse en México, como es el caso
de las petroleras -Southwest Energy y Pacific LNG- que mediante el fracking
quieren obtener gas esquisto. Existe el caso también de la empresa Neumann
que despojó tierras a campesinos en África y tuvo que intervenir la Unión Europea para
resarcir el daño e impartir justicia y que piensa instalarse en puerto Chiapas.
El poder de estas
corporaciones trasnacionales es relevante, algunas de ellas como la acerera Arcellor Mittal
-instalada ya en Lázaro Cárdenas-, fue mencionada recurrentemente en Inglaterra
por participar en intentos de sobornos del ministro Tony Blair.
En los hechos estas
Zonas Económicas Especiales traerán consigo un conjunto de transformaciones
socioterritoriales con la consiguiente construcción de infraestructura que
impactará de manera creciente en la dinámica extractivista de las entidades. Lo
cual, probablemente, generará empleo precario pero a costa de la pérdida de un
modo de vida, de una forma de ser de los pueblos indígenas y los campesinos de
esta zona y sobre todo de un deterioro innegable de la naturaleza. Nuevas
resistencias vendrán con fuerza también en México.
Marzo, 2018
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