martes, 21 de noviembre de 2017

"Quienes nos re­sentimos agudamente de la injusticia estructural, ya no nos mi­tigan ni consuelan las manifestaciones, ni las pro­testas en la calle, ni siquiera nuestras quejas en las redes sociales"

¿Nos rendimos?
20 de noviembre de 2017

Por Jaime Richart(Rebelión)

Quienes vivimos desde el punto de vista económico conforta­blemente, jubilados o no, pensamos, razonamos, luchamos y nos desesperamos para que todo el mundo viva por lo menos lo mismo que nosotros, seríamos quizá los más legitimados para for­mar un partido político diri­gido a esa principal o única finali­dad. Los que carecen de todo o de casi todo, bastante tienen con salir adelante y resolver su supervivencia; además, serían encima perse­guidos por promover la revolución...

Porque el drama en España está no tanto en el hecho de que la eficacia de la política teórica llevada a la práctica suele diluirse en la llamada realpolitik (que no otra cosa son los actos y el poder de hecho inevitables), como en el marco político de refe­ren­cia que nos fue dado astuta, amañada y maliciosamente en 1978. Pero sobre todo está en otro obstá­culo todavía más insu­perable. Me refiero al hecho constatado de que en el espectro socio­político, económico, religioso y mediático los que vienen domi­nando la escena en la sociedad bien con absolu­tismos monárquicos, con dogmas teológicos o con dictaduras, todo de los mismos mimbres, atenazan las posibilidades de los cambios sustantivos en la sociedad es­pañola que la razón, la pondera­ción y la justicia social están pi­diendo a gritos desde que la Transición cumplió su cometido y fue perdiendo rápidamente su razón de ser. 

En España la configuración de la propiedad, el reparto de la tierra y el predominio de los ape­llidos que vienen pasando por nobles pese a que detrás de la mayoría de ellos hay cadáveres, hacen de la intentona de situar a este país a la altura de los tiempos que vivimos una labor tan titánica como, por lo que se ve, inútil, pues han pasado cuarenta años desde aquella fecha y los problemas de fondo en materia ideológica, económica, territorial y so­cial no han variado significativa­mente o han ido de mal en peor. 

Y si a ello se añade la pusilanimidad, la debilidad men­tal y espiritual de centenares o miles de políticos y de millones de necios votantes que siguen viendo el pano­rama como algo no necesariamente cambiante porque a ellos les va bien o no les va mal, nuestra desesperación se nos acentúa todavía más. Sí, porque se está viendo y comprobando que sólo están dispuestos a soportar cam­bios políticos, sociales, territoriales, laborales, penales y civiles para que todo siga igual. 

Pues bien, en estas condiciones dramáticas quienes nos re­sentimos agudamente de la injusticia estructural, ya no nos mi­tigan ni consuelan las manifestaciones, ni las pro­testas en la calle, ni siquiera nuestras quejas en las redes sociales. En estas condiciones sólo podemos aliviar nues­tro dolor recordando al Galileo del Eppur si muove conde­nado por el Santo Oficio, y al Quevedo que decía que "en tiempos de injusticia es grave tener razón"...


Jaime Richart, antropólogo y jurista

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