Harvey no salió de la nada
4 de septiembre de 2017
Ahora es el momento de hablar sobre el cambio climático y
todas las demás injusticias sistémicas –desde realizar detenciones e
interrogatorios basados en el perfil racial hasta la austeridad económica– que
transforman desastres como Harvey en
catástrofes humanas.
Por Naomi Klein
Busquen la cobertura
mediática sobre el huracán Harvey y las inundaciones en Houston, y oirán
acerca de cómo este tipo de lluvia no tiene precedente. Escucharán acerca de
cómo nadie lo vio venir, así que nadie se podía preparar adecuadamente.
De lo que oirán muy poco
es acerca de por qué estos eventos climáticos sin precedentes, históricos,
ocurren con tanta regularidad, que decir histórico ya se volvió un cliché
meteorológico. En otras palabras, no escucharás hablar mucho, si es que algo,
sobre el cambio climático.
Esto, nos dicen, es porque se busca no
politizar una tragedia humana que todavía está en desarrollo, lo cual es
comprensible, pero aquí está el detalle: cada vez que hacemos como que un
suceso meteorológico nos llega de la nada, como alguna acción de Dios que nadie
pudo predecir, los reporteros toman una decisión extremadamente política. Es la
determinación de no herir sentimientos y evitar la controversia, a costa de la
verdad, por más difícil que sea. Porque la verdad es que estos eventos fueron
predichos desde hace mucho tiempo por los científicos climáticos. Los cada vez
más cálidos océanos crean tormentas más poderosas. Los cada vez más altos
niveles de los océanos implican que esas tormentas entran a sitios que antes no
alcanzaban. Las temperaturas cada vez más calientes ocasionan precipitaciones
pluviales cada vez más extremosas: largos periodos de sequía interrumpidos por
masivas tormentas de nieve o lluvia, en vez de los estables y predecibles
patrones con que la mayoría de nosotros crecimos.
Los récords que se
rompen año con año –ya sea de sequía, de tormentas, fuegos incontrolados o
simplemente calor– ocurren porque el planeta está notablemente más caliente,
más que nunca desde que comenzaron a llevarse registros. Cubrir sucesos como Harvey mientras se ignoran esos hechos, no
ofrecer una plataforma para que los científicos climáticos puedan explicarlo
con sencillez, mientras no se menciona la decisión del presidente Donald Trump
de retirarse de los acuerdos climáticos de París, implica fracasar en el más
básico deber del periodismo: ofrecer hechos importantes y contexto relevante.
Deja al público con la falsa impresión de que estos desastres no tienen un
origen, lo cual también implica que no se pudo haber hecho algo para
prevenirlos (y que no se puede hacer algo para evitar que en el futuro sea
peor).
También vale la pena
señalar que la cobertura mediática de Harvey ha estado altamente politizada desde
mucho antes de que la tormenta tocara tierra. Ha habido eternas conversaciones
acerca de si Trump tomaba suficientemente en serio la tormenta, largas
especulaciones acerca de si este huracán será su “momento Katrina” y se han ganado puntos
políticos (con justificada razón) con el hecho de que muchos republicanos
votaron contra el apoyo a Sandy pero ahora sí atienden a Texas.
Eso se llama hacer política de un desastre –es el tipo de política partisana
que está en la zona de confort de los medios
convencionales, una política que, de forma oportunista, no toma en cuenta el
hecho de que anteponer los intereses de las empresas de combustibles fósiles a
la necesidad de un decisivo control de la contaminación es un asunto
profundamente bipartisano.
En un mundo ideal,
todos deberíamos de poder poner en pausa lo político hasta que la emergencia
haya pasado. Luego, cuando todo el mundo estuviera a salvo, tendríamos un
largo, meditativo e informado debate público acerca de las implicaciones para
las políticas de la crisis que acabábamos de presenciar. ¿Qué debería implicar
para el tipo de infraestructura que construimos? ¿Qué debería implicar para el
tipo de energía de la que dependemos? (Una pregunta con tremendas consecuencias
para la industria dominante en la región, a la que le está pegando más duro el
huracán: la petrolera y la del gas). La hipervulnerabilidad a la tormenta de
los enfermos, los pobres y los de la tercera edad, ¿qué nos dice acerca del
tipo de redes de seguridad que tejemos, dado el escabroso futuro que ya
aseguramos?
Dado que hay miles de
desplazados, podríamos incluso discutir los innegables vínculos entre la
alteración climática y la migración –desde el Sahel a México– y aprovechar la
oportunidad para debatir la necesidad de una política de migración que comience
con la premisa de que Estados Unidos tiene una buena parte de la
responsabilidad de las principales fuerzas que sacan a millones de sus hogares.
Pero no vivimos en un mundo que permite ese
tipo de debate serio y mesurado. Vivimos en un mundo en el cual los poderes
gobernantes se han mostrado demasiado dispuestos a explotar el desvío de
atención de una crisis de gran escala; y muchos están dispuestos a usar las
emergencias de vida o muerte para imponer sus políticas más regresivas,
políticas que nos llevan más por el camino correctamente descrito como una forma
de apartheid climático. Lo vimos después del huracán Katrina, cuando los
republicanos no perdieron el tiempo y promovieron un sistema de educación
completamente privatizado, debilitaron la legislación laboral y fiscal,
incrementaron las perforaciones petroleras y de gas y la industria de la
refinación, y abrieron las puertas a compañías mercenarias como Blackwater.
Mike Pence fue un artífice clave de ese proyecto inmensamente cínico y no
deberíamos esperar menos después de Harvey,
ahora que él y Trump están al mando.
Ya vimos a Trump usar
como tapadera al huracán Harvey para lograr el muy controversial
indulto de Joe Arpaio y una mayor militarización de las fuerzas policiales
estadunidenses. Se trata de movimientos especialmente ominosos, en el contexto de
que los puestos de control migratorios siguen operando aún con las carreteras
inundadas (un serio desincentivo para que los migrantes evacuen), así como en
el contexto de los funcionarios municipales hablando acerca de aplicar las
penas máximas a los saqueadores (vale la pena recordar que después de Katrina, varios residentes
afroestadunidenses fueron baleados por la policía en medio de este tipo de
retórica).
En pocas palabras, la
derecha no desperdiciará el tiempo para explotar a Harvey y ningún otro desastre como ese para
diseminar ruinosas y falsas soluciones, como la policía militarizada, más
infraestructura petrolera y de gas y sistemas privatizados. Lo cual significa
que la gente informada y a la que le importa tiene el imperativo moral de
nombrar las verdaderas raíces de esta crisis –conectar los puntos entre la
contaminación climática, el racismo sistémico, los reducidos fondos de los
servicios sociales y los excesivos fondos para la policía. También
necesitamos aprovechar el momento para proponer soluciones intersectoriales,
que dramáticamente reduzcan las emisiones mientras batallamos contra toda forma
de desigualdad e injusticia (algo que hemos intentado plantear en The Leap (https://theleap.org/), y que grupos como la
Alianza por la
Justicia Climática (www.ourpowercampaign.org/cja)
han impulsado durante mucho tiempo).
Y tiene que ocurrir ahora mismo –justo cuando
los enormes costos humanos y económicos de la inacción están en plena luz
pública. Si fracasamos, si dudamos debido a una errónea idea de lo que es
apropiado durante una crisis, dejamos la puerta abierta a que despiadados
actores exploten este desastre para obtener predecibles y perversos fines.
También es una dura verdad que la ventana para
tener estos debates es cada vez más estrecha. No tendremos ningún tipo de
debate de política pública después de que pase esta emergencia; los medios regresarán a cubrir obsesivamente los tuits
de Trump y otras intrigas palaciegas. Así que, si bien parecería ser indecente
estar hablando acerca de las causas primordiales mientras la gente aún está
atrapada en sus hogares, este es, siendo realistas, el único momento en que
tenemos la atención de los medios
como para tratar el tema del cambio climático. Vale la pena recordar que la
decisión de Trump de retirarse del acuerdo climático de París –acción que va a
repercutir a escala global durante décadas– recibió más o menos dos días de
cobertura decente. Luego regresaron a hablar de Rusia las 24 horas.
Hace poco más de un
año Fort McMurray, pueblo en el corazón del auge de petróleo de arenas
bituminosas en Alberta, casi quedó reducido a cenizas. Durante un tiempo el
mundo estuvo pasmado por las imágenes de los vehículos que iban en fila, sobre
una carretera, con las llamas acercándose por ambos lados. En aquel momento nos
dijeron que era insensible y sólo se buscaban chivos expiatorios si se hablaba
acerca de cómo el cambio climático exacerbaba fuegos incontrolables como éste.
Era todavía más tabú hacer cualquier conexión entre nuestro mundo, cada vez más
caliente, y la industria que da energía a Fort McMurray y que daba empleo a la
mayoría de los desalojados, que produce una forma de petróleo particularmente
alta en carbono. El momento no era el adecuado; era el de mostrar compasión,
brindar apoyo y no hacer preguntas difíciles.
Pero, claro, ya para
cuando era apropiado plantear esos asuntos los reflectores de los medios hace mucho que se habían ido. Y hoy, mientras
Alberta intenta conseguir al menos tres nuevos oleoductos para cubrir sus
planes de incrementar la producción a partir de bituminosas, ese terrible
incendio y las lecciones que podría haber aportado casi no se mencionan.
En ello hay una lección
para Houston. La ventana para proveer un contexto significativo y sacar
conclusiones importantes es reducida. No podemos arriesgarnos a echarla a
perder.
Hablar con honestidad acerca de qué fomenta
esta época de desastres seriales –incluso mientras ocurren– no falta al respeto
a la gente que está en el sitio en cuestión. De hecho, es la única manera de en
verdad rendir tributo a sus pérdidas, y nuestra última esperanza para prevenir
un futuro con incontables más víctimas.
- Naomi Klein es
autora de Esto cambia todo: el
capitalismo contra el clima. Su nuevo libro es No, no es suficiente: Resistir las
políticas del shock de Trump y obtener el mundo que necesitamos. @NaomiAKlein
Traducción: Tania
Molina Ramírez
Este artículo fue
publicado en The Intercept.
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