Socialismo de burócratas o conciencia de clase
3 de agosto de 2017
3 de agosto de 2017
Por Rolando Astarita
Todo indica que el gobierno de Maduro realizó un gigantesco fraude
en las elecciones a la Asamblea Constituyente. El anuncio de que votaron
más de 8,1 millones de personas (41% del censo) es muy poco creíble. Basta
recordar que en las elecciones de 2013, justo después de la muerte de Chávez,
Maduro recogió 7,5 millones de votos; y en las legislativas de 2015 unos 5,6
millones. Y hoy las encuestas muestran una fuerte baja de la adhesión al
gobierno con respecto a 2013 o incluso a 2015. La misma empresa Smartmatic,
encargada del voto electrónico desde hace años, dijo que el resultado fue
“manipulado”, y que la diferencia entre la participación real y el resultado
oficialmente anunciado es deal menos un
millón de votos. Aunque no puede garantizar que sea solo de un millón. Es un
hecho que no hubo controles para impedir el voto múltiple; ni tinta indeleble
para marcar el dedo de los votantes.
Pero además del fraude, el
régimen ejerció una fuerte coerción sobre amplios sectores de la población para
obligarlos a ir a votar. Por caso, el vicepresidente de PDVSA,
Nelson Ferrer, dijo en una reunión de trabajadores que aquél que no fuera a
votar debía dejar su puesto de trabajo (el video circuló en las redes). También
hubo presiones en el metro de Caracas, y en las empresas básicas de Guayana,
Pequiven y Banco Bicentenario, donde a los trabajadores se les exigió no sólo
ir a votar, sino también llevar a familiares y amigos. La ONG Provea (Programa
Venezolano de Educación-Acción Derechos Humanos), de la que tomo estos datos,
informa que recibió denuncias de empleados de por lo menos 21 organismos
públicos.
Otros
testimonios: “Froilán Barrios, del Frente Autónomo de Defensa del Empleo, el Salario
y el Sindicato, aseveró que el chavismo teme una baja concurrencia de su
militancia en la elección, en la cual participan inscritos y no inscritos en el
partido, de allí la intimidación a los empleados públicos.
Pedro
Arturo Moreno, directivo de la Confederación de Trabajadores de Venezuela,
añadió que afiliados a la Federación Unitaria
Nacional de Empleados Públicos se han quejado de los mensajes
de texto y correos electrónicos que han recibido y en los que son instados a
votar porque tienen una lista con sus nombres. (…)
Pablo Zambrano, del Movimiento de Sindicatos de Base, refirió que
el acoso contra los empleados públicos, especialmente en los ministerios, es
constante y se profundiza cada vez más para que los trabajadores vayan a las
marchas, actos políticos y elecciones, pero la desobediencia se ha hecho
sentir” (http://www.diariolasamericas.com/empleados-publicos-venezolanos-obligados-votar-elecciones-del-partido-chavista-n3189928).
El
propio Maduro dijo públicamente que se tomaría lista de las personas que no
fueran a votar. En Venezuela hay 2,8 millones de estatales; a lo que se suman
millones de ayudas sociales.
Socialismo de burócratas o conciencia de clase y libertad
Significativamente, la izquierda que defiende a Maduro y pide más
represión, no dijo palabra sobre esas presiones y amenazas. No abrió la boca cuando Maduro
lanzó sus amenazas contra los que no fueran a votar. Lo cual no es
casual, ya que estos militantes e intelectuales constituyen una expresión
depurada de la concepción burocrática (y nacionalista) del socialismo –
cualquiera sea el significado que le den a esa palabra. Esta gente está
convencida de que cuando se fuerza a un obrero de PDVSA, o del metro de
Caracas, a ir a votar por Maduro, se está fortaleciendo la conciencia
socialista de la clase trabajadora. Incluso, alguno pensará que por esta vía el
gobierno venezolano está combatiendo a peligrosos trabajadores
“contrarrevolucionarios pro-imperialistas”. Por eso no ven nada esencialmente
criticable en lo que hace Maduro. Han interiorizado hasta tal punto los métodos
burocráticos, que los aceptan con la misma naturalidad con que decimos “hoy llueve”.
No aprendieron nada de las trágicas experiencias de los “socialismos reales”,
de las colectivizaciones forzosas, de las unanimidades conseguidas en base a
campos de concentración y muros de Berlín. Es una izquierda enajenada por el
nacionalismo estatista, que, como siempre, gusta pensar que a la “vanguardia
iluminada” le asiste la razón histórica que todo lo justifica. Todo esto con
una consecuencia brutal: a los ojos de millones de explotados en el mundo, el
socialismo hoy se encarna en Maduro amenazando con castigar obreros
“renuentes”, en el marco de un país arrasado por el hambre y sacudido por los
repetidos asesinatos de manifestantes opositores.
Frente a este daño y retroceso que se inflige al socialismo, sólo
nos queda levantar una pequeña voz para decir que la tradición socialista que
se apoya en la obra de Marx y Engels, en la experiencia de la Comuna y los
consejos de obreros, soldados y campesinos de 1917, y en la resistencia
libertaria y comunista al stalinismo, no tiene nada que ver con esas
concepciones de los burócratas y sus apologistas. La esencia del programa del
marxismo está sintetizada en la famosa frase “la liberación de los trabajadores
será obra de los trabajadores mismos”. Su mensaje es que la misma gente, los
explotados y humillados, tomen
sus destinos en sus manos. Es un llamado a echar por tierra todas
las relaciones “en que el hombre es un ser humillado, sojuzgado, abandonado y
despreciable” (Marx, “Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de
Hegel”). Es impulsar a cada uno “a pensar, a obrar y organizar su sociedad como
hombre que ha entrado en razón, para que sepa girar en torno a sí mismo y a su
yo real” (ibid.).
Esta perspectiva encierra entonces una convocatoria a la más completa
libertad, condición indispensable de la emancipación de las conciencias, de la
negación de toda forma de alienación. A fin de prevenir críticas
habituales en la izquierda superficial (del tipo “usted es un pequeño burgués
que ignora las exigencias de la revolución”), preciso: no estamos defendiendo
un criterio individualista, del tipo “hago lo que quiero y no me importa el
mundo”. Esa, en términos de Hegel, sería la libertad vacía de contenido y
arbitraria, ya que es carente de necesidad. En cambio, de lo que se trata es de
reivindicar la libertad en su concepción más avanzada, esto es, como autodeterminación. Esta incluye tanto la necesidad como la
acción consciente de las personas. Es la libertad que hay cuando
hago tal cosa porque la
comprendo necesaria, no porque esté obligado por una autoridad
ubicada por encima de mí. Por eso el marxismo habla de “girar en torno a uno
mismo y al yo real”. Es necesario reivindicar la libertad de decidir nuestro
curso de acción a partir de los valores que, con plena conciencia, priorizamos.
Valores que a su vez surgen de nuestra actuación en sociedad – de nuevo, es lo
opuesto al individualismo “a lo Hobbes” – y de la
comprensión de las necesidades que anclan en las contradicciones de esta
sociedad.
Para
“bajarlo a tierra”, cuando el marxismo, por ejemplo, llama a los trabajadores
del mundo a unirse, apela a que sean los mismos explotados los que lleven a la
práctica esa consigna. Es una convocatoria a la acción que deriva de la
reflexión democráticamente articulada. Si en cambio esa unidad obrera es
imposición, si es ucase burocrático, no hay superación; es el simple recrearse
de las cadenas hoy existentes. Ni siquiera sería unidad real, porque estaría
vacía de contenido. Pero si esto vale para la unidad de la clase obrera, tanto
más cuando nos referimos a la construcción socialista.
Por
eso, pensar que el socialismo se va a reconstruir de la mano de burócratas, y
de los intelectuales pro-stalinistas que los defienden, es un contrasentido. Es
imposible que avance la conciencia socialista en la clase obrera porque se
obligue a los trabajadores a votar por un determinado gobierno, como acaba de
ocurrir en Venezuela. Más aún, Maduro amenazando con represalias a los obreros
que no quieren votarlo es la absoluta negación de la idea encerrada en “la
liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”. Es
imposible salvar el abismo que me separa de estos burócratas y de los
intelectuales de izquierda que los aplauden. Como he afirmado en otras
entradas, estamos discutiendo los fundamentos, lo más elemental de la
concepción socialista.
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