viernes, 4 de agosto de 2017

I. Indaguemos en cómo nos interpelan a asumir otro hacer política desde las izquierdas.

Con y para el pueblo
4 de agosto de 2017

Por Juan Pablo Cárdenas  S. (Punto Final)
En  la historia de la política chilena no pocos movimientos vanguardistas surgieron desde las universidades o al desprenderse de las colectividades tradicionales, pero alcanzaron arraigo popular mediante un real esfuerzo por empatizar con el mundo obrero, campesino y con la clase media. Los fundadores de la Democracia Cristiana y del Partido Socialista, por ejemplo, desde la primera hora abrieron sus registros a las agrupaciones sociales, armando estructuras internas que buscaban reclutar a los pobladores, a las mujeres, a los profesionales y a otros sectores de la vida nacional. De esta forma, se consolidaron a nivel nacional y en sus consejos, juntas y comités centrales la presencia del mundo popular fue ostensible.
En estos últimos años, la Izquierda se ha manifestado distante y recelosa respecto de las organizaciones de base y frente a esa gran diversidad de expresiones políticas, también de elite, que podrían haber confluido en un referente único. Sin embargo, la dictadura, la clandestinidad y la diáspora desnaturalizaron a muchas organizaciones y terminaron elitizándolas, toda vez que fueron los dirigentes más influyentes los que lograron salvar con vida y enseñorearse en la política al término del régimen militar.
En la autocrítica que se hacen los líderes del Frente Amplio respecto del escuálido apoyo en las zonas más pobres del país, han prometido realizar un acercamiento al mundo social, después de comprobarse que el grueso de sus votos provino de las comunas más acomodadas del país, donde la derecha, por cierto, los aventaja con contundencia.
Loable nos parece la intención, ahora, de los jóvenes parlamentarios y líderes de ese Frente por vincularse con el mundo social, mientras en ello exista realmente el propósito de acoger generosa y democráticamente a esas agrupaciones que se quedaron sin expresión en las primarias, después de haberse demostrado como las mejores convocantes del pueblo, a juzgar por aquellas multitudinarias manifestaciones y marchas previas a este proceso electoral. Lo que vemos es que los postulantes izquierdistas suelen ser los mismos dirigentes estudiantiles de ayer que ciertamente provienen de los sectores sociales más altos.
El progresismo necesita ahora de una buena dosis de humildad, liberarse de la soberbia que se ha hecho tan recurrente en quienes se han autodesignado candidatos, más allá del compromiso que demostraron desde las federaciones estudiantiles en favor de la reforma educacional. Las manifestaciones masivas de No+APF nunca estuvieron muy acompañadas por el mundo estudiantil, cuando en los años de las marchas universitarias y de los secundarios era elocuente la presencia de los trabajadores, de las organizaciones de DD.HH., de los funcionarios públicos y los movimientos medioambientalistas que, por años, han protagonizado la movilización “social” de los chilenos inconformes o indignados.
No podemos dejar de reconocer que una de las iniciativas que explicaron el arraigo de un partido de extrema derecha en el pueblo, la UDI, fue la voluntad de sus dirigentes de insertarse en las poblaciones y empaparse de la realidad de los pobres y marginados. La misma Iglesia Católica salvó de su descrédito y concupiscencia con los poderosos por la acción de sacerdotes que de sus vetustos templos fueron a las poblaciones a trabajar y “evangelizar a los pobres”, solidarizarse con los excluidos y perseguidos y hasta ofrecieron víctimas y mártires en todo nuestro continente.


Haría falta hoy que las agrupaciones de Izquierda no se conformen con solidarizar con el pueblo mapuche sino que concurran a La Araucanía a hacerse parte de su justa lucha. Que los jóvenes universitarios no sólo organicen trabajos de verano, sino ejerzan presencia activa y constante en las poblaciones y campamentos. Que se confundan con los sin casa, desempleados, los que reciben pensiones miserables y los que exigen un sistema de salud digno.

La no inclusión de aquellos grupos rebeldes y contestatarios que fueron discriminados por esta nueva organización, explica también el voluntarismo de algunos de sus dirigentes que, por sobre todo, parecieron organizar un referente que los catapultara a las instituciones que representan al sistema institucional. Al que se proponen, como dicen, reemplazar por un orden más solidario y participativo.
Ya se ha demostrado que las grandes transformaciones no se logran desde dentro del sistema u orden constituido. Menos, todavía, cuando se muestra tan autoritario y protegido por los candados que instaló el pinochetismo.

Publicado en “Punto Final”, edición Nº 880, 21 de julio 2017.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229707

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