jueves, 8 de diciembre de 2016

Conozcamos: "Ben Alí se presenta de nuevo, como ya hizo con el golpe de Estado del 7 de noviembre [2], como salvador de la nación. Trata de reunir en torno a su figura a los decepcionados de la revolución y, sobre todo, a todos aquellos que temen, que han temido o que continúan temiendo a la revolución, o que favorables inicialmente a ella, ahora tienen miedo de sus consecuencias".

Túnez
¿Restauración o lucha contra la impunidad?
6 de diciembre de 2016
Por Sadri Khiari (Nawaat.org)  

Traducido para Rebelión por Rosa Carazo y Francisco Fernández Caparrós.
¿Escucharon la entrevista que concedió el presidente de la República a la cadena El-Hiwar Ettounsi? Yo, sí. ¿Leyeron el comunicado del antiguo presidente de la República que transmitió su abogado? Por mi parte, también lo hice. Tanto el uno como el otro -implícitamente el primero, explícitamente el segundo- son las reacciones del antiguo régimen a las audiciones públicas de las víctimas organizadas por la Instancia Verdad y Dignidad (IVD) [1]. En sus discursos, el primero manifiesta preocupación, el segundo, sin embargo, expresa la voluntad de retomar la ofensiva. Me parece que desde su exilio a Arabia Saudí, el ex-presidente Ben Alí no se había atrevido hasta ahora a hacer público un texto que guarda un enorme parecido a la declaración política de un hombre que piensa que ha llegado el momento de volver a la carga. En su comunicado, se excusa menos de lo que se justifica y se justifica menos de lo que acusa. Las formas de represión eran crueles e incluso lamentables -en esencia estas eran sus palabras-, pero eran necesarias para proteger al Estado de las amenazas de las que era objeto. Y estas amenazas estarían activas en la actualidad, agravadas por la crisis multidimensional que atraviesa el país desde su marginalización. 

Si he entendido bien su mensaje, Ben Alí se presenta de nuevo, como ya hizo con el golpe de Estado del 7 de noviembre [2], como salvador de la nación. Trata de reunir en torno a su figura a los decepcionados de la revolución y, sobre todo, a todos aquellos que temen, que han temido o que continúan temiendo a la revolución, o que favorables inicialmente a ella, ahora tienen miedo de sus consecuencias. Sin embargo, Béji Caïd Essebsi habla de una manera distinta. Habla como un vencido. Habla -me atrevería a decir- como un niño caprichoso, ofendido por haber perdido una partida de chkoba [3] contra una jugadora de bridge [4], aunque lo haya intentado todo para ganar. Para forzar la retirada de su contrincante cambió las reglas del juego, marcó las cartas, movilizó a sus amigos, amiguetes e incluso a los supuestos amigos de sus enemigos. Pero ha perdido y ya solo le queda disimular su derrota, minimizar la victoria de la que ha ganado, hacer como si nada de eso hubiera ocurrido, acusar a su contrincante de hacer trampa, afirmar incluso, de alguna forma, que la partida no se produjo o que, en cualquier caso, él no la jugó. Pero así solo se engaña a quienes quieren engañarse. 


En este punto, sin embargo, los discursos del antiguo y del nuevo presidente son similares ya que ambos ven con razón en las audiciones públicas de la IVD el eco siempre vivo de la revolución que tanto aborrecen: el primero, porque le hizo abandonar el poder, el segundo, porque a él también podría relevarlo del cargo si, por casualidad, volviera a reavivarse la revolución, como así invita a pensar el proceso en curso contra los hombres e instituciones del antiguo régimen, desgraciadamente aún todopoderosos, al que hemos asistido en las últimas semanas. No son de extrañar, pues, las afinidades entre Béji Caïd Essebsi y Zine el Abidine Ben Alí. No obstante, lo realmente odioso es la convergencia de ambos en sus argumentos y las violentas declaraciones de los abogados encubiertos del antiguo régimen o los comentarios aparentemente razonables, repletos de eufemismos y de algunas lítotes que sostienen los partidarios de una democracia a medias. Solo hicieron falta los testimonios de una decena de víctimas para que los traidores de la democracia enloquecieran, horrorizados ante la idea de una relación estable entre muchos de aquellos que nos gobiernan y el régimen que la revolución intentó desmontar. Otros, que celebraron la elección de Béji Caïd Essebsi y que juraron, al menos algunos de ellos, que ya no los acusarían, se enfrentan a la idea que Ennahdha [5] conseguía algún beneficio de estas audiciones.


Ya que estamos, hubiera sido mejor no hablar de ninguna de las víctimas de la represión en lugar de evocar el sufrimiento de los militantes islamistas y de sus familias. Lo piensan, sin duda alguna, pero no lo dicen. Estas personas, bajo el régimen de Ben Alí, enmudecieron. No por miedo, lo que es legítimo, sino por complicidad. Del mismo modo, hoy, en nombre de la lucha contra el terrorismo, ordenan callar a las víctimas del antiguo régimen. ¿Cómo comprender esto si no como una carta en blanco dada a las fuerzas del orden para combatir a los yihadistas tal y como ya lo hicieron con Ben Alí? Me disculparán pero no iré más lejos. No tengo ninguna gana de sumergirme aún más en los discursos cochambrosos de nuestros demócratas de pacotilla. Cuando los oigo, los leo, me convenzo más del carácter indispensable de las sesiones de testimonios públicos, lo más públicos posible. Sigo convencido de que la lucha contra la impunidad es una barrera esencial contra cualquier proyecto de restauración. Tiene que convertirse en nuestra obsesión colectiva.  
Notas: [1] La Instancia Verdad y Dignidad (IVD) fue creada el 15 de diciembre de 2013, dos años después del inicio de la conocida como primavera árabe . Dicha institución tiene la tarea de dirigir un proceso de justicia transicional destinado a reparar los crímenes cometidos por autoridades estatales desde el 1 de diciembre de 1955 hasta el 31 de diciembre de 2013 [N.d.T.]. [2] El 7 de noviembre de 1987 Ben Alí, entonces primer ministro y también ministro del Interior del gobierno de Habib Burghiba, dio un golpe de Estado contra éste último, conocido como «golpe de Estado médico». Un día antes, en la noche del 6 de noviembre, un grupo de médicos dirigidos por Ben Alí declararon la incapacidad del presidente de la República a causa de su deteriorado estado de salud. [3] La chkobba es un juego de cartas muy popular en Túnez [N.d.T.]. [4] Se refiere a Sihem Bensedrine, presidenta de la IVD [N.d.T.]. [5] El partido del Renacimiento, en referencia al momento histórico en el que se encuadra el reformismo islámico (s.XVIII), es el partido islamista mayoritario de Túnez que fue legalizado en 2011 por el gobierno de transición [N.d.T.]. Fuente original: http://nawaat.org/portail/2016/11/28/restauration-ou-lutte-contre-limpunite/ Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=219995 


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