jueves, 25 de agosto de 2016

“Podemos abrir un debate con una pregunta: ¿cómo influir, entonces, en el devenir de las luchas si no nos montamos en los movimientos? Que es casi lo mismo que preguntarse por la relación que queremos tener con los pueblos, barrios, sindicatos, etcétera”.

Ética y dignidad zapatistas
12 de agosto de 2016

 


"En esta forma de hacer política, nueva cultura política le llaman, hay una renuncia a jugar como vanguardia, a ser un grupo que va delante y lleva detrás a los pueblos; a proclamarse los guías que indican el camino a las mayorías que no saben. Están en otro lugar. No son vanguardia; quizá sean algo así como organizadores de pueblos."
Una de las primeras técnicas que aprendimos en la militancia fue a “dirigir” asambleas. En realidad, a manipularlas. En plena adolescencia, los estudiantes ya estábamos en condiciones de imponer lo que considerábamos adecuado para “la causa” sin importar demasiado si los demás lo compartían. Éramos la vanguardia, y punto.
Una de las principales corrientes políticas de aquel período, tenía un modo de actuar en las asambleas que consistía en que sus cuadros hablaban horas y horas, hasta que los asistentes se cansaban y empezaban a retirarse. Colocaban a sus militantes en las puertas de los salones para convencer a los suyos que todavía no se retiraran, y cuando estaban seguros de que ya eran mayoría, pedían votación. Y ganaban casi siempre. Los que intentaban cortar tan largos discursos, eran acusados de violar la libertad de expresión.
Cuando aquello no funcionaba, apelaban a los grupos de choque, algo que nuestra corriente también practicaba. Cuando algunos jóvenes militantes nos preguntan si hace casi cinco décadas los enfrentamientos con la policía eran muy duros, debemos sincerarnos y reconocer que una parte sustancial de las energías las dedicábamos al enfrentamiento físico y dialéctico con las juventudes de los partidos de izquierda. Y viceversa. Los acusábamos de estalinistas, pero caíamos en la misma actitud desde una estrategia “revolucionaria”.
Por esta larga y penosa experiencia, el comunicado del EZLN del 21 de julio, “Carta abierta sobre la agresión al movimiento popular en San Cristóbal de las Casas, Chiapas”, es un ejemplo de ética y dignidad en la relación de los zapatistas con los movimientos populares, sindicatos, partidos y cualquier organización social.
Luego de una primera parte donde estampan su posición ante el ataque al campamento de resistencia popular por grupos armados, y de advertir “no jueguen con lumbre en San Juan Chamula”, un lúcido presagio que lo que vendría, dedican la parte final al tema de las relaciones con los que luchan, bajo el subtítulo “A quien corresponda”.
Primero destaca que “se deben respetar las decisiones, estratégicas y tácticas, del movimiento” y agrega: “No es legítimo querer montarse en un movimiento para tratar de llevarlo a un lado fuera de su lógica interna. Ni para frenarlo, ni para acelerarlo”.
En este punto toman distancia de quienes proponen estrategias electorales pero también de los que defienden posiciones revolucionarias, y aclaran que cualquier movimiento que hagan respecto al movimiento actual lo harán saber públicamente y con antelación, y lo ponen en letras grandes, mayúsculas, para que nadie se llame a engaño.
Como tengo la convicción, por experiencia propia, de que esta es una posición muy poco frecuente entre los movimientos que luchan contra el capitalismo, me parece necesario destacarla, valorarla y defenderla porque nos enseña otro modo de hacer, apegado estrictamente a la ética y a la dignidad, que son indivisibles. Quien defiende la propia dignidad, valora la de los demás, y por lo tanto los respeta, aunque no acuerde, en sus tiempos y modos como dice el comunicado.
A partir del comunicado podemos abrir un debate con una pregunta: ¿cómo influir, entonces, en el devenir de las luchas si no nos montamos en los movimientos? Que es casi lo mismo que preguntarse por la relación que queremos tener con los pueblos, barrios, sindicatos, etcétera.
Creo que el propio zapatismo a lo largo de su historia nos da algunas pistas. La primera, y fundamental, es algo así como predicar con el ejemplo. Organizarnos y hacer. Luego, que los demás vean que sí se puede; que si los zapatistas pueden, los demás también pueden. Este efecto demostración, digamos, es fundamental porque apuesta a poner en juego la autoestima de las comunidades.
En esta forma de hacer política, nueva cultura política le llaman, hay una renuncia a jugar como vanguardia, a ser un grupo que va delante y lleva detrás a los pueblos; a proclamarse los guías que indican el camino a las mayorías que no saben. Están en otro lugar. No son vanguardia; quizá sean algo así como organizadores de pueblos. En esta lógica no hay dirección ni base, que es lo que los movimientos anticapitalistas vienen practicando desde hace más de un siglo. En este modo de hacer no hay lugar para manipular, porque no se trata de ganar asambleas ni de llevarse “masas” de las narices, o de donde sea que las arrastremos. Es mandar obedeciendo.
El comunicado es una doble lección. De ética, porque los pueblos y las personas no deben ser manipuladas, manejadas o sus acciones desviadas para fines que no han definido ellas mismas, ni siquiera por buenas razones revolucionarias.
De dignidad, porque el EZLN cree en la autonomía de los pueblos y de los seres humanos, y rechaza la concepción implícita en ciertas corrientes políticas que actúan como si unos (la vanguardia), fueran los tesoreros de la dignidad y de la autonomía, mientras los pueblos y las personas sólo les queda seguir sus consejos.

Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Portada_Principal/Documentos/Etica_y_dignidad_zapatistas

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