jueves, 9 de junio de 2016

"Precisamos librarnos de los proyectos del pasado, que prometen mucho y nada hacen. No debemos ser masa de maniobra de más de lo mismo. Es preciso cambiar de verdad, tener claro que el cambio que reclama el pueblo brasilero se llama revolución".

Lucha contra la derecha exige claridad de 

la situación y del proyecto
9 de junio de 2016

Por Hamilton Octavio de Souza (Correio da Cidadania)
Nadie duda de que la crisis brasilera envuelve aspectos políticos, económicos, éticos y sociales de enorme complejidad, los cuales confunden la real identificación de buena parte de sus orígenes, consecuencias y posibles desdoblamientos y superaciones. Vivimos una coyuntura embarullada de tal manera que en el corre-corre de los acontecimientos muchas veces tomamos decisiones y miramos blancos de menor relevancia para el enfrentamiento de la crisis. Somos tragados por hechos producidos en el Palacio del Planalto, en el Congreso Nacional, en Supremo Tribunal Federal, en la Operación Lava Jato, en los medios y redes sociales. Gastamos energía superflua y corremos el riesgo de llegar a ningún lugar, reproducir lo que está ahí y no cambiar la situación actual.
Las manifestaciones contra el gobierno (interino, provisorio, transitorio) de Michel Temer, que ocurren desde el inicio de mayo en varias partes del país, expresan motivaciones y objetivos diferentes. Los sectores influenciados por el PT y PCdoB, derrotados en el Congreso Nacional y apartados temporalmente del gobierno debido al proceso de impeachment de la presidente Dilma Rousseff, están en la calles para denunciar el “golpe” e intentar revertir el juzgamiento de la presidente en el Senado. En caso de una nueva derrota institucional, deben asumir de forma rutinaria el papel de oposición al gobierno federal y prepararse para las elecciones municipales de este año y, principalmente, para las elecciones de 2018. Están en ese bloque las organizaciones identificadas con el lulismo, como el PT, PCdoB, Frente Brasil Popular, CUT, CMP, MST y UNE.
Buena parte de la cúpula de esos partidos y movimientos considera difícil el retorno de la presidente Dilma Rousseff al gobierno, ya que depende de una fuerte guiñada de posición en el Senado y, más que eso, de la construcción de un nuevo bloque de apoyo parlamentario y de la reconquista de la confianza junto al empresariado y demás actores políticos y económicos en las instituciones del Estado y en la sociedad civil. Incluso si el desempeño del gobierno Temer sea muy malo, las fuerzas que actuaron en el apartamiento de Dilma, inclusive la gran prensa empresarial-burguesa, tiende a defender el gobierno de Temer y confirmar la caída definitiva de Dilma.
Engrosan las manifestaciones contra el gobierno Temer amplios sectores de la sociedad críticos al gobierno Dilma y al PT, especialmente la juventud, estudiantes, intelectuales y funcionarios públicos, que en el proceso del impeachment fueron sensibilizados por la denuncia del “golpe” y por la defensa genérica de la democracia - del llamado Estado Democrático de Derecho, que no es otra cosa que la base jurídica del sistema fundamentado en el liberalismo político y en la economía capitalista. Están en las calles porque no quieren retrocesos en los derechos, conquistas sociales y en las libertades democráticas. No quieren a Temer, pero tampoco se identifican con la presidenta apartada, con el PT y con el lulismo. Apenas no quieren al conservadurismo y a la derecha en el gobierno federal.

Lucha de masas
Se embarcan también en esa movida del “Fuera Temer”, las fuerzas de izquierda que no están empeñadas en “Quédate Dilma” o “Vuelve Dilma”, pero que refuerzan esa lucha por la democracia en la expectativa de que el movimiento de masas pueda crecer contra la derecha, inclusive después de la eventual destitución o renuncia de Dilma Rousseff, de manera de fortalecer la lucha general de la clase trabajadora. Están en ese grupo principalmente los integrantes o corrientes más combativas del PSOL, PCB, otras organizaciones socialistas, movimientos populares distanciados del lulismo y militantes independientes de izquierda. El PSTU y sus aliados tienen posición propia contra todas las direcciones de los partidos del orden dominante, inclusive contra el gobierno Temer.
Parte de esas fuerzas defiende la realización de elecciones generales en 2016, en la tentativa de mudar la composición del Congreso Nacional y de tener algún líder nuevo y promisorio en la Presidencia de la República. Otra parte apuesta en el avance de la lucha de masas hasta la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, que pueda cambiar las leyes, el sistema político-partidario y promover una renovación de los liderazgos políticos.
Todas esas fuerzas tienen noción clara de que están en lucha contra la derecha, saben que el gobierno Temer representa a los sectores conservadores y al bloque afinado con el neoliberalismo, con la elites y las oligarquías del capital nacional y extranjero. Por eso mismo precisan tener claridad sobre qué hacer más allá del “Fuera Temer”, cuál el proyecto a ser defendido por las oposiciones de izquierda ahora y en el futuro.

Elecciones de 2018
El PT no esconde que por detrás de la denuncia del “golpe” y de la campaña del “Fuera Temer”, tiene una preocupación estratégica relativa por el futuro del partido en las elecciones de 2018. Embalado en el marketing de la lucha por “democracia” y el “rescate de la legitimidad del gobierno”, la campaña electoral de 2018 puede significar, para los petistas, la recuperación del espacio perdido en el fracaso del gobierno Dilma, en los procesos de corrupción de la Operación Lava Jato y en los casos de involucramiento espurio del mayor líder del partido (Lula) con las empresas constructoras OAS, Odebrecht y Camargo Corrêa.
La denuncia del “golpe” cumple varias funciones. La primera de ellas procura atribuir al proceso de impeachment una connotación de acción ilegitima y antidemocrática de la oposición de derecha, de tal manera que el foco sea colocado en los adversarios y no en el propio gobierno del PT, ni en la necesidad de autocrítica sobre los errores de la gestión y sobre los equívocos políticos y éticos practicados en los 13 años de lulismo. La denuncia de “golpe” sirve para lanzar una cortina de humo en el fracaso del PT en el gobierno y omitir una autocrítica sobre lo que el partido debe a los trabajadores y al pueblo brasilero.
Una cuestión que precisa se colocada ahora es la siguiente: el pueblo brasilero creyó en el proyecto del PT en las elecciones de 2002, 2006, 2010 y 2014 ¿pero por qué ese proyecto naufragó y dejó el país en el caos económico, con millones de desempleados, con la educación y la salud arruinadas, con programas sociales estancados y toda la máquina pública reventada? ¿Por qué la derecha aliada al PT ganó fuerza en los gobiernos del PT y terminó por abatir al propio PT, causando graves daños para el pueblo brasilero?
Si el PT no hace una amplia y profunda autocrítica de sus errores y equívocos, la lucha de resistencia al “golpe”, por la democracia, contra el gobierno de la derecha, tiende a no impulsar el necesario aprendizaje político y apenas favorece el retorno del lulismo en 2018, bajo el mismo molde del período 2003 a 2016, que dejó el país en la actual situación. La clase trabajadora tiene el derecho de saber cuál es la política de alianzas y cuál es el proyecto de los que luchan contra el gobierno Temer; si siguen el mismo esquema de conciliación de clases que llevó a Lula y Dilma al gobierno federal, o si defienden ahora una propuesta diferente. ¿Al final, el lulismo continúa apostando en la conciliación con el capital y en el “presidencialismo de coalición” con los partidos tradicionales de la derecha?

Proyecto revolucionario
Es esencial que las fuerzas de izquierda que participan de las manifestaciones del “Fuera Temer”, “Fuera Cunha”, “Fuera Jucá”, “Fuera Renan”, tengan un proyecto político más avanzado de transformación social de aquel que fue aplicado por el lulismo y que fue fragorosamente derrotado por la derecha. Vale recordar que el programa adoptado por el actual gobierno Temer, que enfrenta resistencia en la sociedad, es igual al programa que Dilma intentó aplicar en 2015 y fue ampliamente rechazado por el pueblo.
Está claro que no basta derribar o prohibir políticos marcados por la corrupción y/o la incompetencia y/o por la falta de compromiso con el pueblo brasilero. Tampoco basta enfocar la crítica y el ataque a uno u otro partido político, pues, en general, todos han reproducido los mismos vicios. Tentar hacer una reforma política en la coyuntura es correr el riesgo de entregarle oro a otro bandido, en la medida en que los políticos y los partidos que dominan el Congreso Nacional, los gobiernos estaduales, las asambleas legislativas, la alcaldías y las cámaras municipales están interesados en apenas mantener sus privilegios y sus esquemas de poder. Cualquier cambio real, profundo y verdadero precisaría primeramente dinamitar el actual sistema político-partidario-electoral, precisaría contar con la fuerza del pueblo, la rebelión popular, la organización y la lucha de la clase trabajadora de abajo hacia arriba.
.No basta cambiar gobernantes de los más variados partidos si todos están aprisionados al modelo económico dominante. La lucha de la izquierda, de los trabajadores, de la juventud y del pueblo brasilero debe estar centrada más allá del “Fuera Temer”, “Fuera Dilma”, “Fuera Lula”, “Fuera Cunha”, “Fuera Renan”, “Fuera X”, “Fuera Y”.

La izquierda precisa tener proyecto político para la transformación económica y social de Brasil con objetivos innegociables, entre los cuales la efectiva reducción de las desigualdades, el acceso inmediato a los derechos fundamentales, el fortalecimiento del poder popular, la concreta mejoría de todos los servicios públicos, la profundización real de la democracia y la abolición de todas las formas de explotación de los trabajadores.
El compromiso mayor de la izquierda debe ser con la construcción de una sociedad justa, igualitaria, libre, democrática y soberana. Los militantes de la izquierda socialista que se empeñan en esa lucha precisan tener la osadía de proponer acciones verdaderamente revolucionarias. Precisamos librarnos de los proyectos del pasado, que prometen mucho y nada hacen. No debemos ser masa de maniobra de más de lo mismo. Es preciso cambiar de verdad, tener claro que el cambio que reclama el pueblo brasilero se llama revolución. Ese es el proyecto, nada más que eso.
Hamilton Octavio de Souza es periodista e historiador.

http://www.correiocidadania.com/
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=213226

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