viernes, 19 de febrero de 2016

II. Debatamos la criminalidad de lesa humanidad de la agricultura industrial, del monocultivo de gran expansión y de la fusión de corporaciones del agronegocio.

Panamá
Crisis social del campo
19 de febrero de 2016
Por Olmedo Beluche (Rebelión)

Las consecuencias de 30 años de políticas neoliberales en el sector agropecuario son desastrosas. La crisis lleva a los agricultores empobrecidos y a los peones desempleados a emigrar a la urbe, exasperando la desigualdad campo– ciudad. En 1981 la población rural constituía el 49% de todo el país, reduciéndose, en 2011, al 25%.
Los datos de los censos evidencian una disminución del empleo agrícola, que pasó de constituir el 28.1% del empleo nacional, en 1981, hasta caer en 2011 al 13.9% del empleo total. Hay una tendencia a la pauperización de la población rural, sobre todo indígena. En 2011, la pobreza rural extrema afectaba al 26.4% de la población, y la pobreza general al 52.1%. La pobreza indígena extrema afecta al 61.0% de sus miembros, mientras que la pobreza general, al 84.1% de los indígenas.

Las reformas neoliberales, en 1986, impusieron cambios en el Código de Trabajo que prohíben la sindicalización de trabajadores temporales de la agroindustria, reduciendo ese derecho, y la convención colectiva, a los permanentes. Esto hizo que los salarios de ese sector sean 89.8% inferiores a la mediana nacional ($400/mes); 95.8% inferiores a la canasta básica general ($600/mes). Solo el 4% de la fuerza de trabajo recibe salarios iguales o mayores a la canasta básica.

Sin embargo, la productividad de la fuerza de trabajo en el agro creció, tomando en cuenta que el valor agregado fuerza de trabajo agro, según el Banco Mundial, era en 1981 de $2 mil 420 y, en 2011, subió a $4 mil 458, un incremento de 82%. La mitad (52%) de la fuerza de trabajo labora para alguna empresa capitalista, y el (48%), con parcelistas o empresas familiares.

Hay un debilitamiento de la mediana y pequeña producción: Un tercio de las tierras cultivables están abandonadas, lo que equivale a 35 mil hectáreas. En los últimos cinco años se ha instalado una crisis de los pequeños y medianos productores (arroz, maíz, poroto y café), cuyos rendimientos cayeron 30% y sus importaciones aumentaron 25%. La mayor crisis la sufre el sector arroz. En 1981, el país era autosustentable. Entre 1991 y 2011 desapareció el 25% de las explotaciones de este rubro.

El peso del sector primario en el PIB se reduce. En 1960 representaba 27% del PIB, en 1981, al 9%, para llegar a su punto más bajo en 2011, entre el 5% y 3%. Las exportaciones agrícolas apenas representan el 1.6% del PIB y en estas prevalece el banano, producto “tradicional” de Chiquita Brands, división de Bocas del Toro. A la situación descrita se suman dos nuevos factores de crisis: el avance de los intereses económicos capitalistas hacia zonas que habían permanecido hasta ahora fuera del circuito económico formal, en las comarcas indígenas, y la implementación, a partir de 2013, del tratado de promoción comercial con Estados Unidos.

El neoliberalismo acrecienta la desigualdad social, empobreciendo a las mayorías y concentrando la riqueza en los dueños (nacionales y extranjeros) del agronegocio. La única manera de devolver algo de equilibrio económico y social al campo es: romper con el modelo neoliberal y las imposiciones de los organismos internacionales; establecer derechos salariales y laborales para trabajadores; retornar al proteccionismo y los incentivos; romper las cadenas monopólicas del agronegocio para controlar los precios de los alimentos; repudiar el TPC y revisar criterios de la Organización Mundial del Comercio; y adoptar una política de seguridad y soberanía alimentaria.

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