domingo, 15 de noviembre de 2015

Necesitamos deliberar sobre qué país se implantó con terrorismo estatal y paraestatal en los '70.

Es ir situando como anticapitalistas a las actuales luchas contra 

la violencia sistemática de derechos humanos,
el saqueo, la violencia institucional, la superexplotación laboral, 

la devastación y  la contaminación ambiental 

en contra de la salud pública y  del trabajo presente-futuro.

Partamos de saber sobre la convocatoria al:
25°ENCUENTRO UNIÓN DE ASAMBLEAS CIUDADANAS
27, 28 y 29 de Noviembre

BLOQUEO A MONSANTO
MALVINAS ARGENTINAS, CÓRDOBA. ARGENTINA


Informamos a todxs que se realizó un cambio en la fecha de la próxima UAC, debido al cambio de  día del feriado nacional.
 
Desde la Regional UAC Córdoba, y en consonancia con lo que se resolvió en plenario de la última la UAC,  reafirmamos la convocatoria al 25° encuentro de la Unión de Asambleas Ciudadanas a realizarse en el Bloqueo a Monsanto en Malvinas Argentinas los días 27,28 y 29 de Noviembre.
En todo el país se profundiza el modelo Extractivista, Saqueador, Represor y Contaminante, como también son múltiples las luchas para frenar los negocios de transnacionales y empresas locales, y para construir alternativas. En todo el país y el mundo sufrimos las consecuencias del Sistema Capitalista, devastador de la vida, y del mismo modo lo estamos combatiendo. Nos queda por delante la tarea de coordinar y unir las luchas para golpear con más fuerza.
La lucha que viene realizando el pueblo de Malvinas Argentinas, junto a diferentes organizaciones y autoconvocadxs, ha pasado por diversos momentos a lo largo de estos tres años. La multinacional Monsanto intenta imponer su negocio a cualquier precio, con la complicidad de los gobiernos nacional, provincial y municipal, y no parecen estar dispuestos a dar marcha atrás. La represión y la estigmatización de lxs que luchamos contra el modelo extractivista han sido dos de los recursos que han empleado los Gobiernos Nacional, Provincial y Municipal así como los medios de comunicación alineados a las corporaciones trasnacionales para debilitar la resistencia de un pueblo que no se rinde.

En este último tiempo, hemos visto las consecuencias desastrosas de este modelo de saqueo, contaminación y muerte. Cada pueblo a lo largo y ancho del país está dando pelea contra un Estado que, en sus diversas instituciones (de gobierno, justicia y fuerzas represivas), muestra claramente que defiende los intereses de la transnacionales. Entendemos que lo sucedido recientemente en Jáchal, la constante persecución e intento de procesamiento a los luchadores mapuches, como es el caso del juicio a Relmu Ñamcu, y la situación regional con el avance del agro negocio, de distintos emprendimientos inmobiliarios y la permanencia de la empresa Porta en el Barrio San Antonio de la Ciudad de Córdoba, sólo son algunos  ejemplos de las consecuencias que acarrea este sistema, sostenido por los grandes monopolios ligados a los gobiernos y a sus candidatos.

En este contexto, la regional Córdoba será nuevamente la anfitriona de este 25° ENCUENTRO DE UNION DE ASAMBLEAS CIUDADADAS, núcleo histórico de luchas socioambientales. Es por eso que los/as invitamos a participar de esta nueva UAC, para volvernos a encontrar, a afianzarnos y buscar unidad en la lucha frente al extractivismo, a los gobiernos entregadores y cómplices del sistemático exterminio de los pueblos y sus bienes comunes.
Lxs esperamos!!!

UNIDXS EN LA LUCHA
COMISIÓN ORGANIZADORA UAC 2015
BLOQUEO A MONSANTO-MALVINAS ARGENTINAS
CÓRDOBA-ARGENTINA
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Comisión Prensa y Comunicación
UAC Unión de Asambleas Ciudadanas


Analicemos la importancia de la Unión de Asambleas Ciudadanas teniendo en cuenta que Nuestra América ha sido destinada por el sistema mundo capitalista al:


Extractivismo, historiografía y dialéctica
5 de noviembre de 2015

Por Miguel Ramos (Derechos de los Pueblos)
Actualmente Colombia atraviesa un momento de su historia donde se consolida el extractivismo como política de estado. Pero ¿qué es el extractivismo? ¿Cómo se inserta en un todo como es el sistema capitalista? ¿Cuál método de análisis permite su mayor comprensión? 
Para comenzar se tiene una conceptualización bastante completa del «extractivismo»  donde se afirma que es “el conjunto de actividades económicas –con sus correspondientes derivaciones militares, sociales, políticas, ideológicas y culturales– que posibilitan el flujo de materia, energía, biodiversidad y fuerza de trabajo desde un territorio determinado (en este caso Colombia) hacia los centros dominantes en el capitalismo mundial, donde se consumen a gran escala para garantizar la reproducción del capital” [1] . 
A pesar de la terminología moderna –biodiversidad-, lo que se conceptualiza como extractivismo no es un fenómeno novedoso en la historia. Desde que la llegada de Colón a costas americanas inició la universalización del proceso histórico, conocida como globalización, también inició una división internacional del trabajo que por primera vez era global y que dispuso que América Latina fuera exclusivamente una fuente de recursos naturales en el escenario económico global. Durante la Colonia fue la plata del Potosí, la caña de las Antillas y el oro de todo el continente; con la primera independencia y el amanecer republicano se le sumó el guano, la quina, el salitre y el caucho; en el Siglo XX llegaron por el carbón, el petróleo y el cobre; y actualmente se sumó la extracción de nuestro material genético, biodiversidad, agua, tierras y biomasa. Así las cosas, cabe preguntarse por qué tanto ruido alrededor del extractivismo si al fin y al cabo no es nada nuevo. La respuesta a esa pregunta se divide en dos apartes principales: 
  1. El escape fallido: Durante la mayor parte del Siglo XX, América Latina trató de ganarse otro puesto en la mentada división internacional del trabajo, esto se dio en el marco del llamado modelo cepalino y sus principios keynesianos, los mismos que salvaron a la economía capitalista del Crack de 1928. La idea de esa temprana Cepal era configurar un escenario económico latinoamericano industrializado, donde primara el valor agregado, se sustituyeran las importaciones y se fortalecieran los mercados internos; de manera tal que se superara el estadio económico en que la región se limitaba a ser una fuente de recursos naturales. Sin embargo, las ineluctables crisis del capitalismo y el desvanecimiento del bloque soviético como una alternativa viable para los pueblos, dio paso a la hegemonía de nuevas ideas y principios que se identificaron como “neoliberales” en el plano político y “neoclásicos” en el económico. Este nuevo momento geopolítico finiquitó cualquier interés por tecnificar los sistemas productivos en América Latina. Según el fundamentalismo de mercado y su concepción sofista de las ventajas comparativas, esos países solo sirven para ser colonias mineras. Esto significó el retorno del extractivismo a la región, con nuevos bríos y un marco político, teórico e ideológico que le justifica y retroalimenta. 
  2. La crisis civilizatoria: Con el término “crisis” se pretende denotar un cuestionamiento generalizado, pero no siempre explícito, a un conjunto notablemente grande y significativo de actividades, creencias, instituciones, valores, teorías, usos y conductas que en buena medida tipifican, delimitan y norman concepciones de ser y vivir. Pero esta crisis es particular y novedosa, por eso se le adjetiva como “civilizatoria”. La consciencia sobre su existencia tomó forma con la crisis financiera de 2008, la misma que rápidamente se convirtió en una de carácter económico. Simultáneamente estallan o se recrudecen otras crisis como la energética, por el agotamiento de las reservas de combustibles fósiles; la alimentaria por la destrucción de la producción campesina, el aumento global de los precios de los alimentos y la destinación de las mejores tierras para cultivo de agrocombustibles; la crisis humanitaria por el recrudecimiento de las víctimas civiles en los distintos conflictos armados del mundo y la crisis sanitaria por las precarias condiciones de salubridad presentes en extensas porciones de la población mundial, los precios prohibitivos de los fármacos y el surgimiento cíclico de pandemias. Es así como actualmente se tiene una conjunción de distintas crisis globales, pero la que definitivamente pone en riesgo a la civilización misma es la de carácter ambiental. 
En virtud de esa crisis, hoy en día el planeta Tierra está en proceso de cambio climático y se corre riesgo que deje de ser habitable para el ser humano, lo paradójico es que es el mismo ser humano quien provoca y alimenta la crisis con la contaminación y la destrucción ambiental. Esto ha sido comprobado científicamente hasta la saciedad, por ejemplo en la reunión del Grupo Intergubermental sobre Cambio Climático de la ONU en Estocolmo durante el 2013. En cuanto a Colombia, se tiene que ya aparece entre los países afectados por esa crisis ambiental [2]. El tema ha sido objeto de diversos estudios técnicos y científicos que versan sobre los impactos del extractivismo en el país. Se destaca el reporte emitido por la Contraloría General de la República en el año 2013, donde se concluye que el extractivismo ha redundado en contaminación, pobreza y corrupción. 

Se ha considerado pertinente exponer dos aspectos historiográficos del extractivismo que cubren un lapso que va desde principios del Siglo XX hasta la actualidad, el denominado escape fallido y a la crisis civilizatoria. Esa información es útil para comprender y conceptualizar qué es el extractivismo y para poder actuar frente a su existencia. Esta comprensión y conceptualización requieren de un análisis dialéctico, en el sentido que el mismo tiene desde la tradición marxista donde el problema central del método dialéctico es la transformación de la realidad, en palabras exactas de Georg Lukács. [3] Ese tipo de análisis es el que revela a la realidad como una totalidad cambiante y ubica en ella al objeto de estudio. Se califica como cambiante porque es histórica, lo que implica un ininterrumpido proceso de transformación y torna necesario un repaso de su evolución. Cuando este repaso se hace desde la dialéctica, los hechos ya no se presentan como elementos inconexos en una realidad caótica. Por el contrario, los hechos se comprenden como partes de “la concreta unidad del todo” [4]. 
Lukács afirma en su gran obra, Historia y conciencia de clase, que no estamos condenados a la existencia brutal y cruel que constituye nuestra realidad bajo el sistema capitalista. Esta afirmación esperanzadora se basa en comprender a la dialéctica y al método marxista como herramientas descubridoras del cambio y a la vez constructoras de una nueva realidad que tampoco será pétrea, pero que sí será mucho mejor. Es momento de tomar las herramientas. 
Notas
[1] VEGA CANTOR, Renán. Extractivismo, enclaves y destrucción ambiental. Ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188553
 

[2] 
CONTRALORÍA GENERAL DE LA REPÚBLICA. Minería en Colombia Fundamentos para superar el modelo extractivista. Mayo de 2013. 
Pág. 119. Ver: http://www.contraloriagen.gov.co/documents/10136/182119332/Libro_mineria_sep3_2013.pdf/65bf77a0-8b0b-430a-9726-dad0e72639c6 

[3] LUKÁCS, Gerg. 
Historia y conciencia de clase. Grijalbo. Barcelona. 1975. Pág. 4 [4] Ibídem. Pág.7 

Artículo original de: http://palabrasalmargen.com/index.php/articulos/nacional/item/extractivismo-historiografia-y-dialectica?category_id=138


Miguel Ramos miembro del Equipo Jurídico Pueblos 

Pensemos, para enfocar nuestra salida de la la actual concentración y transnacionalización económico territorial, en que la derrota al neoliberalismo en Nuestra América fue posible ante todo por la capacidad de respuesta de los pueblos.
A 10 años del NO al ALCA: ¿fin de ciclo, continuidad o retroceso?
5 de noviembre de 2015

Por Gerardo Szalkowicz (Rebelión)
Se cumplen 10 años de un hecho que marcó a fuego el cambio de época en la región: el “entierro” al ALCA que promovía Estados Unidos. Desde aquella postal triunfal de Lula, Chávez y Kirchner en Mar del Plata -que coronaba una extendida resistencia popular a ese proyecto neocolonial-, mucha agua corrió bajo el puente. Y la corriente en el río suramericano parece ahora ir en contra. Tras una década de profundas mutaciones, ¿comenzó, como mucho opinólogo vaticina, el “fin de ciclo” de los gobiernos progresistas? ¿Le espera el mismo destino a los procesos más radicales? ¿Cómo están paradas las mayorías populares para enfrentar una etapa de políticas más conservadoras?
Año 2005. Noviembre daba sus primeros pasos y Mar del Plata era el epicentro de la batalla continental. Cinco de los 34 gobiernos (Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay y Paraguay) rechazaban en la IV Cumbre de las Américas el intento estadounidense de crear un área de libre comercio hemisférico. El zarpazo imperial quedaba abortado y la superpotencia del Norte recibía tremendo cachetazo en su patio trasero.
Al día siguiente, en la cumbre paralela, la de los pueblos, uno de esos cinco presidentes se burlaba de mister Bush y regalaba la frase que inmortalizaría ese hito: “ALCA, ALCA, ¡al carajo!”. Junto a Hugo Chávez, el entonces candidato Evo Morales, Diego Maradona y miles de militantes populares eran testigos y protagonistas de un punto de inflexión en la historia latinoamericana.
10 años después…
Tras una década de aquel mojón, el proceso regional atraviesa una etapa de profundas turbulencias, que tuvo en la primera vuelta electoral argentina el último botón de muestra. Los gobiernos progresistas empiezan a ver peligrar seriamente sus futuros y como única respuesta apelan a moderar sus proyectos. Los organismos de integración (ALBA, Unasur, Celac) padecen un prolongado estancamiento. El ALCA murió, pero también se reconvirtió en Tratados de Libre Comercio bilaterales, en el Acuerdo Transpacífico (TTP) y en el TISA. En tanto, los movimientos populares de la región, en general, cierran una etapa de reflujo y desmovilización, empantanados aún en lógicas de fragmentación, autoconstrucción o institucionalización. Así, las derechas vernáculas, empujadas por los monopolios mediáticos, encuentran un terreno cada vez más fértil para recuperar el timón.
En este marco, en el último tiempo se instaló en los análisis sobre el devenir suramericano la idea-fuerza de un eventual fin de ciclo, en referencia a la etapa que empezó a germinar a principios de siglo con la eyección del paradigma neoliberal en buena parte de la región y la irrupción de esta oleada de gobiernos de corte progresista o popular.
Pero el debate, en muchos de los casos, parte de al menos dos matrices desacertadas que desorientan el diagnóstico y reducen la compleja óptica de los procesos.
  • El primer traspié analítico consiste en poner el foco casi exclusivamente en lo que emana desde las esferas gubernamentales, en explicar los ciclos políticos sólo a partir de las administraciones públicas o, en el mejor de los casos, de las pugnas entre bloques de la clase dominante. Esta visión sólo entiende la política “desde arriba”. Ningunea así, y menosprecia, los procesos sociales que atraviesan al campo popular, los avances y retrocesos en niveles de conciencia y organización que protagonizan los pueblos.
  • El segundo enfoque errático es la tendencia a uniformar todos los procesos posneoliberales.    Ya sea por pragmatismo, superficialidad o conveniencia política, se esconden bajo la alfombra sus notorias diferencias metiendo en la misma bolsa a proyectos con raíces, improntas y horizontes estratégicos muy disímiles.
Poder popular: ¿estrategia o decorado?La forma de examinar el escenario actual sólo a partir de la agenda pública o mediática tiene en la misma escuela a quienes pregonan que el freno al neoliberalismo fue obra exclusiva de los nuevos gobiernos del Cono Sur; que el entierro al ALCA fue una proeza de un puñado de presidentes quijotescos. Desde esas lecturas, se subestiman las guerras del agua y del gas en Bolivia, los levantamientos indígenas en Ecuador, el auge de luchas populares en la Argentina de 2001 y 2002, el Caracazo venezolano, el alzamiento zapatista en México y varios etcéteras. Se recuerda aquella foto de Lula, Kirchner y Chávez en Mar del Plata pero no la gigantesca campaña continental contra el ALCA desplegada por múltiples movimientos sociales de la región mucho tiempo antes de aquella cumbre. Pareciera, desde esa óptica, que los gobiernos progresistas surgieron de un repollo y no como productos de –o condicionados por- la fabulosa resistencia popular desplegada en las calles nuestroamericanas a principios de siglo.
Así como no se puede comprender la última década sin dimensionar los procesos de lucha que la precedieron, tampoco se puede echar luz sobre el panorama actual sin evaluar cómo quedaron paradas las grandes mayorías.
A grandes rasgos, en los países que fueron parte de esta época de cambios hay una sensación de que nuestros pueblos no se dejarán arrebatar tan fácilmente los derechos ganados y los espacios conquistados. Ya sea frente a eventuales gobiernos de las nuevas derechas o frente a políticas conservadoras de los mismos gobiernos progresistas, la resistencia social haría muy difícil la aplicación de medidas abiertamente neoliberales. El vaticinio del “fin de ciclo” pregonado desde las usinas del poder reaccionario pareciera estar más manijeado por sus consorcios mediáticos que tener asidero real. Sin embargo, la capacidad de respuesta popular no será la misma en cada país, y ahí vamos al siguiente punto.
Distinto ADN, diferente destinoEl otro “pecado original” que buscan visibilizar estas líneas es el sistemático intento por equiparar todos estos procesos progresistas o populares. Se torna necesario entonces desmontar esta idea para comprender por qué, seguramente, sus horizontes tiendan a distanciarse cada vez más.
Es cierto que hay puntos en común: la recuperación del rol del Estado, la implementación de políticas sociales activas, ciertas legislaciones progresivas, el distanciamiento de Estados Unidos y el acercamiento a China y el resto de los Brics. Se comparte una alianza táctica que a todos conviene (sobre todo a los procesos más radicales, para evitar el aislamiento), lo que también favorece a quienes tienden a englobar a todos estos gobiernos.
Pero mientras en Venezuela y Bolivia se nacionalizaron los principales resortes de la economía y se impulsaron transformaciones de fondo –camino allanado vía Asamblea Constituyente-, que apuestan a trascender la estructura capitalista, en el resto de los países se proyectaron una batería de reformas, en general parciales, que implicaron mayor inclusión social pero sin cuestionar las raíces sistémicas ni revertir las bondades otorgadas al capital transnacional.
En definitiva, suena desacertado describir el panorama actual como “fin de ciclo”. Pero la continuidad de estos proyectos progresistas empieza a mostrar su versión más moderada, con marcados puntos de retroceso como ya se está viviendo en Uruguay con las fuertes luchas por la educación o el -fallido- intento de ingresar al TISA, en Brasil con un rumbo económico claramente  ortodoxo, en Ecuador con el agudo divorcio entre Correa y buena parte de los movimientos sociales, y en la Argentina con la designación del conservador Daniel Scioli como candidato presidencial. La frutilla del postre será la firma del TLC entre el Mercosur y la Unión Europea. Van quedando al desnudo, entonces, las limitaciones de las experiencias neodesarrollistas y el techo al que ha llegado la propuesta de un “capitalismo serio” o “con rostro humano”.
En cambio, los proyectos que apostaron a sostenerse en la movilización y la organización popular, al empoderamiento del pueblo y a cimentar democracias “participativas y protagónicas”, lograron generar un piso de conciencia transformadora mucho más alto, por lo que tendrán más chances de mantener lo conquistado. A pesar de la debacle económica, de las contradicciones internas y del desgaste en sus bases sociales, el acumulado en esta etapa se traduce en mayores reservas para sortear las dificultades y resistir lo que se viene.
Va quedando evidenciado entonces que a la “restauración conservadora” sólo se la evita profundizando los procesos y no pareciéndose a ella. Se va vislumbrando con mayor nitidez, también, que para salvar a la especia humana de su autodestrucción habrá que convencerse de que, como dijo Chávez frente a miles de militantes argentinos en 2011, “no hay tercera vía, hay sólo dos caminos: capitalismo o socialismo”.
Gerardo Szalkowicz. Periodista, editor de Nodal.am, editor de la sección internacionales del portal Marcha (marcha.org.ar). Colabora en Tiempo Argentino, Revista Sudestada, Miradas al Sur, Resumen Latinoamericano y Colombia Informa, entre otros. Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205329

Podemos preguntarnos cómo transformar la realidad social e internacional con otro modo de producción que el capitalista. Veamos un ejemplo importantísimo:
La agroecología como herramienta de democratización habitable
12 de noviembre de 2015

Por Ángel Calle Collado (Diagonal)
La Agroecología es una herramienta de transformación social –ciencia-acción-participativa o forma de vida y movilización desde territorios concretos– que desafía el régimen agroalimentario y sus capataces. Y como nos alimentamos a diario –quienes podemos hacerlo–, nuestras percepciones y nuestras acciones condicionan la capacidad de la sociedad y de sus individuos de definir de forma 'autónoma' cómo queremos hacerlo. Y, siguiendo a Castoriadis, en el hecho de poder gobernarnos con autonomía crítica sobre los asuntos que nos afectan, reside que podamos llamar democrático –algún día– al mundo en el que vivimos. 
De esta manera, la Agroecología así entendida es, innegablemente, un acto político. ¿Por qué agregar entonces dicho adjetivo? Por dos razones. La primera para entrar en la disputa del reconocimiento de manejos y saberes de personas que nos ayudan a vivir y alimentarnos de forma saludable en muchos casos. No hay producción sostenible –para la especie humana– si dicha sostenibilidad no democratiza los regímenes agroalimentarios.
La apuesta actual de los gobiernos no sólo consiste en facilitarle un hardware apropiado a la gran industria alimentaria: leyes de salud y comercialización propicias, investigaciones que apoyen su desarrollo –menos del 1% se dirige hacia la agricultura ecológica–, educación hacia el agronegocio, invisibilización de prácticas alternativas, etc. También quiere imponer la lógica de un  monocultivo del software, de los saberes, de las formas de hacer, de cómo ha de 'desarrollarse' un territorio. Los monopolios colonialistas, y la red que teje el imperio agroalimentario globalizado se comporta como tal, precisan del epistemicidio de otras formas de entender el conocimiento que desafíen la fábrica capitalista, dice Boaventura de Sousa Santos. En particular, las élites persiguen no reconocer ni amparar derechos de, precisamente, pueblos y comunidades que atesoran las culturas alimentarias más sostenibles : pueblos indígenas, campesinos y campesinas, productores y productoras de tradición artesanal. Su memoria biocultural asociada es una amenaza. Estas 'culturalezas' –como nos indican Víctor Toledo y Narciso Barrera– nos vienen ofreciendo caminos que tienden a cerrar circuitos –energéticos, materiales, mercantiles, políticos–  de abajo hacia arriba. 
Democracias de alta intensidad, o radicalización de la democracia, que se extiende desde la siembra hasta la mesa: democracias alimentarias que van creando auto-gobierno en otras parcelas de la vida como la salud, las economías sociales-solidarias, la gestión directa y sostenible del territorio, etc.
La segunda razón tiene que ver con la hegemonía que en estos debates de la Agroecología política, pasan a tener las políticas públicas necesarias para avanzar en esa democratización de tierras, cultivos, mercados y saberes.
En Brasil son conocidas las bondades que dichas políticas públicas han tenido para el país, valgan como ejemplo: el ingreso de 300.000 agricultores en programas de alimentación locales   –programas de consumo institucional–, que   además   reciben un incremento del 30% si los productos son ecológicos ; los apoyos a la creación de núcleos de investigación agroecológica autónomos entre productores, estudiantes y profesorado; o la potenciación de sistemas de certificación manejados por agricultores y consumidores –caso de Ecovida–, no por empresas o instituciones públicas muy al margen de la sostenibilidad territorial, como ocurre en la Unión Europea.
Pero también son manifiestas las contradicciones que conviven en ese despegue 'agroecológico'. Contradicciones que sitúan a Brasil, paradójicamente, más cerca de la senda de Francia que de la construcción cooperativa de la agroecología en otros países latinoamericanos, como sería el caso de Colombia.En los territorios de este país tan próximo de Brasil es constante el enfrentamiento abierto con las políticas desarrollistas gubernamentales por parte del mundo indígena y campesino, que apuesta por la agroecología cooperativa, arrastrando a grandes redes de economía social-solidaria como Agrosolidaria –30.000 integrantes que se definen como “prosumidores”–. Mercados campesinos, Mingas, capacidad para detener el país y detener leyes que patenten la vida como ocurriera en el 2013, impulso al rechazo de los tratados de libre comercio con Estados Unidos, entre otros, son otros tantos elementos que muestran la vigorosidad para apoyar estrategias de gestión agroecológica de los territorios, cuyo faro serían la  creación de zonas de reserva campesina . 
El Estado brasileño, en la encrucijada de seguir el modelo desarrollista que viene auspiciando, encuentra ahora un 'obstáculo' en las demandas provenientes de redes agroecológicas . Y a su vez, el brazo práctico de este Estado –a través de leyes, presupuestos,  formación, compra pública, programas de extensión–, incluso cuando trabaja desde el rubro de la agroecología, se aproxima mucho a la producción en cadena de formas de producción ecológicas, restringiéndose a programas que se repiten para la sustitución de insumos, diversificación, manejo más sostenible de suelos. Programas donde las personas productoras y la sostenibilidad territorial parecen contar poco. Son las dificultades históricas de una institución que entiende más de monopolizar y homogeneizar   –gestión vertical–   que de compartir decisiones y contextualizar –cogestionar y permitir la autogestión–. Institución que, paradójicamente, sería necesaria para enfrentar situaciones de violencia, el poder de los grandes terratenientes o la presión de los intereses de las grandes transnacionales. 
Pero, en materia de promoción de un cooperativismo diverso, el Estado demuestra históricamente una gran miopía –si no un gran rechazo– cuando se trata de afrontar globalmente la sostenibilidad en el medio y largo plazo. ¿Extensión –vertical– o comunicación –horizontal–? Sigue vigente con toda su fuerza la pregunta que nos dejaba Paulo Freire. Y también la nitidez de su respuesta hacia una pedagogía de la autonomía. Pedagogía que encuentra sus raíces en una agroecología –política– donde los Estados, o no están, o actúan como paraguas que acompañan procesos. Pero nunca como motores. No han aprendido a comportarse como promotores de la diversidad en los manejos territoriales. Modernidad obliga. En el lado opuesto de la balanza tenemos las redes de productoras y productores vinculadas a Via Campesina o a MAELA, las cuales, de forma autónoma, practican múltiples expresiones de la agroecología –política– en sus territorios. Y como ejemplo particular de redes emergentes en Brasil que apuestan por una articulación social en pos de una soberanía alimentaria, contamos con ejemplos como O Plano Camponês desde el sindicalismo rural, los sistemas participativos de garantía como los que potencia Ecovida o los grupos de consumo ecológico desde diferentes ciudades. 

Todo ello hace que la agroecología se distancie de los modos de producción capitalistas en muchas partes del mundo. Y que recobre y exhiba su apellido “político” en aras de la construcción de sistemas agroalimentarios locales y sostenibles, ligados a personas que traman, desde saberes propios y propicios para nuestra salud y nuestra existencia como especie, un afán de establecer redes de cooperación que van de arriba hacia abajo . En dicha democratización de conocimientos, la creación de redes cooperativas no absorbidas por el capitalismo y de mercados de proximidad serán elementos centrales en el avance de una pluriversidad agroecológica. Las políticas públicas podrán y deberán existir como paraguas para acompañar , en el corto plazo, el acceso a tierras, a semillas propias, a mercados de prosumidores, etc. Uno, por la legitimidad que aún detentan estas políticas para enfrentar formas de violencia del capital como el acaparamiento de la tierra, de la biodiversidad o de los canales de comercialización. Y dos, por su potencial –no muy practicado de manera regular– de ponerse al servicio de la promoción de tecnologías convivenciales, aquellas que favorezcan autogobierno y no dependencias colonizantes.

Precisamos decir basta, razonar porqué y actuar para los cambios radicales de sociedad y mundo.

 

Vanesa Orieta: “No creo justo que tengamos que decidir entre

dos personajes que no van a resolver la desigualdad”.14 de noviembre de 2015
En la emisión del jueves 12 de noviembre de Enredando las mañanas dialogamos con la hermana de Luciano Arruga, acerca de su visión del próximo balotaje presidencial del 22 de noviembre. ¿Existen matices entre ambos candidatos? ¿Qué le pasa a una persona que ha sufrido en carne propia lo peor del Estado a la hora de pensar qué hacer en esta elección?  Fueron algunas de las preguntas y reflexiones que compartimos con ella. 
Por RNMA

La primera aclaración que hace Vanesa Orieta en el inicio de la charla con Enredando las mañanas es que trata de no pensar el tema del balotaje desde el lugar de víctima, sino que intenta tener un panorama “un poquito objetivo acerca de lo que está pasando en este momento”. Además, aclaró que el 22 de noviembre no votará a ninguno de los dos candidatos que se postulan como presidenciables, aunque señaló que considera que todos estamos obligados a sentarnos a analizar el panorama: “creo que todos estamos de acuerdo en que no queremos concentrar el poder en la derecha que es el macrismo; pero yo también tengo la consideración de que Scioli es parte de la derecha también, quizás su política puedan llevarnos a una crisis un poco más lejana en el tiempo, con una distancia que permita no hacer la crisis tan dura para determinados sectores, pero en definitiva los ajustes los vamos a sentir los que sentimos siempre de la misma forma la injusticia, la desigualdad, que somos los sectores más humildes; seguramente los sectores medios también van a empezar a sentir parte de esos ajustes que son los mismos que en este momento quizás muestren más interés en el futuro más que nada económico de la Argentina”.

 
En este marco, Orieta advirtió que realiza su análisis desde el lugar de cualquier persona que “sale a buscar el mango todos los días”, que vive con la necesidad de acceder a los derechos: “tratando de pelear para que esos derechos sean derechos disponibles para todos los sectores de la sociedad, y desde ahí digo que hasta ahora los más humildes no han encontrado una respuesta concreta de parte de ninguno de los funcionarios políticos que se han presentado como presidentes en esta democracia. Así que la deuda sigue pendiente para con nosotros, y no creo justo tampoco que tengamos que decidir entre dos personajes que en definitiva no van a solucionar el gran problema de fondo que tiene que ver con la desigualdad”.

Violencia institucional
Respecto a la violencia institucional, Orieta consideró que no existen matices entre ambos candidatos: “esto que planteaba antes parecería que muestra un matiz entre uno y otro, pero es la trampa a la que nos han llevado. En realidad lo que uno critica es todo el sistema electoral en esta democracia, en el que algunos concentran un poder excesivo que hace que los veas en todos lados, en las rutas en carteles, por las calles, pegatinas en las paredes de los barrios, es ostentoso el poder que manejan algunos respecto al que manejan otros y eso hace que la realidad no refleje lo que cada uno de los que se postulan para presidente puede ofrecer. En ese sentido, para mí los discursos también han sido bastante pobres, pero puntualmente con lo que tiene que ver con la violencia institucional ambos responden de la misma manera a la hora de encarar la gran problemática de inseguridad, tratando de apuntar principalmente sobre los sectores humildes y sobre los diferentes problemas que se concentran en los barrios humildes, y terminan quedando rehenes de estas situaciones los que provienen de sectores más vulnerables, faltos de derechos, y la verdad que en este sentido cada uno de los que se presentan en este caso para futuro presidente, Macri o Scioli, responden controlando los barrios y persiguiendo sobre todo a los sectores humildes”.

 
Orieta remarcó que no se ve ningún cambio de mirada respecto a que se empezará a intervenir dentro de las fuerzas corruptas que manejan y controlan los grandes delitos: “no tienen el mínimo interés en desarticular eso que en definitiva termina beneficiando también a sectores políticos porque estamos hablando de redes de trata, de venta de drogas, de armas, y ahí es imposible que no exista una articulación de parte del poder político, de parte del poder judicial también y por supuesto que los lamebotas de cada uno de estos, los policías o las diferentes fuerzas de seguridad, que son las que se encargan de llevar adelante estas políticas de control que son manejadas por estos sujetos. En este sentido, yo no veo diferencias, cada uno va a seguir endureciendo esta mirada que apunta a discriminar como siempre a los sectores humildes, y esto se va a recrudecer cuando veamos, por ejemplo, lo que está pasando ahora en Merlo pero no en este contexto sino ya con una persona electa, en un futuro cuando alguien se arriesgue a ejercer su derecho, tratando de tomar una porción de esa gran tierra que tenemos en Argentina, ahí se le va a caer con todo el peso de la ley, y eso ya lo están hablando en los discursos, allí se plantea que aquel que se atreva a tomar territorios en el futuro ni piensen en poder acceder a una vivienda propia, ¿a quién le estamos llamando la atención? ¿A personas que viven en situación de calle, a personas que están viviendo entre cuatro chapas, a personas que están alquilando una piecita que les permite vivir de una forma indignante, a un valor totalmente irrisorio? ¿A quiénes les estamos hablando cuando les decimos que ni se atrevan a tomar tierras?, ¿a quiénes les hablamos cuando les decimos que ni se atrevan a cortar calles o rutas? Les estamos hablando a las personas trabajadoras, que seguramente van a sentir esta crisis, y creo que ambos van a apuntar de la misma forma, ejerciendo el control y la represión, va a ser la única manera de poder ajustar económicamente y controlar a los sectores que se rebelen, con represión”.

Pero yo soy una persona dentro de un país –continuó– que tiene un montón de habitantes, que tienen un montón de pensamientos y de lo que se trata es de ver en definitiva cómo podemos solucionar esta cuestión, no creo que sea la única que piensa las cosas de esta manera y se necesita que empecemos a hacer valer esta voz. Acá es donde creo que estamos cayendo en la trampa, en lugar de hacer una fuerte crítica sobre cómo está sostenida esta democracia, sobre qué cimientos débiles, lo que hacemos es posicionarnos en tratar de decirle a la sociedad a quién votar. Me parece que tenemos que ponernos bastante críticos y empezar a reorganizarnos y a tomar fuerza para enfrentar lo que vendrá porque uno u otro en definitiva va a provocar un desastre en este país”.

Coberturas y visibilizaciones

Esta semana un agente de la Policía Metropolitana baleó a Lucas Cabello en la calle, en pleno barrio porteño de La Boca. A diferencia de otros casos de gatillo fácil, en esta oportunidad hubo mucha repercusión en los medios de comunicación tradicionales. Sobre este hecho, reflexionó Vanesa Orieta: “no miro mucha tele, no consumo noticieros de los grandes medios de comunicación, me indigna bastante el trato que se le da a este tipo de noticias. Si están transmitiendo tanto esta noticia en los grandes medios, puedo pensar que si son oficialistas es porque claramente quieren pegarle al macrismo y es una causa que vale la pena tomar para pegarle al macrismo porque es real, esta problemática existe en la Ciudad de Buenos Aires. El macrismo se ha encargado de correr a los sectores vulnerables, a los sectores pobres, se ha encargado de disciplinar a los jóvenes, aquella famosa UCEP (Unidad de Control del Espacio Público) maldita que salía a pegarle a las personas en situación de calle, todavía deben seguir las herramientas instaladas en este momento por otras fuerzas como la Metropolitana, pero creo que esto es lo que siempre molesta de la utilización que se hace desde los medios de comunicación o mismo desde algunas organizaciones políticas, que según dónde esté ubicado el caso se toma o no, y según a quién golpee el caso se lo toma o no. Eso a mí no me gusta mucho, no considero que esté bien trabajarlo solamente desde la mirada del beneficio; sin embargo creo que si los medios han difundido esta causa está bien, bienvenido sea y que nos ayude a seguir visibilizando la problemática, pero creo que tenemos que tomar cada uno de los mensajes que nos mandan los medios de comunicación masivos, monopólicos, y analizarlos vengan de donde vengan, venga del sector del oficialismo o de la derecha, no son amigos, no son compañeros, buscan pegar en el momento que lo necesitan para obtener algún tipo de beneficio y nosotros simplemente tenemos que aprovechar si nos sirve la difusión del tema que se está tratando, y tratar de al mismo tiempo hablar de eso como un hecho que ocurre en todos los lugares de nuestro país, no solo en la Ciudad de Buenos Aires”.
Hacia el final de la charla con Enredando las mañanas, la hermana de Luciano Arruga llamó a continuar construyendo poder popular: 
“creo que los tiempos que vendrán nos tienen que encontrar construyendo con los sectores que más lo van a necesitar, tratando de generar un poder popular que intente empezar a salir, empezar a defender los derechos y enfrentar a esos poderes que en definitiva son los que quieren someternos y dejarnos cada vez con menos de lo que nos corresponde”.

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