domingo, 15 de noviembre de 2015

Deliberemos sobre qué mundo hacemos posible por subsunción en el capitalismo.


   Ante todo  para cambiar, por trabajo internacionalista,
 
el enfoque de los conflictos bélicos y de la crisis migratoria.
 
Limitémonos al imperativo de los pueblos planetarios de solidarizarse con Palestina y erradicar el Estado sionista de
Israel que agudiza el imperialismo al extremo de terrorismo genocida.
 
Asumir ese desafío -en la actualidad- nos interpela a prefigurar relaciones sociales e internacionales que nos constituyen a cada cual como nuestro trabajo y nuestra persona íntegra. Caetano Veloso ejemplifica este sendero.
 
Visitar Israel para no volver nunca más
12 de noviembre de 2015

Por Caetano Veloso (Folha de S.Paulo)
Traducido del portugués para Rebelión por Susana Merino
Presionado para que no se presentara en Israel junto a Gilberto Gil, Gaetano Veloso visitó con su amigo un sector de Cisjordania. Relata aquí la opresión en la que vio a los palestinos. Un fragmento de la letra de Marcelo Yuka (La paz que no deseo) sintetiza el sentimiento que generó su visita.
Llegar a Tel Aviv desde Europa es como volver al Brasil. La ciudad tiene el aspecto de alguna de nuestras capitales nordestinas y su pueblo tiene el aire altivamente desenfadado de los cariocas.
Desde la primera vez que fui a Israel el contraste entre la capital del país y las ciudades europeas en lo referente a su indefinida arquitectura moderna y al gesto sensual de sus habitantes me conquistó. Me sentí inmediatamente familiarizado con esa ciudad plana y asoleada a la vera del Mediterráneo. Esa identificación me volvía totalmente vulnerable al empuje histórico que me veía permanentemente invitado a enfrentar. Tomaba conciencia de que estábamos en Tierra Santa, en sus marcas fundacionales luego de la Segunda Guerra Mundial, la experiencia socialista de los Kibutzim, el renacimiento del hebreo hablado, la tensión por la amenaza permanente de los hombres bomba.
Volví a Israel algunas veces con intervalos mayores que el de la penúltima y la actual. La primera vez fue en los años 80. En esta última noté la diferencia desde que salí de Francia: nada de revisiones detalladas ni de separación en salas especiales para los pasajeros que viajaban allí. Y en el aeropuerto Ben Gurion ni de lejos tuve la nerviosa acogida de las primeras visitas. Tel Aviv nos recibió sin caras desconfiadas y ya en sus calles sin sus anteriores ineludibles (y a pesar de todo simpáticos) soldados, de ambos sexos cuidando las esquinas. Esas ausencias de señales de crispada defensa, daban a la ciudad el aspecto de una fortaleza habitada, más que antes, por cariocas. La sensación de hallarnos “en casa” fue más fuerte y conmovedora que nunca.
Era difícil reconocer que esa paz reflejaba el mayor poder adquirido por el Estado de Israel, su certeza de que la protección construida para defenderse se mantiene con firmeza ¿Será como dice Marcelo Yuka, la paz que no quiero?
Esa pregunta no aparecía espontáneamente en mi cabeza la noche que llegamos. Al día siguiente, sin embargo, no me abandonaba. Acordé lo más pronto que pude encontrarme con un grupo de israelíes críticos de la política oficial, la ruptura del silencio que me fue recomendada por Jorge Drexler cuando con Gil presenté el show en Madrid. Dexler se dio cuenta de mi interés por saber lo que pasaba en Cisjordania, hijo de padre judío no solo me dio consejos, sino que me prometió ponerme en contacto con miembros del movimiento.
En aquella conversación en Madrid surgió la idea de hacer una visita guiada a sectores de Cisjordania donde se percibiese el peso de la ocupación israelí. Se lo comenté a Gil y quiso acompañarme. Fuimos todos, ambos y los dos equipos de producción. En una amplia furgoneta conducida por un palestino, nos acompañaban además el periodista argentino Quique Kierszenbaum y el guía Yehuda Shaul.
Yehuda hablaba con mucha claridad, en un inglés fluido de israelí hijo de países anglófonos. Contó que había crecido en una familia conservadora. Había sido soldado del ejército israelí, veterano de la ocupación de territorios palestinos. Luego de haber sufrido muchas experiencias de segregación, opresión y cotidianas monstruosidades, no pudo seguir viviendo sin denunciarlas y oponerse públicamente a ellas. Se unió a algunos amigos y creó un movimiento de protesta permanente. Nos dijo que usa el quipá porque es judío religioso y a medida de que la furgoneta atravesaba desiertos nos fue contando muchas atrocidades y explicando la situación geográfica e histórica de la violencia en su país contra las poblaciones de la orilla occidental del río Jordán.
Respondiendo a una pregunta que le hizo uno de nosotros sobre cómo veía la reacción anti-Israel de otros grupos musulmanes, además de la resistencia palestina, Yehuda contestó que está dispuesto a matar y a morir por su patria siempre que esté amenazada por fanáticos que no admiten su existencia, pero que no acepta la ocupación de los territorios palestinos porque "no es kosher". Dijo que la ocupación es un cáncer que matará al Estado de Israel si no se extirpa a tiempo.
Algunos de los que apoyan el BDS, movimiento internacional de boicot a Israel, habían procurado disuadirnos de intentar ir a Tel Aviv a Gil y a mí. Por lo que escuché de boca de Yehuda y de Naser, el palestino de Susiya que nos lo presentó, las quejas de los integrantes del BDS son lógicas. Lo que los más radicales de ese movimiento dicen sobre “Breaking the silence” es que éste, aún crítico del gobierno de Israel, sigue siendo sionista. Lo que dice Yehuda, es que los BDS, aunque protesten contra lo que él mismo odia, tiene como telón de fondo la erradicación del Estado de Israel. Y el único informe que Gil y yo recibimos que lo sugiere procedió del Sindicato Único de Metalúrgicos de San José dos Campos. He aquí un fragmento que muestra el tono del documento. “Nuestra lucha es por justicia, libertad e igualdad. Nuestro sindicato se suma al BDS porque entendemos que es una herramienta fundamental para terminar con el Estado de Israel”. Izhar Patkin, un artista plástico israelí, me dijo en Tel Aviv que le parece que está bien que exista cualquier tipo de movimientos: ellos hacen ruido y eso es lo que hace falta, gritan al mundo lo que ya se oía en los discursos de Yeshayahu Leibowitz hace muchos años.
Rueda de prensa 
Antes de salir de Brasil se me acercó un ciudadano israelí de origen brasileño, llamado David Windholz. Él había leído el anticipo de mi viaje a Tel Aviv en mi página de Facebook y trató de contactar conmigo por email. Es director de una escuela para chicos palestinos y judíos, se ubica a la izquierda del establishment político y me pedía realizar una reunión con estudiantes y grupos que disienten con la política oficial del país. Cuando ya nos encontrábamos en Europa en vísperas de nuestra partida a Israel nos llegó un email de un representante local proponiéndonos que diésemos una entrevista de prensa en la Fundación Shimon Peres.
Yo, que estaba interesado en las propuestas de Drexler y de Wiindholz, no estaba predispuesto a aceptar esa invitación. Consulté con Windholz por email y me contestó que Peres es mainstream concluyendo que “Seguramente intentarán usarlos en favor de Israel pero ustedes sabrán esquivarlos".
Mientras tanto Gil, que cuando era ministro de Cultura había tenido una propuesta de reunión con Peres que no se concretó, decidió aceptar la rueda de prensa en la fundación del ex primer ministro de Defensa y premio Nobel. Peres había sido compañero de Yitzhak Rabin (1922-95) en las más avanzadas tentativas de negociación con los palestinos que se vieron interrumpidas por el asesinato de Rabin a manos de un fanático joven israelí. Decidimos que tendríamos una reunión con Windholz a continuación de la rueda de prensa con Peres.
Pero nuestra ida a Cisjordania precedió a dicha reunión. En la rueda de prensa, solo el periodista brasileño Rodrigo Álvarez, corresponsal local de TV Globo nos hizo la única pregunta realmente pertinente. Pude responderle que había ido a Susiya acompañado por un exsoldado del ejército israelí y que eso me respaldaba. La mención de Susiya (que estaba en las tapas de los diarios de todo el mundo a causa de hallarse sometida a agresiones del ejército israelí y que había generado un comentario poco amistoso con relación a Israel por parte de un miembro del Departamento de Estado de los EE.UU.) provocó un silencio incómodo en la sala.
El hecho es que me sentí muy triste en esos momentos en la Fundación Shimon Peres. Cuando salimos de allí nos dirigimos a la recepción del hotel en el que estábamos alojados y nos encontramos con David Windholz con su grupo de críticos de las políticas israelíes. Había también allí un grupo de mujeres judías y árabes que iban ayunar durante 50 días en protesta por los ataques a Gaza que en junio cumplirían un año; el músico David Broza y un conjunto de personas (sobre todo jóvenes) que aplaudieron calurosamente apenas oyeron la palabra Susiya, algo que contrastaba ciertamente con el silencio incómodo de quienes habían estado presentes en la rueda de prensa de la Casa Simon Peres, ovacionando las palabras “paren la ocupación, paren la segregación, paren la opresión” con que terminé mi relato sobre mi viaje a Cisjordania.
Cartas  
Desde que recibí las cartas de Roger Waters y de Desmond Tutu –amén de las visitas de los dos jóvenes brasileños vinculados al BDS– comencé a interesarme en leer más detalles del tema israelí-palestino. Estaba haciendo aún presentaciones con mi show Abrazazo y necesitaba disponer del tiempo necesario para los ensayos con Gil que nos permitiesen ofrecer un espectáculo mínimamente profesional Pero me dejaba tiempo para leer y ver vídeos. Con la carta de Windholz redoblé mis investigaciones.
Cuando volví a Brasil recibí mails con la actualización del “Breaking the Silence”. En uno de los mensajes me habían anexado un video en que Nasser, el palestino con el que había conversado en Susiya, era golpeado con palos por jóvenes israelíes habitantes de un asentamiento.
Era una imagen brutal. Los soldados del ejército de Israel asistían impasibles a la escena. Ahora que parece desencadenarse la tercera intifada –y que Netanyahu se ve aislado no solo por la oposición sino también por los correligionarios que lo acusan de no haber logrado proteger a Israel– compruebo, desde lejos que la paz que yo creía percibir en Tel Aviv y que parecía comenzar a ser la paz que no quiero era todo el tiempo frágil, superficial e ilusoria.
Muchachos  
Antes de viajar les había dicho a Pedro Charbel y a Iara Haazs, los jóvenes del BDS con los que había conversado, que a mí me gustaba tanto Israel que me sentía como un israelí que se opone a las políticas de Estado de su país. Iara es israelí (judía brasileña criada en Israel) sin embargo me decía que ella no se sentía cómoda con mi parecer. Son muchachos militantes que pueden terminar en altivas formas de intolerancia.
Un amigo de ambos estaba en Susiya el día en que estuvimos allí. Esquivo y con mirada interrogante, se mostraba silenciosamente impaciente con nuestra situación de visitantes: ellos no quieren una lucha clara de los que hacen el boicot a Israel y deploraban cualquier matiz, cualquier mención de complejidad. Yo quiero la paz que parece siempre imposible. Pero ahora la quiero sintiéndome mucho más cerca de los palestinos de lo que jamás imaginé y mucho más lejos de Israel que lo que sentía mi corazón hace poco más de un año. Y quiero que Gabriel, Iara y Pedro lo sepan.
Al salir de Brasil escribí un email a HanyAbu-Assad, el gran cineasta palestino que hizo Paradise now, contándole nuestro viaje y sobre la presión de parte del BDS. Me contestó que estaría feliz de vernos y que el tiempo que pasó en Río le parecía uno de los mejores de su vida. Pero que prefería que aceptásemos las exigencias del BDS, “son mis amigos”, me dijo. Pero que de todas maneras asistiría al show. Cuando estuvimos allí nos escribió diciendo que ya no podría concurrir porque estaría en Europa terminando una nueva película. Es un hombre que cuando en Salvador le pregunté si era religioso me contestó: “Nunca fui religioso, no tengo fe, pero hoy me considero religioso musulmán por razones políticas”.
Antes de iniciar el show en Tel Aviv había pensado dedicarlo a Hany. Pensé también en reiterar mi homenaje a la memoria de Franklin Dario el judío pernambucano que compuso Ana vai embora, pero en el escenario junto a Gil, ante aquella inmensa platea, decidí que dejaría que el show hablara por sí mismo. En la furgoneta que fuimos a Susiya yo le había preguntado a Yehuda que diría si yo gritase “Break the silence” durante el show. Se quedó mudo por unos momentos y me contestó: “No sé. Puede ser interesante, me gustaría saber cómo reaccionaría el público”. Pero entonces haciendo un gran esfuerzo opte por un total silencio político.
Segregación  
El recuerdo de la canción de Rappa me trajo escenas de la segregación informal (y no pocas veces concretada ad hoc) que se ejerce en Brasil. Quien veía aquel campamento palestino con banderas que flameaban sobre los provisorios alojamientos era un grupo de brasileños que encontraba parecida aquella escena a un asentamiento del MST.
Tres hijas de Nasser, dos pequeñas y una adolescente (lo que la obligaba a llevar velo) jugaban alrededor. Sentí necesidad de ir al baño y pregunté a Paulina Lavigne qué hacer. Ella ya se hallaba mucho más interrelacionada con las chicas de lo que se pudiera imaginar, las mujeres de nuestro grupo ya habían comenzado a dialogar con ellas, que eran lindas y risueñas. Me indicaron un baño aislado a la intemperie. Gabriel el joven vinculado al BDS, me señaló el camino.
Nasser había salido del coche para resolver un problema en las cercanías, cuando volvió se reunió con nosotros en una carpa. Nos describió escenas de la destrucción de las viviendas por parte del ejército de Israel y nos explicó los resortes legales que usaba el poder judicial para que pudiera continuar la violencia de la ocupación.
Recordé las favelas brasileñas ocupadas. No quería caer en un reduccionismo político y usar el mismo esquema para evaluar los problemas brasileños a la luz palestina, pero la imagen de los puntuales fracasos del UPP en Río (no sólo el caso de Amarildo) aparecían en mi mente. Nosotros, los visitantes, no éramos ajenos a la deshumanización de que éramos testigos en Medio Oriente. Era imposible no trazar un paralelo con la situación que vivimos en Brasil.
Locura  
Por Internet vi el discurso de un hijo de un general judío, héroe de la Guerra de los Seis días, desarrollando la más violenta oposición a la política israelí y a la propia existencia de Israel, fundamentando sus argumentos no en aquella guerra sino en la Nakba, la catástrofe que fue para los árabes de Palestina la fundación del Estado judío. Oí decir a una mujer que no era razonable cambiar paz por tierras: la paz se intercambia por paz, repetía, queriendo decir no a las teorías de la ocupación y de los asentamientos. Vi mucha locura en ambas partes.
Vi un dibujo animado que planteaba la propuesta de dos Estados y un solo territorio (2 States, 1 Homeland) que sugiere que toda la extensión que va desde el Mediterráneo al Jordán sea compartida por árabes y judíos, cada grupo con su gobierno. Hay muchos israelíes conservadores que opinan que eso significa ahogar a la población judía en medio de la inmensa población árabe. Es la misma hipótesis que David Winholz piensa defender en sus conferencias en Brasil.
Pero lo que más me impresionó fue lo que dijo Yeshayahu Leibowitz (1903-94), un científico religioso, cuando clamó contra el ministro de la Suprema Corte israelí que había declarado legal torturar a los árabes para hacerlos hablar y mantener así protegido a Israel.
Leibowitz no solo fue un religioso que defendía la separación de la religión del Estado y se anticipó a los enemigos de Israel al detectar aspectos nazis en la política del país, aunque siendo sionista se opuso a la guerra de los Seis Días y aún más a la invasión del Líbano. Fue también pionero en comparar a Israel con Suráfrica. Yo tendría que haber dedicado nuestro show a su memoria.
Me gusta Israel físicamente. Tel Aviv me pertenece y me produce nostalgia, casi tanta como Bahía. Pero creo que no volveré jamás.

 
El internacionalismo nos plantea  en cada país y máxime en Palestina, el trabajo de generalizar la conciencia  de que sacudirnos de nuestro conflicto vital exige sacarlo del campo impuesto (por el capitalismo) y adentrarnos en la prefiguración de nuestras conductas acordes con derrotar la obediencia debida y la manipulación por el miedo entre nosotros.  
 

Llamado a los palestinos a una “guerra sin armas”
14 de noviembre de 2015
 
Por Jonathan Cook (Counter Punch)
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Detrás de los titulares en las primeras planas sobre los enfrentamientos entre jóvenes palestinos y soldados israelíes armados, Israel ha estado -como siempre- intensificando silenciosamente su control sobre las vidas de los palestinos en los territorios ocupados.
La semana pasada, en Hebrón -un punto álgido en estos días- 50 familias asediadas que aún viven en el barrio de Tel Rumeida se enfrentaron a una nueva restricción de movimientos, diseñada para ayudar a liberar la zona de asentamientos e intensificar los asentamientos judíos.
Se podía ver a algunos de los residentes de Tel Rumeida haciendo cola en silencio en el puesto de control local para registrar sus tarjetas de identificación. Ninguna persona que no fuera del barrio y que no estuviera en la lista de los militares estaba habilitada para entrar.
La respuesta difiere marcadamente de la reacción de hace 21 años, cuando los residentes enfrentaron una orden similar. Entonces todo el barrio se negó a registrarse. Israel los castigó con un toque de queda durante seis meses, sólo permitiendo a las familias salir por unas horas a la semana para comprar comida.
Cómo responder a las órdenes militares de este tipo está en el debate central y se ha revivido entre los palestinos la discusión sobre los méritos relativos de la lucha armada y la resistencia no violenta.
Una encuesta de principios del verano mostró que un 49 % de los palestinos entre 18 y 22 años, apoyaba un levantamiento armado. En septiembre, después de los primeros enfrentamientos en Jerusalén, esa cifra había aumentado al 67 %.
La volatilidad puede en parte explicarse por una sed de venganza inevitable cuando los palestinos miran a sus compatriotas asesinados y mutilados por los soldados israelíes.
Pero también refleja un vacío de liderazgo y estrategia palestinos. En cambio los palestinos han sido acorralados dentro de campos polarizados que, en pocas palabras, oponen la retórica de Hamás de la lucha armada contra la diplomacia estancada de Mahmoud Abbas y su Autoridad Palestina.
La no violencia una vez se ganó un lugar central en la resistencia palestina a la ocupación. Durante la Primera Intifada de la década de 1980 los palestinos se involucraron masivamente en la desobediencia civil: se negaron a cooperar con las autoridades militares, quemaron sus tarjetas de identificación, se negaron a pagar los impuestos y organizaron huelgas.
Ese enfoque no se terminó del todo. Hoy encuentra su expresión en las protestas semanales y marchas por los pueblos contra las barreras de acero y hormigón de Israel que se comen ampliamente las tierras agrícolas palestinas. Estas protestas se mantienen mayoritariamente pacíficas, incluso frente a la brutal e incesante violencia del ejército.
Pero el uso de la no violencia se ha limitado a las luchas locales, libradas con el objetivo de lograr pequeñas y aisladas victorias. También ha coexistido, invariablemente, con enfoques más violentos, desde el lanzamiento de piedras a los actuales ataques con cuchillos.
Gran parte de la culpa cae sobre Abbas, quien se ha apropiado del lenguaje de la no violencia al tiempo que no la utiliza como una estrategia nacional de resistencia. Incluso el apoyo de la Autoridad Palestina a las batallas de los pueblos contra el muro de Israel han sido menos que a medias.
En las mentes de muchos palestinos la no violencia se ha visto empañada por asociación con años de ineficacia de Abbas; de sus intentos desesperados y fallidos tanto para empujar a Israel a conversaciones de paz como para adular a Washington. El punto más bajo fue su declaración de la condición de "sacralidad" de la coordinación de la seguridad de la Autoridad Palestina con Israel.
Tampoco ha ayudado que los intermediarios foráneos demanden regularmente desde Washington el uso la no violencia por parte de de los palestinos. El mes pasado, el secretario de Estado John Kerry señaló a los palestinos como culpables de los últimos enfrentamientos. "No hay excusa para la violencia", regañó, haciendo caso omiso de las décadas de represión violenta que implementa Israel frente a los esfuerzos de los palestinos por su liberación.
No obstante algunos intelectuales palestinos están abogando por la resistencia no violenta, ya que advierten contra un levantamiento armado. Los palestinos, según en el derecho internacional, están habilitados para ejercer la resistencia a la ocupación, incluso con violencia, pero este grupo hace hincapié en la inutilidad de la violencia ante la superioridad militar de Israel. El suyo es un argumento pragmático.
En un artículo titulado "No vayas a morir, Palestina te necesita con vida", el periodista Mohammed Daraghmeh llamó a los palestinos a "canalizar la indignación nacional hacia la protesta masiva". Recordando a los palestinos que el mundo occidental ha creado el conflicto y debe solucionarlo, Daragmeh advirtió: "No lo hará si cometemos suicidio."
Del mismo modo el empresario palestino Sam Bahour ha acuñado el término "resistencia inteligente", con el argumento de que todas las facciones palestinas deben comprometerse a la resistencia no violenta como una forma de liberación nacional.
Ambos aprovecharon las estrategias anteriores de solidaridad comunitaria y sacrificio colectivo, como las que han demostrado los habitantes de Tel Rumeida hace dos décadas.
Uno de los arquitectos de la resistencia no violenta de la Primera Intifada, Mubarak Awad, recordó recientemente a los palestinos que no es una opción fácil. "Se trata de utilizar la no violencia militante, como un tipo de guerra sin armas", dijo a un entrevistador.
Sugiere, en cambio, negarse a realizar identificaciones emitidas por Israel, desafiar los toques de queda, los bloqueos en las rutas, a las plantaciones de árboles en los sitios destinados a nuevos asentamientos, derribar cercas, ocupar la escena con sentadas e invitando a las detenciones en masa para llenar hasta el punto de ruptura las cárceles israelíes.
Tales acciones requieren la participación de masas, la movilización de las mujeres, los niños y los ancianos, los mismos grupos que pueden ser excluidos de la lucha armada.
Y, como señala Awad, la no violencia también necesita un pueblo entrenado en sus técnicas y principios. Por eso se han traducido al árabe las enseñanzas de Mahatma Gandhi y Martin Luther King.
Organizadores políticos y estrategas como Awad siempre han encabezado la lista de detenciones de Israel. Fue encarcelado y torturado en el inicio de la Primera Intifada y más tarde expulsado a los EE.UU.
El poder de la resistencia no violenta disciplinada, añade, es la que obliga al ocupante una pesada carga: para "hacer frente a nuestra voluntad de luchar por nosotros mismos solo con nuestros cuerpos y corazones".
Obliga a los israelíes a "elegir qué tipo de personas son" y crea división y disenso entre la población del opresor, lo que debilita su determinación.
Es un mensaje desafiante, especialmente cuando Israel está aplastando tan despiadadamente la esperanza y la dignidad palestina. Pero Awad sostiene que es precisamente mediante la demostración de una humanidad incontenible como los palestinos pueden, nuevamente, descubrir la esperanza, recuperar su dignidad y ganar la libertad.
Jonathan Cook ganó el Premio Especial Martha Gellhorn de Periodismo. Sus últimos libros son "Israel y el choque de civilizaciones: Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East” (Pluto Press) y “Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair” (Zed Books). Su sitio web es www.jkcook.net.
 
El internacionalismo nos demanda el compromiso con las luchas en resistencia al sistema mundo capitalista que nos lleva al trabajo colectivo de ir más allá de las noticias e investigar enfoques frente a los acontecimientos para no sumarnos a lo que el sistema induce a pensar y actuar y yendo por caminos constructores de cambios del 'orden' vigente.
 


Masacre en París, Hollande decreta el estado de excepción
14 de noviembre de 2015

La izquierda revolucionaria francesa frente a los brutales atentados en París. Publicamos la declaración de la Corriente Comunista Revolucionaria, integrante del Nuevo Partido Anticapitalista de Francia.


Por: Comité de Redacción Revolution Permanente 
Un centenar de muertos solamente en el teatro Bataclan, una verdadera masacre. Los ataques casi simultáneos se llevaron a cabo en 5 distritos de París, en las calles y en los alrededores del Stade de France en Saint-Denis.
El balance provisorio eleva a 118 personas las muertes al azar, sin contar las decenas de víctimas que están en grave estado de emergencia. Diez meses después del atentado a Charlie- Hebdo y al supermercado kosher de Vincennes, terroristas (islámicos, según la prensa) habrían elegido responder de manera asimétrica y bárbara a la barbarie imperialista que se abate desde año y medio en Siria e Iraq en nombre de la libertad y los derechos humanos contra el Estado Islámico. Francia vive, esta noche, lo que ya vivió Beirut el 12 de noviembre, y que es la vida cotidiana para las poblaciones de Siria, Iraq y Yemen.
Sincronizado, el terror asesino se volvió total poco antes de las 21:30 hs: ráfagas de ametralladora en cervecerías, toma de rehenes en el Bataclan, una de las salas de espectáculos más concurridas de la capital, ataques con granadas en las proximidades del Stade de France, donde jugaban los seleccionados de fútbol de Francia y Alemania con la presencia del presidente Hollande. La conmoción es completa, de cara a este asesinato en gran escala. Condenamos firmemente estos brutales atentados y nos solidarizamos con las víctimas y sus familiares.
Del lado del gobierno, apoyado por el conjunto de las fuerzas del arco político, la crisis es completa, incluso si Hollande y sus ministros tratan de responder a través de medidas en el marco del estado de excepción. Poco antes de la medianoche, de manera breve, la presidencia ha anunciado que el ejército estaba preparado para intervenir al lado de las fuerzas especiales de la policía. El estado de emergencia se declaró en todo el territorio nacional, por primera vez desde el fin de la guerra de Argelia, y no solamente para la “Ile-de-France” (región metropolitana de París) como en 2005 en los días de las revueltas de los suburbios. Esto otorga prerrogativas especiales a los prefectos y a las fuerzas de la policía, para suspender el transito, cerrar establecimientos, y sobre todo detener a cualquiera, en la región parisina, sin ningún marco jurídico regular. Las fronteras por último, están bloqueadas.
Es una hoja de ruta reaccionaria, la que Hollande desarrolla para reforzar las prerrogativas del poder ejecutivo sobre el conjunto del Estado y relanzar un giro bonapartista. Políticamente, sabe que será seguido de cerca por Sarkozy y Marine Le Pen, quienes querrán tomar ventaja de la situación de cara a las elecciones regionales próximas, a pesar de que desde varios de los "estados mayores" de los partidos políticos anunciaron la suspensión de la campaña. Mientras, en el exterior, se puede esperar también un estruendo general de ruidos de sables, por la intensificación de las operaciones militares contra el “terrorismo islámico”. Es lo que se desprende de la primera declaración de Barak Obama.
Hollande apela a la unidad nacional, como después de los atentados de enero, y nos demanda que tengamos “confianza en nuestras fuerzas de seguridad”. Pero estas fuerzas de "inseguridad" no solamente son incapaces de prevenir este tipo de ataques, sino que llevan adelante su propio “terrorismo” contra las clases populares y los inmigrantes. Y son las operaciones imperialistas exteriores del Estado francés, dos por año promedio desde que Hollande está en el poder, las que siembran el terrorismo islamista. Un enemigo de la liberación de los pueblos del yugo imperialista y sionista, y, en última instancia, un reflejo distorsionado de la barbarie militar occidental.
Es por esto que sólo oponiéndonos fuertemente a este giro “securitario”, reaccionario, racista y bonapartista, es que será posible resistir a toda forma de terrorismo, empezando por el más institucional, rechazando el racismo y la islamofobia, que se incrementarán, y rechazando toda amalgama contra los refugiados que son acusados por algunos medios de comunicación por el terrorismo en Europa. Esto implica que las organizaciones de nuestra clase, del movimiento obrero y de la juventud, rechacen integralmente, esta vez sí, el mismo chantaje que vimos luego de los atentados a Chalie-Hebdo. Esta es la condición para pensar una posible resistencia, rechazando cualquier bloque con el gobierno y sus aliados, que son los que siembran las guerras, la miseria, el desempleo, la xenofobia y la explotación.
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Editorial:
¿El horror en París es diferente al de Siria, Iraq, Palestina y El Líbano?
14 de noviembre de 2015

 Por Carlos Aznárez

Otra vez Paris se convirtió en un campo de batalla. Decenas de muertos, cientos de heridos y las mismas consignas de respuesta del gobierno francés frente al ataque yihadista que ya se han escuchado en Estados Unidos y España cuando acciones similares generaron idénticas masacres. Frente al horror se quiere responder con más horror, se habla en los titulares de los principales medios con total ligereza, de que “ahora sí empezó la guerra”, o se alimenta la idea (en forma directa o solapada) de que el mundo árabe y musulmán atenta contra la sacrosanta democracia francesa. A sabiendas que la casi totalidad de esa colectividad repudia al ISIS y sus protectores.

 

Tiene muchísima razón el presidente sirio Bachar Al Assad cuando, después de condolerse por las víctimas de los atentados, recuerda que "Francia conoció ayer lo que vivimos en Siria desde hace cinco años”. Y lo dice precisamente quien en innumerables ocasiones ha intentado -como antes lo había hecho el líder libio Gadaffi- convencer a los gobernantes franceses que no armaran, equiparan logísticamente y costearan con millones de dólares a los ejércitos mercenarios que han sembrado el terror, la muerte y el desesperado destierro de cientos de miles de sirios e iraquíes. En cada ocasión que este mensaje resonaba en los foros internacionales, la posición francesa siempre fue la misma: ratificar su creencia de que exportando la guerra, alineándose con la OTAN y subordinándose ante el mandato imperial monitoreado desde Washington, “el problema sirio”, es decir el tan buscado derrocamiento de Al Assad, iba a ser resuelto.

Está claro que como le ocurriera a los gobernantes derechistas españoles el 11M del 2004, el tiro les salió por la culata. En esa ocasión, el yihadismo, al que España y su alianza con la OTAN habían querido combatir mediante su presencia en Iraq y Afganistán, decidió responder con la misma medicina, y como en París ahora, los que pagan los errores de los poderosos siempre son los ciudadanos de a pie, cuya única culpabilidad, si es que la tuvieran, quizás sea votar y catapultar a la presidencia, a esos asesinos seriales que luego los condenan a la muerte.

 

Ahora, como ocurriera en el mismo escenario con la masacre de Charlie Hebdo, vuelven a sentirse las tan repetidas consideraciones hipócritas. Todos a la vez, los mandamases europeos  prometen más medidas represivas, más censura, más fabricación de armamento para alimentar intervenciones bélicas. Juran que “hoy somos Francia”, en vez de prometer ante las víctimas: “Nos iremos de la OTAN”.  Con esas y otras actitudes similares dejan al descubierto que junto con los asesinos de un yihadismo que no representa de ninguna manera al Islam, ellos -los Hollande, Sarkozy, Rajoy, Merkel y quienes los auspician desde el Pentágono, son los principales responsables de estas acciones bárbaras. Las han alimentado persiguiendo hasta el cansancio a los musulmanes de la periferia de Paris y las diversas ciudades francesas, negándole el uso de recintos para hacer sus oraciones o generando allanamientos en las mezquitas donde era común practicar pacíficamente su derecho al rezo. Allí están como ejemplo esas leyes que prohíben desde 2011 el uso del velo y también la pollera islámica y la burka en los espacios públicos, no obligando de la misma manera a ciudadanos franceses que comulgan con el judaísmo. Segregando al mundo islámico y exibiéndolo ante la sociedad francesa como “el enemigo”, de la misma manera que Israel hace con los palestinos desde hace más de seis décadas.

 

No es misterio para nadie y menos para los devaluados Servicios de Inteligencia francesa, que muchos de los humillados, desempleados y perseguidos por leyes draconianas y racistas que habitaban en la “Banlieue” parisina, fueron cooptados primero por el Frente Al Nusra y luego directamente por el ISIS para que sean parte de la experiencia de sembrar el terror en Siria e Iraq y lo más paradójico es que salieron desde el territorio francés en numerosas ocasiones con el visto bueno de un gobierno que los sintió como sus “soldados de avanzada”. En ese momento, las masacres que esos mercenarios producían en Mossul, Raqqa, Aleppo,Homs o en Palmira, no preocupaban a Sarkozy ni tampoco a Hollande. Eran “daños colaterales” lejos de la comodidad parisina que hasta ese momento parecía blindada, inviolable. Tampoco dijeron nada importante del atentado sangriento cometido esta semana en El Líbano y seguramente muy festejado en Tel Aviv o en la Casa Blanca, ya que en esa ocasión la matanza ocurría en un barrio controlado por Hezbolah. En este caso, los muertos eran tan árabes como los palestinos asesinados en estos días en Cisjordania o en Gaza, cuyos nombres no cuentan para los grandes medios, como tampoco el dolor de sus familiares o las imágenes dantescas de sus viviendas arrasadas. 

Eso no tiene más que un nombre: doble rasero, praxis mentirosa, odio al diferente.

Lo que ahora a ocurrido en París tiene también otra explicación no menos importante. En los últimos meses en el escenario sirio ha ocurrido un hecho que cambió la relación de fuerzas. Rusia decidió intervenir, al rescate de un gobierno y un pueblo asediados por el terror, y lo hizo a su manera, logrando éxitos inmediatos en la lucha contra el ISIS y demostrando que todas las acciones anteriores, propagandizadas por la OTAN y Estados Unidos, habían sido una farsa gigantesca. 

Golpeado en sus bases principales, destruidos muchos de sus almacenes de armamento y sintiéndose traicionados por quienes los arroparon desde Arabia Saudí, Turquía y los países occidentales, muchos de los mercenarios optaron por retornar a sus sitios de origen, entre ellos los europeos. Tanto es así, que ese “retorno” fue anticipado por algunos analistas franceses, quienes aseguraban que “ahora el peligro puede estallar a nuestros propios pies”. De eso se trata precisamente esta repudiable venganza yihadista, que más allá del falso llanto de quienes los gobiernan, debería ser un llamado urgente para que la sociedad francesa, como otras del continente europeo, se decidan a interpelarlos, y exigirles que abandonen sus ideas expansionistas, injerencistas y autoritarias. Que cesen los comportamientos xenófobos, como los que a pocas horas de ocurrir estos atentados, ya han generado el incendio de un campo de inmigrantes refugiados en Calais. Que miren a quienes huyen de las guerras provocadas por la OTAN, como hermanos y no como enemigos. Que se vuelquen a comportamientos humanitarios y no busquen excusas donde sólo hay hombres y mujeres que quieren ser tratados como tales y no como ciudadanos de segunda clase.

Quizás, estas circunstancias marcadas por el dolor, puedan servir de punto de inflexión para buscar un punto de inicio diferente. Si esto no ocurriera, como parece probable visto lo visto, nadie, absolutamente nadie tendrá derecho a preguntarse, cuando el horror se repita: “¿Por qué a nosotros? Leer

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