lunes, 10 de agosto de 2015

“Caemos en esa trampa de llamarlos de la misma manera y provocar así una apropiación gentilicia de todo un continente. Caemos en otras muchas trampas como es considerarlo una democracia modélica. Dos bombas atómicas contra otro país ya en retirada, vencido y sin apoyo externo como era Japón”.

70 años del holocausto atómico
Hiroshima-Nagasaki: las verdaderas razones
10 de agosto de 2015

Por Ross Harrold (NPA)
Los días 6 y 9 de agosto de 1945, en unos segundos, fueron aniquiladas las vidas de al menos 150 000 japoneses. Las semanas y meses posteriores, decenas de miles murieron aún, a menudo en medio de atroces sufrimientos...
Hoy, igual que entonces en el campo de los aliados, hay aún políticos y "expertos" que afirman que, a pesar del horror, los bombardeos eran necesarios para evitar la muerte de centenares de miles de soldados y civiles en una guerra muy larga. Este argumento es falso y oculta las verdaderas motivaciones del gobierno americano.
"Hacer una demostración de fuerzas"
En agosto de 1945, replegado a sus principales islas y Manchuria, Japón no era ya capaz de ofrecer una resistencia consecuente. Ocho millones y medio de japoneses habían abandonado sus ciudades. La producción de guerra se había reducido al mínimo. En las refinerías de petróleo la producción había sido reducida un 83%, la producción de motores de avión el 75%, la de las cabinas de avión un 60%. Seiscientas fábricas importantes habían sido destruidas y el 90% de sus navíos habían sido hundidos.
Un estudio realizado por el ejército americano tras la guerra concluía que, incluso sin las bombas, Japón habría capitulado ciertamente antes del 31 de diciembre, quizás incluso antes del 1 de noviembre. En sus memorias, el general Eisenhower hablará de su "convicción de que Japón estaba ya derrotado, de que el bombardeo era completamente inútil" y que "la utilización de una bomba (no era) necesaria para salvar la vida de americanos". Más adelante, añade que el general MacArthur (el oficial de mayor graduación en el teatro de operaciones del Pacífico) "pensaba que el bombardeo era completamente inútil desde un punto de vista militar". En fin, los Estados Unidos habían conseguido descifrar los códigos de comunicación japoneses y sabían que Japón intentaba negociar y que incluso contemplaba la posibilidad de rendirse.
Algunos analistas evocan el argumento de que, tras haber gastado sumas colosales para desarrollar la bomba, había que utilizarla o que el disparar las bombas permitía observar el impacto, en situación real, de esta nueva arma. Por otra parte, si las dos ciudades no habían sufrido los bombardeos "clásicos" infligidos a otras ciudades japonesas...¿era para medir mejor los efectos de la bomba atómica?
Es completamente posible que tales cínicos argumentos hayan influido en la decisión. En una conversación con el presidente Truman el 6 de junio de 1945, el Ministro de asuntos exteriores, Henry Stimson dice: "Temía que antes de estar preparada, el Ejército del Aire hubiera destruido de tal forma Japón que el nuevo arma no gozara de una situación suficientemente creíble para mostrar su fuerza". Frente a esta observación, el presidente "se ha reído diciendo que comprendía". En fin, en materia de cinismo y de brutalidad, los aliados habían mostrado ya su capacidad de aterrorizar a las poblaciones civiles con armas clásicas, en Dresde y en Tokyo (entre 80 000 y 100 000 muertos en cada ciudad).
El reparto del botín
Pero la razón de fondo se encuentra en la rivalidad entre las diferentes potencias, en particular entre los Estados Unidos y la URSS, la potencia emergente. Durante la guerra, los EE UU y la URSS, así como Gran Bretaña y Francia, tenían necesidad de ayudarse mutuamente para derrotar al imperialismo alemán y al japonés. Pero la rivalidad no estaba nunca muy lejos, como mostró el rechazo de los aliados, en un primer momento, a abrir un segundo frente al oeste, contentos como estaban de ver a Alemania y la URSS debilitarse mutuamente en un duelo sangriento.
Por el contrario, a medida que Alemania y Japón retrocedían, se hacía cada vez más urgente ponerse en la mejor posición para repartir el botín que correspondería a los vencedores al final de la guerra: el reparto de Europa y del Medio Oriente, así como de Asia.
Así, en la conferencia de los aliados en Potsdam en febrero de 1945, la URSS se comprometió a que tres meses después de la derrota de Alemania, invadiría la Manchuria ocupada desde 1931 por Japón.
A cambio de la intervención de sus tropas, Stalin reivindicaba la ocupación de las islas Kuriles, la ocupación de Manchuria y el reparto del Japón. Pero la puesta a punto de la bomba atómica y su prueba exitosa el 16 de julio (la conocida como Prueba Trinity ndr) cambió la situación. Capaces ahora de precipitar la rendición de Japón por el terror, los EEUU podían prescindir de la ayuda de la URSS y evitar así estar obligados a concederle demasiado. Stalin, funcionando con la misma lógica, se precipitó a invadir Manchuria dos días después de Hiroshima, y entregarse a un saqueo en regla de ese país al final de las hostilidades, aunque no pudiera ya pretender un reparto del Japón. ¡Los japoneses se rendían a los americanos, no a los rusos!
La guerra fría no iba a tardar en llegar...
La "peste atómica", ¡nunca más!
El periodista australiano Wilfred Burchet fue el primer corresponsal occidental en llegar a Hiroshima un mes después de la explosión: "Hiroshima no se parece a una ciudad bombardeada. Se tiene la impresión de que un rodillo compresor gigantesco haya pasado por la ciudad hasta hacerla desaparecer. En el primer terreno de ensayo de la bomba atómica, veo la devastación más terrible y la más espantosa después de cuatro años de guerra. Los campos de batalla del Pacífico parecen el jardín del Edén en comparación con esto (...). En el hospital he encontrado personas que no han sufrido ninguna herida al caer la bomba pero que mueren actualmente de secuelas turbadoras.
En Hiroshima, treinta días después de la primera bomba atómica que destruyó la ciudad e hizo temblar al mundo, personas que no había sido alcanzadas durante el cataclismo están aún muriendo de forma misteriosa, horriblemente, de un mal desconocido para el que no hay otro nombre que el de peste atómica. Sin ninguna razón aparente, se debilitan. Pierden el apetito. Pierden el pelo. Aparecen manchas azules en su cuerpo, luego comienzan a sangrar por las orejas, la nariz y la boca.
Al comienzo los médicos me decían que pensaban que eran los síntomas de un debilitamiento general. Ponían inyecciones de vitamina A, pero los resultados eran horribles. La carne comenzaba a pudrirse alrededor del agujero dejado por la aguja de la jeringuilla. En todos los casos la víctima moría".
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=202003


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Los bombazos del 45
10 de agosto de 2015

Por Ramón Reig(Rebelión)
Por sus obras los conoceréis. Hasta ahora, el único país que ha lanzado fríamente dos bombas atómicas ha sido Estados Unidos, el país sin nombre cuyos habitantes se llaman a sí mismos “americanos” y los demás caemos en esa trampa de llamarlos de la misma manera y provocar así una apropiación gentilicia de todo un continente. Caemos en otras muchas trampas como es considerarlo una democracia modélica. Dos bombas atómicas contra otro país ya en retirada, vencido y sin apoyo externo como era Japón. 
Cuando recordamos todos los años esa barbarie consumada, lo hacemos con la boca pequeña, incluso el 70 aniversario actual, porque nos pueden tachar de infantilismo antinorteamericano, EEUU puede enfadarse y no hay que enfadar al señorito que está llevando a Europa hacia su órbita provocando que nos olvidemos de nuestra propia identidad para abrazar una consistente en la falta de memoria histórica por ignorancia y en un sistema mercantil salvaje que contiene a cincuenta millones de pobres y unas distancias pobres-ricos que han aumentado al igual que está ocurriendo en Europa.
No hay que molestar ni siquiera incomodar al señorito. Sin embargo, yo conozco la coacción a la libertad de cátedra en EEUU y un grupo de profesores y periodistas mantienen una web llamada Project censored donde recogen muestras de la censura en aquel país (http://www.projectcensored.org/).
Esas cabeceras de diarios, llamadas prestigiosas, como The New York Times y The Washington Post no son exactamente empresas periodísticas sino que forman parte de un conglomerado mercantil más amplio y diverso que agrupa a varios sectores productivos ajenos al periodismo y que, por tanto, y aunque el discurso “oficial” diga lo contrario, limita la libertad de sus periodistas a la hora de informar porque libertad de expresión –como madre- no hay más que una y el periodismo debería consistir en vigilar al poder público y privado –casi toda la mano de obra laboral de occidente es privada- caiga quien caiga, en lugar de estar siempre produciendo un periodismo de chismorreo político y de presunta investigación que no es más que “batalla” política superficial y filtraciones. Los dos periodistas del famoso Caso Watergate, Bob Woodward y Carl Bernstein, llevan ya decenios denunciando cómo ha decaído el periodismo de investigación en su país.
The New York Times tiene como socio principal al mexicano Carlos Slim, uno de los tres hombres más ricos del mundo. Su fortuna gira en torno a los 70.000 millones de dólares pero parece que no le afecta tener un país en guerra civil larvada con la complicidad de EEUU. Viajo con relativa frecuencia a México desde los años noventa y les aseguro que lo que ustedes saben por los medios de comunicación es una ínfima parte de lo que realmente sucede y todo porque se trata de un país claramente posicionado al lado de EEUU, como en el caso de Colombia. Supongo que saben el famoso dicho que corre por México: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Si lo que está ocurriendo en México sucediera en Venezuela, Ecuador, Argentina o Bolivia, estaríamos sepultados por toneladas de mensajes donde primaría más la intoxicación que la información y el análisis profundo.
A través de su emporio de empresas, el Grupo Carso, presente también en La Caixa por medio de Inbursa, Slim posee el 17% de las acciones de The New York Times. Carso controla también Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), aliado con Bill Gates, George Soros y Esther Koplowitz.
En cuanto a The Washington Post, en agosto de 2013 se hizo público que Jeffrey Preston Bezos –fundador de Amazon- compró The Washington Post a la familia Graham, propietaria durante ochenta años. Hoy no sólo pueden adquirirse libros a través de Amazon sino también una infinidad de artículos: CDs, DVDs, juguetes, electrónica, ropa, comida, etc. Permítanme que dude también del rigor periodístico de ese medio “prestigioso”. En el colmo del servilismo y de la indignidad, ambas cabeceras han mostrado una España casi miserable y con unos habitantes vagos porque duermen la siesta y nosotros aún los consideramos medios de prestigio.
Sobre la libertad de expresión de los periodistas y el derecho a una información rigurosa que poseen los ciudadanos caen con frecuencia bombazos metafóricos cuya radiación se va extendiendo por todo el planeta. El ciudadano –si es que alguna vez lo fue de verdad- se convierte en súbdito consumidor, en sujeto confundido, sumiso y resignado e incluso se cree libre.
Lo más triste de todo es que hoy en día todos los países han comprendido aquel “ejemplo” de los bombazos nucleares de 1945, consumados por un país recién llegado a la Historia. Todos saben que quien desee hacerse respetar debe tener en el armario algunas ojivas nucleares como quien tiene en su casa un arma de fuego para defenderse (algo reconocido como legal por las constituciones der EEUU y México, por cierto).
Lástima que un país tan, por otro lado, apasionante, como EEUU, haya llegado a esta situación y, peor, que las elites europeas lo estén imitando y esa imitación llegue al último de los ciudadanos (la mentalidad de la clase dominante se extiende a la dominada, afirmaba Karl Marx). Lamentable que la primera enmienda de su constitución –sobre la libertad de prensa- sea papel mojado y, si lo dudan, revisen el conocido documental Sombras de libertad (https://www.youtube.com/watch?v=FnD3-mkGAkA).
Sin embargo, es EEUU –y sus imitadores dentro y fuera de occidente- quienes están ganando esta guerra no tradicional ni declarada. Mejor EEUU que el Estado Islámico (EI) aunque hay muchas “sombras” en ese movimiento reaccionario de miedo a la libertad e involución histórica. Si no hubiera tantas, occidente y simpatizantes (ahí están las sombras de la sospecha en relación con el EI) se defenderían mejor de ellos, más unidos, más conscientes de que lo que tenemos nos ha costado siglos de sangre, sudor y lágrimas. Pero puede que lo perdamos, en realidad lo estamos perdiendo y seguimos ahí, resignados, como si nos hubieran caído dos bombas atómicas encima, más destructivas aún que las de 1945. Y para mí que el país que las lanzó tiene gran parte de responsabilidad en nuestro estado de desvalimiento.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=201984

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