viernes, 31 de julio de 2015

II. Apreciemos cuánto los trabajadores nos han permitido esclarecer la realidad que el año electoral oculta

¿Hacen política los trabajadores de la 60?
1ro de agosto de 2015

 

Durante este conflicto largo, los choferes de la línea 60 de colectivos (autobuses) han recibido la reiterada acusación de estar “haciendo política”. “Politizar”, “hacer política”, esto haría que un conflicto laboral fuera no legítimo. Esta acusación proviene de la prensa, de los empresarios de la Línea de buses. Lo más paradójico es que la crítica provenga de los mismos representantes políticos, esto es, de quienes hacen política. ¿Hacen política los trabajadores de la 60? ¿Qué es hacer política y en qué sentidos es legítimo? 
Por Pedro Burdoux, sociólogo, para ANRed.
¿De qué se trata un conflicto laboral? A primera vista, se trata de una pregunta obvia, pero no lo es. Los conflictos entre trabajadores y empresarios tratarían de motivos económicos, que se distinguen de los motivos políticos. Tenemos entonces aquí una distinción entre lo económico y lo político muy tajante, en apariencia clara. Se trata de dos esferas de la sociedad, con dos formas de acción distintas. Con sus reclamos sindicales, los trabajadores actúan en la economía, y está bien que así sea. En todo caso, lo que claramente está mal es que hagan reclamos políticos, usando las huelgas para ello. Recordemos, además, que para muchos empresarios, tampoco está bien que los trabajadores colectivamente interfieran en la economía. Según el discurso liberal, la acción conjunta del trabajo “distorsiona” la libre economía, ahuyenta las inversiones, llevando a la crisis de las empresas perjudicando a todos, incluidos los trabajadores.
Ahora bien, ¿Qué es lo económico -“sin nada” de política? Esto es, ¿puede alguien actuar económicamente por fuera de lo político? Recordemos que en el conflicto del campo fueron los ruralistas quienes esgrimían esta idea. Estos establecieron el antagonismo entre el campo y el Estado. El Estado, cual parásito de una casta, “roba” la riqueza que producía el campo. Los dirigentes del Gobierno contestaron que no habría riqueza sin intervención del Estado. La respuesta consistía en poner en directa relación la política y la economía. Si bien el debate no fue seguido por la mayoría, alcanzaba momentos teóricos complejos, volviendo a la idea de economía política.
Todavía no hemos llegado al núcleo de la idea “economicista”. Pero la analogía con el campo es útil, porque en este período histórico han sido los ruralistas quienes han puesto más claramente esta idea como idea movilizadora en un conflicto social (que conmovió al país en 2008). La riqueza es producida por individuos en conexión directa con su trabajo, y la propiedad (que es fruto de este trabajo). El trabajo y la propiedad entonces son atributos de las personas. Luego, estas personas intercambian lo que tienen, para generar más riqueza o bienestar. Este es el derecho básico sobre el cual se monta la sociedad. “Mi” propiedad, mi trabajo, (y mi familia), son los “pilares” de la sociedad, porque están “antes”, la sociedad son las normas que los protegen.

Esto por supuesto es el credo liberal. Pero este credo es la base ideológica de la economía y la política hegemónicas, que establece un campo de relaciones de poder fundamental en las relaciones sociales. Cuando se acusa a los huelguistas de hacer política se les recrimina que no están actuando según sus intereses legítimos. Las huelgas de trabajadores asalariados son legítimas cuando defienden el puesto de trabajo, el salario, condiciones de trabajo (los motivos económicos). Pero son ilegítimas cuando cuestionan o piden por una política de gobierno, cuando son en solidaridad con otros trabajadores, cuando se relacionan con pujas internas a la organización gremial, o incluso cuando se motivan simplemente para organizar un sindicato (motivos políticos). Este último punto, que los trabajadores puedan hacer huelgas en disconformidad con su sindicato, también se supone (ilegítimamente) político, sugiriendo que no tiene conexión con el quehacer económico de los trabajadores, y que por tanto, introduce otros “intereses” por fuera de la relación de empleo.
Por supuesto que esta concepción es criticada incluso por resoluciones de la OIT (Organización Internacional del Trabajo 1996), las que consideran legal toda acción obrera en defensa de sus intereses, incluyendo a las huelgas políticas (a favor o en contra de tales o cuales medidas desde el Gobierno).

De hecho, los sindicatos surgen contraviniendo el credo liberal, y esta supuesta “pureza” de la economía frente a la política. Los empresarios, así como los ruralistas, se basan en esta pureza, la cual se remite a la propiedad privada, como noción “pura” que vincula de manera natural a las personas con las cosas (el dinero, las maquinas, los autos, o la tierra). Aparece como natural la propiedad de la tierra, del dinero, de las casas. Pero los asalariados tienen fundamentalmente… salarios, o su trabajo, o más bien, su capacidad para trabajar. Un trabajador a lo sumo se compra un auto. Con mucho esfuerzo en su vida laboral construye o se compra una casa. Pero es probable que lo echen, que pierda lo poco que ahorre. En pocas palabras, el trabajador no tiene propiedad, salvo su propia personalidad y corporeidad. La cuales a su vez solo se pueden realizar trabajando (si es que se “realiza”).

Es cierto: ¡nos estamos yendo a discusiones de 1844, cuando Marx comenzaba a estudiar a los economistas ingleses en París! Pero hemos visto que estas nociones establecen lenguajes de batalla del presente. En algunos aspectos se ha avanzado. Sin embargo, cuando vemos conflictos como el de la Línea 60, o el conflicto del campo, pareciera que la historia se repite, que no hemos avanzado mucho.

Los primeros sindicatos fueron prohibidos porque hacían política, según el credo liberal. Lo que estaba en cuestión es el derecho de la lucha por sus condiciones sociales de reproducción, lo cual no podía separarse del derecho “político” de organización, ya que según hemos visto, los trabajadores no tienen propiedad. Solo pueden defender sus intereses colectivamente. Esto no quiere decir que no existan intereses individuales en los obreros, pero fundamentalmente estos son usados como argumentación mantener la desigualdad en la relación de poder/propiedad. Hay una desigualdad fundamental entre el individuo propietario de capital y el individuo trabajador. Para el trabajador no hay “economía” sin política. Este es el terreno del empresario y el terrateniente.

Hemos abundado en nociones básicas escondidas (a veces explícitas) en el lenguaje del conflicto laboral, según el cual hay huelgas económicas legítimas y huelgas políticas ilegítimas. Pero aunque los economistas neoliberales lo expliciten, ellos suponen la naturalidad (no social) de la propiedad y el trabajo. Estos conceptos prácticos están en la base de la comprensión de los conflictos laborales. En la medida en que constituyen el campo hegemónico, se convierten en los lenguajes en conflicto usados por los mismos trabajadores. “Nosotros no hacemos política”. Y por supuesto que no la hacen, en el sentido que le acusan. Pero la defensa de sus intereses conecta lo económico y político, al cuestionar la pureza (un determinado tipo de abstracción no social) de lo económico. Lo que están diciendo los trabajadores, con sus acciones más que con una teoría, es que no hay economía primero y política después. La economía pura es la propiedad, y ellos no tienen propiedad. La economía está dentro de la sociedad, no existe sin una relación de poder, que se expresa en lo político y en las instituciones del Estado. La sociedad es un campo de fuerzas, donde se miden intereses colectivos, los cuales cooperan al mismo tiempo que luchan entre sí.
También se les recrimina no seguir la legalidad. Recordemos que los choferes de la 60 mantuvieron el servicio de transporte, bajo protesta, no cobrando boletos a los usuarios. Luego realizaron cortes de ruta en la Panamericana. Derecho de la propiedad de la empresa (los trabajadores quieren controlar la empresa), derecho de circulación (impiden el libre tránsito). Derecho contra derecho, gana la fuerza. La normativa vigente introduce derechos legales contradictorios en conflicto. La conflictividad pone en entredicho la normativa. Por ejemplo, la Constitución establece al mismo tiempo el derecho de la propiedad privada, junto con el derecho del trabajo, la vida digna, la justa distribución de las ganancias, libertad de organización sindical. Si los trabajadores piden estos derechos, ¿estarán haciendo política, metiéndose en lo que no les corresponde?
Escribimos estas notas mientras la lucha continua. La reflexión es parte de la lucha, permite las estrategias. Continuaremos estas notas de campo de sociología combatiente.

Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article10356

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