martes, 28 de abril de 2015

"Empezamos a trabajar el concepto de situación, entre varios compañeros e intelectuales, buscando una unidad que permita volver a territorializar la vida, el pensamiento y la acción".

Entrevista con el filósofo y activista Miguel Benasayag
“Resistir no es sólo oponerse, sino crear, 
situación por situación, otras relaciones sociales”
28 de abril de 2015

Por Amador Fernández-Savater (eldiario.es)


¿A qué nivel actuar? ¿A qué escala se cambia el mundo?


Miguel Benasayag es, según su propia definición, un “militante investigador”. Se sumó con apenas diecisiete años a la guerrilla guevarista del Ejército Revolucionario Popular (ERP) donde luchó contra la dictadura argentina. Fue detenido y sufrió cuatros años de prisión y torturas. Tras la muerte de dos religiosas francesas bajo el gobierno militar de la Junta, Miguel Benasayag pudo beneficiarse de su doble nacionalidad (su madre judía francesa abandonó Francia en 1939) y gracias a una maniobra diplomática fue liberado en 1978 y recaló en Francia, país que no conocía. Allí se convirtió en escritor, psicoanalista y filósofo, participando activamente en distintos colectivos y asociaciones (la red No Vox, el colectivo Malgre Tout, Act Up París, etc.).

En su libro Política y situación. De la potencia al contrapoder, escrito junto a Diego Sztulwark y publicado en el año 2000, desarrolla una reflexión de enorme relevancia sobre los medios de mantenerse fiel a la exigencia de libertad y solidaridad de las luchas revolucionarias pasadas, pero en un contexto radicalmente transformado. Allí podemos leer que “la nueva radicalidad no implica ser más radical que antes, sino serlo de manera distinta. Se trata de asumir que 'somos las situaciones que atravesamos' y, en consecuencia, transformar esas situaciones”.
¿A qué nivel actuar? ¿A qué escala se cambia el mundo? El concepto de 'situación' está en el corazón del pensamiento de Miguel Benasayag, es la "unidad que permite volver a territorializar la vida, el pensamiento y la acción" en el desgarrón de la posmodernidad. Y a partir de él como hilo conductor, repasamos en esta entrevista algunos de sus temas políticos clave: la naturaleza necesariamente localizada del neoliberalismo y las resistencias, la crítica del militante clásico en tanto que militante que sobrevuela las realidades concretas, el elogio del conflicto como principio de convivencia, la diferencia entre política y gestión, entre potencia y poder, etc. La actualidad, intempestiva y polémica, de su reflexión política en el contexto actual se hará evidente enseguida para el lector.

1. ¿En qué contexto nace el concepto de “situación”?
Miguel Benasayag. El concepto de “situación” aparece en determinado momento, para mí, para mis compañeros y la gente cercana, como una necesidad, no sólo teórica, sino vital. Te explico esto un poco.
En 1978 llegué a Francia, tras mi salida de la cárcel, justo en el comienzo de lo que se llamaría la “posmodernidad”. Era el momento de los “nuevos filósofos”, luego llegaría Fukuyama, el fin de la Historia y las ideologías, etc. Digamos, en breve, que en esos años se evidencia un agotamiento de la posibilidad de un pensamiento en términos de universalidad abstracta, ya sea kantiana, hegeliana o marxista. Es decir, no funciona más la idea de que tu situación y realidad concreta -y lo que debes o puedes hacer desde ahí- se puede explicar o deducir desde un universal exterior a ella, un deber ser de las cosas. Hay toda una cosmosivión que se agota, no tanto por falsa, como por lo mismo que se agotan las civilizaciones o las culturas, son ciclos. Y de ahí resulta el triunfo de la dispersión.

2. ¿A qué te refieres con dispersión?
Miguel Benasayag. La dispersión, el individualismo, la posmodernidad, un mundo donde ya no hay más verdad ni mentira, todo se reduce a placer, displacer, interés, lo inmediato, lo que funciona... Una tendencia perfectamente homogénea con la economía neoliberal.

3. Entiendo, sigue.
Miguel Benasayag. Entonces, entre el universal abstracto ya irreconstruible y la dispersión total se nos aparece la necesidad de pensar una unidad múltiple, convergente, que permita un nivel de inteligibilidad y comprensión, de exigencia ética y política, que no mire con el espejo retrovisor al pasado ni se haga cómplice tampoco de la dispersión y, en definitiva, del individualismo neoliberal. Y es en ese sentido que empezamos a trabajar el concepto de situación, entre varios compañeros e intelectuales, buscando una unidad que permita volver a territorializar la vida, el pensamiento y la acción, investigando una nueva racionalidad que permita diferenciar, como dice el tango argentino, “entre ser derecho y ser traidor”, es decir, donde haya principio de asimetría.

4. ¿Podrías ponerme un ejemplo para entenderlo mejor?
Miguel Benasayag. Te pongo uno de mucha actualidad ahora aquí en Francia. El pensamiento situacional es lo que me permite decir, a mí que no soy musulmán o islámico ni nada parecido: “aquí y ahora, en Francia, el ataque a las chicas musulmanas que llevan velo es una injusticia, porque ese velo significa una búsqueda de sentido y dignidad frente a la desestructuración neoliberal, a un colonialismo mal resuelto, etc.”. Es decir, situacionalmente, dentro de una unidad, un espacio y un tiempo determinados, un territorio, hay una asimetría entre un fascista del Frente Nacional o un humanista laico-radical y quien dice por el contrario: “espera un poco, aquí hay una búsqueda de dignidad, hay que ver, escuchar, dialogar”. Sin embargo, en otra situación, en Arabia Saudí o Qatar, el velo significa por el contrario el horror total de la opresión de la mujer y habría que ayudar a cualquier chica que tenga el coraje de quitárselo.
El pensamiento situacional permite encontrar dinámicas universales que, aquí y allá, se manifiestan de modos radicalmente distintos, incluso opuestos. Lo que podríamos llamar universales concretos. Mientras que el universal abstracto es una perspectiva “desde ninguna parte y para todas”, el universal concreto es aquello que existe aquí y ahora, aunque se reproduzca (es un universal) de modo distinto en cada aquí y ahora.

La lucha en situación y el militante triste

5. Afirmas que tanto el neoliberalismo como las resistencias sólo existen “situacionalmente”. Es una visión muy poco normal, porque tendemos a ver el neoliberalismo como una serie de políticas que vienen de arriba a abajo, que se derraman desde unos centros de poder hacia abajo, hacia unas víctimas (la gente, el pueblo etc.). Es una inversión de perspectiva muy fuerte la que propones.
Miguel Benasayag. El neoliberalismo -digamos, la gestión empresarial de la vida- es una lógica global, pero que se dispersa en el infinito de las situaciones (por ejemplo, la escuela, la salud o la naturaleza son gestionadas como empresas). “El todo está en cada una de las partes”, diríamos filosóficamente. Uno no “encuentra” al neoliberalismo más que bajo sus diversos modos de existencia. Es decir, el neoliberalismo está compuesto de prácticas cotidianas, de relaciones sociales y nosotros mismos participamos en esta explotación a la que estamos sometidos.
Como muchas otras estructuras, por ejemplo la lengua, el neoliberalismo tiene una autonomía, nuclea, orienta la vida de toda situación, pero sólo existe dentro de cada situación concreta. Es decir, no nos equivocamos cuando decimos que el neoliberalismo está por encima de la vida, sobre la vida, pero a la vez esta dimensión sólo se manifiesta como un virus que contamina cada elemento de la vida. Y en ese sentido la respuesta al neoliberalismo no puede ser más que múltiple, difusa, contradictoria y situacional. Resistir no es sólo oponerse, sino crear, situación por situación, otros modos de vida y otras relaciones sociales.

6. Entiendo desde ahí tu crítica a la política clásica (incluyendo la política revolucionaria), en el sentido de que ésta por lo general no ha asumido este carácter situado del capitalismo y las resistencias. ¿Podrías exponer los rasgos generales de esa crítica?
Miguel Benasayag. Sí, yo hablo del “militante triste” para referirme a una manera de entender el compromiso. ¿En qué sentido? Este tipo de militante no está comprometido con la construcción de situaciones concretas, sino que tiene una idea de cómo el mundo debe ser, una idea de cómo deben ser las cosas. El problema es que las ideas son ideas. No todo lo que es posible en el mundo de las ideas es, por usar un concepto de Leibniz, “composible” o realizable en la realidad. Por eso digo que este tipo de militante es triste, en el sentido de impotente y agrio. Para él, la realidad concreta, las situaciones concretas, nunca alcanzan el ideal. El mundo no es como debería ser, el mundo verdadero es otro, está en otra parte.
El militante triste comulga con esa visión platónica donde siempre hay una especie de asco hacia la vida, hacia la fragilidad, hacia lo mezclado, lo indeterminado, etc. Me refiero a cuando Platón habla de la corrupción de la carne. Los platónicos aman las ideas, los programas, las arquitecturas políticas ideales. Y, en el fondo, la visión del mundo nuevo que tienen es la de un mundo donde se haya vencido por fin a la carne corruptible.

7. Y en este planteamiento, las situaciones serían la “carne corruptible”, ¿no?
Miguel Benasayag. Claro, en la figura del militante triste este odio a la carne se expresa como indiferencia de fondo a las situaciones concretas, porque sólo son señales en la autopista hacia el mundo mejor. No se ve una pregunta concreta por cómo luchar aquí y ahora, con la gente que está aquí y ahora, sino sólo señales hacia el mundo por venir, hacia lo que debe ser.
Es lo que yo digo la “lógica transitiva” que define de cabo a rabo la política clásica: la situación A no tiene más realidad y valor que la de poderme llevar a la situación B y C. Las situaciones no interesan por sí mismas, sino “en tanto que” sirven a tal o cual plan, programa o estrategia que distinguen en abstracto entre lo principal y lo secundario, etc.

Yo tengo mucha bronca con el militante clásico, con el militante triste. Porque cuando hay luchas siempre aparecen esos que saben por dónde pasa la historia, con el fin de disciplinar a la gente según tal o cual programa, tal o cual estrategia de conjunto, tal o cual coyuntura electoral, descuidando la lucha a nivel situacional, a nivel de construcción de situaciones concretas. Me atrevería a decir incluso que las organizaciones revolucionarias, los militantes revolucionarios, en tanto que militantes clásicos, extra-situacionales, vanguardias, son los anticuerpos que la sociedad segrega cuando la potencia libertaria de la base se desarrolla.

8. En El compromiso en una época oscura desarrollas otra idea del compromiso muy distinta, otra figura de la militancia, ¿cuál es?
Miguel Benasayag. Una figura de compromiso no volcado hacia el futuro, sino hacia lo que ya está aquí. No orientado por un programa (siempre definido en función del futuro y la totalidad), sino por un proyecto que parte del presente e implica a los que buscan respuestas a los desafíos planteados por situaciones concretas.
En la sumisión a los programas aparece la lógica de la transitividad: A es medio para B y C. Es por el contrario en radical inmanencia con respecto a las situaciones que se habitan que puede establecerse otro tipo de compromiso.
Sin embargo, hay que tener un coraje enorme para desarrollar luchas, proyectos, iniciativas múltiples sin pedir una visión arquitectónica de la realidad, una visión de hacia donde va y de donde viene todo lo que pasa, sin necesitar la promesa de un mundo nuevo, sino desarrollando nada más (y nada menos) la potencia de las situaciones, aquí y ahora. (...)
Fuente original: 
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