martes, 25 de marzo de 2014

III.Consideremos: "la huelga docente es mucho más que una negociación salarial", aparentemente sectorial enfrenta el ajuste con trascendencia tanto para los poderes establecidos como para los de abajo.


Las paritarias son una prueba de fuerza
¡Tensemos las fuerzas de nuestra clase!


Hoja de Coyuntura - Marzo 2014

Si hay una inflación del 40% anual y te ofrecen un 30% de aumento en cuotas, con buena parte del aumento “en negro”: ¿firmarías ese acuerdo? A las conducciones de nuestras centrales sindicales evidentemente les parece un buen acuerdo. UPCN y otros gremios conducidos por fuerzas oficialistas vienen firmando incluso por debajo de esa cifra e incluso Caló por la UOM viene dando señales en este sentido (hablando de aumentos “en blanco” por debajo del 30%, buscando compensar algo con sumas informales). Esta línea del sindicalismo oficialista es muy clara con lo ocurrido en el gremio docente. En las provincias donde dirige la Celeste, en cuanto les ofrecieron un 30% en cuotas, agarraron viaje. Este número es el que le vienen reclamando a Cristina (la CTERA) y a Scioli (la conducción del SUTEBA).

Si bien los/as docentes en las escuelas no muestran ningún entusiasmo con ese arreglo, la realidad es que en los distritos donde se firmó el 30% en cuotas, el conflicto parece cerrado. ¿Por qué? En distritos donde hay conducciones de izquierda representativas de sus bases, el acuerdo fue por mucho más, llegando en el caso de Santa Cruz a más del 50% en cuotas con la mayor parte “en blanco”. Es necesario un fuerte trabajo en las bases, en las escuelas y con la comunidad, para que podamos generar una mejor relación de fuerzas como para presionar sobre ese techo implícito del 30% que se está firmando. Si bien este trabajo de base avanza con decisión desde las organizaciones de la nueva izquierda, aún estamos lejos de que las mismas logren romper el techo.

Hasta el 10 de marzo se veía muy difícil que pudiera irse a más, dando la impresión que la celeste y Scioli acordarían también por esa suma que venían dando los gobernadores de la oposición como De la Sota, Macri y Bonfatti. Pero Scioli y Cristina mantuvieron su declaración de guerra simbólica y material a los docentes. Desde agravios y descalificaciones, hasta un vergonzoso techo del 25% en cuotas (el 31% es sólo para quienes recién se inician), pasando por un viraje reaccionario en el discurso de política educativa, afirmando que el salario de bolsillo debe considerarse en función de lxs docentes que tienen ¡dos cargos!, es decir el equivalente a 18 horas de trabajo por día (9 frente a curso y 9 de trabajo extra curso que debe hacerse para mantener una mínima calidad educativa).
Estamos ante un escenario paritario contradictorio. Los acuerdos que docentes y estatales vinieron cerrando a la baja y con continuidad de diversas formas de precarización laboral empiezan a ser puestos en cuestión no solo discursivamente sino también en la lucha. La lucha de los/as docentes bonaerenses como lucha testigo aún sigue abierta. Luego de un arranque con cierto peso de la izquierda pero sin ánimo de masas, finalmente en la semana del 10 de marzo las distintas corrientes docentes de izquierda hemos logrado tensar y concentrar la fuerza en las bases, ayudando a un salto del conflicto. Debate en las escuelas, asambleas de base, marchas distritales se encadenaron para conmover a muchos distritos, dándole un peso social comunitario a la lucha, hasta llegar a la gran marcha del miércoles 19 de marzo en La Plata.

De esta forma el consenso pasivo que la mayoría docente tenía con la lucha y contra el techo de los gobiernos, pudo transformarse en un consenso activo con la lucha, en una participación que puede alcanzar un alto protagonismo de base.

Por cierto, la celeste del SUTEBA sigue teniendo margen para arreglar como lo hizo la celeste en otras provincias por un 30% en cuotas y “en negro” con Scioli. Pero este margen se le reduce día a día. Aún en ese caso las agrupaciones docentes de base debemos impulsar dar una prueba de fuerza, remarcando que podemos ir por un aumento que al menos equipare a la inflación (¡ni hablar que igual así sería menor a la canasta familiar y al sueldo de un policía que recién comienza!) y que sea todo el aumento al básico.

De no triunfar la lucha docente bonaerense, las paritarias de los trabajadores y trabajadoras del sector privado (así como las de los cooperativistas de los planes estatales) tendrán un fuerte precedente a la baja. A ello se le suma que diversas empresas ya empezaron a suspender a muchos/as trabajadores/as, e incluso a despedir selectivamente a muchos/as delegados/as de base. Y el gobierno, las cámaras empresarias y las conducciones sindicales oficialistas vienen mostrando un acuerdo simbólico entre ellos para no dar aumentos superiores al 30%.
Pero también es real que los/as trabajadores/as venimos promoviendo representantes de izquierda y antiburocráticos, resistiendo aquellos despidos y suspensiones, en muchos casos con éxito, y planteando reivindicaciones “novedosas” a la ofensiva, como el caso de la mejora de las condiciones de trabajo, además de pelear por aumentos por encima de la inflación. Queda por verse si este lento proceso de acumulación a una mayor disposición a la participación y a la lucha puede dar un salto a la articulación entre distintas organizaciones de trabajadores/as.


Las luchas comienzan a ser articuladas
De fines de febrero hasta hoy viene dándose una tendencia a la articulación de las luchas. Los encuentros docentes de mediados de febrero, el acto del 5 y la jornada del 27 de febrero por la absolución de los petroleros de Las Heras, la creciente articulación entre estatales y docentes, el paro y la marcha de la CTA Micheli con la corriente sindical del PO el 12 de marzo y finalmente el encuentro sindical del 15 de marzo, evidencian esta tendencia progresiva.
Por supuesto esto no puede mantenerse ni proyectarse sin un crecimiento de la organización y consciencia de clase de las bases trabajadoras. Es decir el despliegue de una articulación de clase requiere que los/as trabajadores/as nos veamos como hermanos de clase. Docentes, desocupados, cooperativistas, estatales, industriales y todos/as quienes nos ganamos el pan sin explotar a nadie, debemos organizar nuestras luchas particulares, así como articularlas tras intereses comunes. Esto es el ABC del socialismo, pero no siempre logramos impulsarlo en concreto.

La etapa actual requiere un proceso de paulatina afinidad y acercamiento en la base como condición para avanzar en la conformación de una fuerza social transformadora. La limitada profundidad del trabajo de base que se viene haciendo y las falencias propias de las fuerzas de izquierda, con su costado competitivo y autorreferencial, dificultan la conformación de esa fuerza social (que supondría una articulación de las luchas por medio del protagonismo de las bases).

Pero en las coyunturas de lucha renace una presión de las bases para articular. Esta presión interpela en primer lugar a las corrientes de izquierda y en particular a quienes tienen responsabilidades de conducción. Es así que todos/as debemos aportar a la unificación de una plataforma común que promueva el triunfo de todas las luchas, en este caso partiendo de los espacios parciales de coordinación ya existentes. Por supuesto, las fuerzas que impulsaron la jornada de lucha del 12 de marzo (la verde como conducción de CTA Micheli y el PO) y el encuentro del 15 de marzo en Atlanta (el Perro Santillán, el Pollo Sobrero y el PTS) tienen la palabra. Los programas de ambas jornadas a grandes rasgos fueron similares, con lo cual es un paso que no debiera demorarse.
Para comenzar a superar estas limitaciones y hacer triunfar nuestras reivindicaciones, la jornada de lucha del 12 de marzo de la CTA-PO y el encuentro del 15 del mismo mes en Atlanta deben unificarse pero no sólo en un mero formalismo. El triunfo estara más cerca en la medida en que la conjunción o sinergia de estas fuerzas se concentre en las bases al menos tanto como en las calles y las plazas.

¿Unificados en las consignas, divididos en la estrategia?
Hay una mayoría del pueblo trabajador que coincide en que la inflación viene creciendo por encima de los salarios hace rato, que el piso debiera ser 9300 de básico y un 40% de aumento, que debe terminarse con todas las formas de precarización del trabajo y de la vida.
Pero a la hora de proponer medidas que lo hagan posible no hay unidad: desde la izquierda hay consenso en reclamar una reforma impositiva estructural progresiva, nacionalización de sectores estratégicos bajo control público como base para incrementar los ingresos y hagan posible la mejora en las condiciones de vida. Es claro que las actuales conducciones de las centrales sindicales pueden adherir de palabra a estas medidas, pero en concreto apoyan políticamente a fuerzas que no piensan llevar eso delante de ninguna manera. Tampoco hay ningún interés de su parte en democratizar los sindicatos (que estos actores manejan a su conveniencia en general).

Lo que hay de fondo al respecto, es el carácter de nuestras actuales conducciones sindicales: si bien tienen diferencias entre ellas, las cinco centrales sindicales son conducidas por fuerzas que apuestan estratégicamente a ocupar un peso importante en la conformación de fuerzas sociales en las que los trabajadores vayan detrás de fracciones de la burguesía, tanto nacional como transnacional. Esto se expresa con claridad en el consenso de estas conducciones con el objetivo de cuidar la rentabilidad y fomentar la competitividad del capital local, como condición para no aumentar el desempleo y no bajar mucho el salario real. En este esquema las burocracias sindicales hacen equilibrio entre la obtención de privilegios para ellos y el conservar su rol de mediadores que promueven la conciliación del capital y el trabajo, tras el fantasma de que de no ser así los capitales se fugarían y los trabajadores quedaríamos en pampa y la vía.
En la medida en que este imaginario juega realmente en la cabeza de muchos/as de nuestros/as compañeros/as de trabajo, la clase sólo puede actuar en unidad tras estas banderas limitadas. Si bien la unidad y la fuerza de masa es clave al luchar, también es cierto que las ideas y las prácticas no cambian sólo por medio de la propaganda socialista, ni sólo por la mera existencia de crisis y ajustes económicos.
De hecho el imaginario de la conciliación de clases se respalda en un fenómeno objetivo de nuestra historia: en varios momentos se dieron alianzas entre obreros y patrones industriales para lograr que el Estado tome parte de la renta de la tierra a la burguesía agraria, redistribuyéndola a la industria. En esta década hubo una enorme renta de la tierra que fue “repartida” desde el sector extractivo y financiero, hasta el subsidio de la industria local. Una industria local que en la medida en que tiene una productividad por debajo de la media mundial obtiene su competitividad de dos fuentes principales: explotación a los trabajadores (bajos salarios, precarización y recalificación de la fuerza de trabajo) y redistribución de la renta de la tierra, en ambos casos vía acción del estado.

En cambio, la perspectiva de los trabajadores necesita otras vías para mostrarse como forjadora del interés general, acaudillando a vastos sectores populares. Debemos mostrar en la práctica que si los/as trabajadores/as avanzamos en la apropiación de nuestras condiciones de producción y de vida, ello redunda en un mejoramiento social general (aunque perjudicial para una minoría capitalista). Para ello debemos ejercer crecientemente el poder, territorio por territorio.
Las luchas parciales son necesarias para avanzar en este proceso, dada la actual desfavorable correlación de fuerzas. Allí debemos evaluar dónde concentrar fuerzas, para ir revirtiéndola. Conquistar términos de unidad en la lucha que abonen a una unidad de clase anticapitalista, requiere del desarrollo de niveles de un protagonismo popular que mientras tanto sólo puede darse parcialmente. Construyamos relaciones solidarias y fraternas desde abajo y confluyamos en la lucha, con la más amplia unidad de acción.
Por eso, apuntemos a avanzar unificando la lucha tras los puntos progresivos más sentidos por los compañeros y tengamos confianza en nuestras fuerzas de clase para ir por más, hacia el plano político general. Sigamos promoviendo la participación protagónica desde las bases.
Aportemos a la construcción de asambleas con debate real entre las distintas posiciones, que se planteen y escuchen todas las posiciones.
Profundicemos la discusión política dentro de los lugares de trabajo y hacia fuera de ellos también. En la lucha docente sigamos fomentando la lucha junto a padres y madres, vecinos, vecinas, otros gremios, organizaciones sociales y políticas.
La Caldera
Organización Política
FB: la caldera org pol


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