sábado, 25 de enero de 2014

III. Legitimamos, mayoritariamente, al capitalismo-imperialismo por creer en la democracia que éste permite.

Se trata, entonces, de generalizar la conciencia sobre
el modelo vigente y sobre la democracia a construir desde abajo.

El modelo es violencia. Violencia de despojo, de desalojo, de avasallamiento de pueblos, grupos e individuos con sus familias. Violencia de sus consecuencias sociales: el hambre, la desnutrición, el envenenamiento, la quita del agua y la energía, las sequías e inundaciones, el desamparo, la represión. En fin, violencia de destrucción de las ecorregiones o sea de las comunidades en interrelación e interacción con la naturaleza que de este modo establecen las condiciones de vida del presente y futuro en esos lugares. Pese a este exterminio masivo y desertificación, las grandes mayorías permanecen pasivas e indiferentes. ¿Por qué? Está el enmarcamiento referencial en el mito de estar bajo el gobierno de los derechos humanos y que adquiere sustancia y dinámica en ideas fuerzas.  Intentemos averiguar cuáles son. (...)
Cuarto: la aprobación del modelo o del crecimiento económico por asociarlo con mejoras familiares e individuales respecto al 2001, también por ver al gobierno CFK en disputa y no como la propia Presidenta explicita: su carácter pro capitalista.
Es desconocer el acaparamiento oligopólico por afianzamiento de la "amplia y difusa trama de relaciones que articula los intereses de funcionarios políticos, burócratas y capitalistas". Desentramparnos nos interpela a:

 

“Cambiar el modelo”

Por Darío Aranda
La Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) es el mayor espacio continental que reúne a campesinos, indígenas y trabajadores del campo. Cada cuatro años la CLOC renueva su Secretaría Operativa. Este año, por primera vez, la conducción quedó bajo responsabilidad de argentinos: Diego Montón y Deo Carrizo, ambos del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI). En el Día Internacional de la Lucha Campesina, Diego Montón repasó las luchas del continente, el papel de las multinacionales y los gobiernos, y los desafíos en la Argentina.
–¿Cuáles son los problemas comunes en la región?
–La agudización del modelo extractivo, de saqueo minero y avance agroindustrial. Con lamentables pérdidas humanas en todo el continente. Se subordina la agricultura a la lógica de las multinacionales. El acaparamiento de tierras, los procesos de reforma agraria frenados, el avance de nuevas semillas transgénicas y el uso de agrotóxicos de manera indiscriminada. Y es cada vez más notoria la pérdida de autoabastecimiento de alimentos. En Brasil y Argentina los asesinatos de campesinos comienzan a ser más frecuentes.
–¿Cuál es la estrategia de la CLOC?
–Articular todas las luchas que ya existen, continentales y locales, fuerte apuesta a la comunicación, desarrollo de la autodeterminación política, apostar a la diversidad continental. También la formación, con escuelas e institutos. Y la articulación con otros movimientos sociales.
–¿Cómo interpretan que sea en este momento político de la región cuando más avanza el modelo extractivo?
–Falta que se consoliden nuevos proyectos de desarrollo. Existe una gran colonización y tiene que ver con la enorme fuerza del capitalismo en el continente. Los gobiernos, en su gran mayoría, no han logrado provocar cambios estructurales en las instituciones, en los Estados, y la dinámica de acumulación del capital les sigue siendo afín. Nuestra estrategia global debe romper esas dinámicas y lograr cambios estructurales. Desde la CLOC planteamos una lucha frontal a la ofensiva de las transnacionales, pero también las alternativas: agroecología, soberanía alimentaria, reforma agraria integral.
–El 17 de abril es el Día Internacional de la Lucha Campesina, en conmemoración del asesinato de 19 campesinos en Brasil. ¿Cómo lo conmemoran?
–Se harán movilizaciones en todo el continente y en todo el mundo, ya que es una jornada de lucha internacional de la Vía Campesina. El MNCI moviliza en diez provincias, con distintos tipos de actos, y también habrá marchas a la Embajada de Paraguay en reclamo por la liberación de los presos políticos de la Masacre de Curuguaty, donde no hay ni policías ni funcionarios imputados, pero sí campesinos presos, incluso una compañera embarazada.
–Hace dos años, un 17 de abril, fue la primera vez que organizaciones campesinas presentaron en el Congreso nacional el proyecto de freno a los desalojos. Tuvo apoyo de muchos sectores, muchos del oficialismo. ¿Por qué no se aprobó?
–En el Parlamento no ha habido convencimiento, probablemente en el Ejecutivo tampoco, porque si no se hubiera aprobado. Pero valoramos el espacio amplio que armó esa ley y que incluso instaló el tema de la tierra en el Parlamento.
–En ningún caso de asesinatos en el campo hubo condena de funcionarios de primera línea. ¿Cómo entienden ese silencio y la alianza del Ejecutivo nacional con gobernadores que ustedes cuestionan en las provincias?
–Tiene que ver con la dinámica de la democracia y la política de hoy. El sistema institucional no se construyó sobre valores éticos que son los que nosotros defendemos. Y cuando se entra en la disputa del poder del Estado hay reglas que no se dicen pero que tienen que ver con esa dinámica de construcción de poder electoral. Con el asesinato de Cristian Ferreyra tuvimos la solidaridad de mucha gente del Gobierno. También es cierto que ni la Presidenta ni ministros se expresaron públicamente sobre el tema. Y tiene que ver con las alianzas electorales.
–En los comunicados del MNCI queda explícita la denuncia a las corporaciones extractivistas. ¿Cuál es la caracterización que hacen del Gobierno?
–Creemos que este gobierno ha sido un avance. La integración latinoamericana, los derechos humanos. Sin embargo, en la política agropecuaria y el uso de bienes naturales el Gobierno está condicionado por los intereses de la coyuntura inmediata y por el desarrollo de planes como el PEA (Plan Estratégico Agroalimentario), donde gran parte de la academia y la ciencia proclaman y difunden las políticas de las transnacionales. Desde el Ministerio de Ciencia se impulsan cada día cosas más aterradoras, la bioexportación, formas de “economía verde” que son mercantilizar la naturaleza en beneficio de las corporaciones. Hay una gran contradicción del Gobierno y esa contradicción comienza a aflorar, dentro y fuera del Gobierno.
–¿Cómo interpretan esa contradicción?
–Es sostenido el aumento del precio de los alimentos y que sólo se resolverá modificando el modelo, con soberanía alimentaria. El rol geopolítico como proveedor de commodities, el uso indiscriminado de agrotóxicos, el desmonte masivo, la expulsión de campesinos, el crecimiento de ciudades superdesequilibradas. Son todos límites que hay que cambiar. Con el modelo extractivo de megaminería y agronegocios no se puede profundizar la democracia.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-218195-2013-04-17.html
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En ese "creemos que este gobierno ha sido un avance. La integración latinoamericana, los derechos humanos"  no sólo se deja de profundizar en que esos cambios son obra-progreso de los pueblos u organizaciones y en que hay conflictos de estos con los gobiernos contra el avasallamiento del extractivismo en el continente sino sobre todo se fragmenta la visión sobre la ocupación integral del capitalismo-imperialismo. En contraste, el Colectivo por la Autonomía, el  Grupo ETC y GRAIN rumbean en el compromiso mayoritario con:
Territorialidad, subsistencia y vida digna 
Este es un documento de contexto para caracterizar los objetivos de una preaudiencia que vinculó, a finales de junio de 2013, en San Isidro Jalisco, México, por lo menos dos de los siete procesos abiertos en México ante el Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) en el Capítulo México. El Capítulo México del TPP busca valorar los efectos nocivos del libre comercio y sus tratados en la desfiguración del sistema jurídico mexicano y la violencia desatada contra los pueblos por el desvío de poder resultante. Esta preaudiencia, titulada justamente Territorialidad, subsistencia y vida digna, intentó caracterizar la violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía, e intentó tender vínculos con la devastación ambiental y las lastimaduras a la vida digna que conlleva atentar contra los territorios y la subsistencia. Con este acercamiento detallado en la territorialidad, intentamos articular los argumentos en torno a la contaminación transgénica del maíz, a los procesos de colisión entre el campo y la ciudad, a los procesos de despojo y envenenamiento con minería, basureros, urbanización salvaje, fragmentación del espacio con carreteras y otras más que permitan sistematizar un panorama fiel de lo que ocurre en este proceso de violencia, y de transgresión de los derechos de la población, recrudecido por los tratados de libre comercio y sus secuelas.  
Intentamos argumentar cómo es que las empresas directamente beneficiadas por actos de gobierno de los Estados, por sus políticas públicas, sus reformas constitucionales y sus legislaciones apalancadas con “tratados de libre comercio y cooperación” (y sus normas, estándares y reglamentaciones), han destruido las condiciones para que la gente gestione su entorno material y subjetivo; para que resuelva la subsistencia mediante sus propios medios individuales y colectivos, con creatividad e ingenio propio. Decimos que esto acarrea una fragmentación comunitaria, la erosión de las relaciones; la invasión, la devastación, el despojo y el acaparamiento de los territorios, la expulsión de personas y su sumisión extrema en trabajos esclavizantes e indignos. Esta destrucción comunitaria y territorial empeora diario. Y quienes pagamos las consecuencias somos quienes históricamente hemos cuidado nuestros lugares. Unos cuantos lucran con el desastre. Mientras más nos afectan, menos podemos cuidar nuestro lugar. Las capas de deterioro se suman hasta que nuestros territorios se ven reducidos a esqueletos informes y se convierten en barriadas inhóspitas de ciudades que crecen. Los procesos industriales que nos enajenan, violentan la escala de los procesos naturales y sociales interviniendo los entornos —de lo más físico y “ambiental” como la deforestación, la perforación, la extracción, la manipulación del suelo y el agua—, hasta los ámbitos más vitales e íntimos de los individuos, incluido el chantaje con programas que nos destruyen aunque siempre nos insistan que son las soluciones únicas a los problemas que nos aquejan. Para mostrar el contexto lo más completo posible, hemos abierto y flexibilizado nuestras definiciones: desde lo más íntimo —como el cuerpo de las madres y sus hijos—, pasando por el ejercicio del espacio público compartido como la movilidad en las urbes, hasta el corazón tangible de comunidades y pueblos en sus espacios vitales donde las claves son la tierra, el agua, el bosque, las semillas, los saberes y el mismo lenguaje. Toda esta destrucción hace imposible resolver por medios propios el sustento y cuidado de la vida individual y colectiva —y su transformación. Leer
Quinto: desconexión del extractivismo (u ocupación territorial de los negociados oligopólicos por sobre la vida y dignidad de los pueblos) de la declinación por el Estado nacional de su soberanía y del entramado del Estado -en todas sus instancias- con el narcotráfico, con la trata de personas, con las redes de prostitución y con los casinos, bingos,... pero también con la especulación financiera e inmobiliaria.
Si bien no se instaló el ALCA, en Argentina rigen 54 tratados bilaterales de inversión, Javier Lewkowicz nos esclarece:
(...)Para incentivar la radicación de capitales extranjeros, en la década del ’90 y principios de los 2000 Argentina firmó 58 TBI con otras naciones (aunque cuatro no entraron en vigencia), lo que representa un record que ostenta junto a España y Suecia. En cambio, Brasil no aprobó ningún TBI y casi todos los países de la región tienen operativos menos de la mitad de los tratados que posee la Argentina. Los TBI tienen una definición de inversión muy amplia, suponen la igualdad de condiciones entre empresas nacionales y extranjeras, excluyen requisitos de desempeño, establecen libertad a la transferencia de fondos al exterior y, en caso de controversias, permiten a las empresas recurrir a tribunales internacionales, como el Ciadi. Así como Argentina está al tope de los países con TBI, según consignan Andrés Asiain y Agustín Crivelli en El capital extranjero en Argentina, también es el país más demandado en el Ciadi, con 49 presentaciones en contra. El organismo “falla sistemáticamente a favor de las empresas”, indican esos especialistas, y es un dispositivo de presión contra el Estado a favor del capital foráneo. (...)

Los Estados pueden denunciar los tratados de inversión e incluso salir del Ciadi. Sin embargo, los acuerdos tienen cláusulas de “ultraactividad” por las cuales la vigencia continúa, una vez que está dado de baja, por diez años. De hecho, Bolivia y Ecuador han denunciado tratados firmados y aun así continúan siendo demandados en el Ciadi. Leer
Tampoco podemos soslayar que los desposeídos (rurales y urbanos) por el extractivismo son criminalizados y sus adolescentes-jóvenes son víctimas del gatillo fácil y de un militarizado régimen carcelario que los sitúa bajo estado de excepción (todavía según Onganía). Leer
Es crucial prever que el capitalismo neodesarrollista progresa a converger con el neoliberalismo de guerra al cual reconoce como democracia en Unasur y Celac. Lo hace mediante un diagrama sociopolítico semejante al de las políticas sociales de compensación (asignación universal, procrear, progresar..).  Ejemplifiquemos el neoliberalismo de guerra en: 

Colombia - Capitalismo criminal y
organización mafiosa de la sociedad.
Por Jairo Estrada Álvarez*
(...)La tendencia histórica de la acumulación capitalista 
Junto con la tendencia a la financiarización del capital, que ha sido señalada en múltiples trabajos como el principal rasgo de la actual fase de la acumulación capitalista, debe señalarse que ésta se caracteriza igualmente por una articulación creciente entre formas legales e ilegales de acumulación; la economía capitalista actual tiene una fuerte presencia criminal. Si bien éste no es un fenómeno nuevo, pues en principio acumulación y crimen van de la mano, es evidente que en el marco de la mundialización capitalista éste ha adquirido nuevas dimensiones. Ideólogos del establecimiento transnacional, como Moisés Naím, señalan incluso que "las actividades delictivas globales están transformando el sistema internacional, invirtiendo las reglas, creando nuevos agentes y reconfigurando el poder en la política y la economía internacionales" [3]. Desde luego que el interés de Naím no se encuentra en develar el carácter consustancial al capitalismo de esas actividades. Su preocupación se encuentra más bien en los impactos sobre la estabilidad de la institucionalidad transnacional de capitalismo. No obstante, la sola constatación del fenómeno resulta importante. 
Los problemas de la acumulación capitalista, notorios en la década de 1970,  fueron resueltos históricamente con el despliegue de nuevas formas de rentabilidad del capital.
Se trató: a) de los procesos de reestructuración económica y productiva para actualizar tecnológicamente el modo de producción;
b) de la activación del potencial especulativo del capital-dinero, en dirección a lo que ha dado en caracterizarse como la financiarización;
c) de la promoción de economías ilegales con altísimas tasas de ganancia (armas, drogas, seres humanos, propiedad intelectual y dinero); y 
d), como un rasgo particular de la nueva fase capitalista, de la fuerte y creciente imbricación entre a) y b) con c), para dar lugar a la irrupción de un nuevo tipo de acumulación, que se muestra como legal, pero se origina en actividades ilegales. 
Esa "zona gris" de la acumulación capitalista actual, constituida sobre "operaciones transnacionales de lavado de dinero" es muy difícil de cuantificar; a lo sumo, se encuentran estimaciones sobre el conjunto de la economía ilegal, que registran una equivalencia con más del 10% del comercio
mundial. La nueva fase capitalista se caracterizará por la importancia creciente de una nueva modalidad de empresas transnacionales: las transnacionales del capitalismo criminal (ETCC). Por otra parte, no cabe la menor duda de que las políticas de liberalización de la economía y de desregulación estatal, propiciadas por el proyecto político-económico neoliberal, se constituyeron en el terreno abonado para el florecimiento sin precedentes de esas transnacionales del capitalismo criminal. (No hay nada que se le parezca más a la especulación financiera que la economía ilegal). Así mismo, las dimensiones culturales del proyecto neoliberal (individualismo, competencia, meritocracia, enriquecimiento extremo, consumo suntuario) alentarían la aparición de nuevas subjetividades en esa misma dirección [4]. Las ETCC se acompañaron del surgimiento de un verdadero sistema de poder trasnacional. Naím lo caracteriza así:  Las redes ilícitas no sólo se hallan estrechamente interrelacionadas con las actividades lícitas del sector privado, sino que se hallan también profundamente implicadas en el sector público y en el sistema político. Y una vez se han extendido a las empresas privadas legales, los partidos políticos, los parlamentos, las administraciones locales, los grupos mediáticos, los tribunales, el ejército y las entidades sin ánimo de lucro, las redes de tráfico llegan a adquirir una poderosa influencia -en algunos países sin parangón- en los asuntos de Estado [5]. Ese sistema de poder asume los rasgos propios de una estructura mafiosa cuando se persigue el doble objetivo de "asumir el control total de un territorio y sustituir la autoridad legal del Estado con la propia autoridad y la propia mediación social. Esto ocurre con la penetración en la política y en las instituciones y, sobre todo, con el ejercicio (…) de la violencia" [6]. Lo que debe quedar claro es que esa estructura mafiosa cumple siempre una función de acumulación. "La mafia, señala Forgione, es siempre una empresa capitalista, con un fuerte factor adicional: la fuerza intimidatoria de la violencia. Pero su esencia es y será la de ser una empresa criminal encaminada a la acumulación de capital" [7]. 
 
La irrupción del paraestado 
Estos referentes de análisis me permiten un acercamiento a la problemática colombiana desde la perspectiva señalada para este ensayo. Nuestro punto de partida consiste en abordar las transformaciones del capitalismo colombiano como parte de las transformaciones mundiales del capitalismo; en aquel se expresan la tendencia general, y también las especificidades propias. En el caso colombiano, la articulación de las formas legales con las formas ilegales de la acumulación capitalista se remonta a la segunda mitad de la década del setenta y se inscribe dentro de la transición del régimen de acumulación basado en la industrialización dirigida por el Estado hacia el régimen actual de financiarización del capital. Sin temor a la exageración, se podría aseverar que esa transición no hubiera sido exitosa sin el surgimiento de un nuevo empresariado vinculado a los circuitos transnacionales de la acumulación: el empresariado de la cocaína [8]. 
 
No es actualmente medible -y probablemente nunca lo será-, la potencia desplegada para la acumulación de capital por la articulación de las formas legales con las formas ilegales. Si bien hay cuantificaciones sobre el tráfico de cocaína, no las hay -con la objetividad requerida- sobre el impacto de sus capitales en el conjunto de la economía. La tecnocracia neoliberal y los voceros oficiales siempre se han empeñado en minimizarla. Pero lo cierto es que la pregonada estabilidad macroeconómica colombiana y la relativa excepcionalidad frente a las profundas crisis económicas latinoamericanas han descansado sobre el colchón de los capitales ilegales; así mismo, la persistente prosperidad de buena parte de los grandes negocios capitalistas privados en el sector financiero y el mercado de capitales, la industria, la construcción, la hotelería, el turismo, el comercio (incluido el de importación y de exportación), los servicios, el entretenimiento, la salud, la educación; también, ciertos "milagros económicos" (transitorios) regionales.  
 
La articulación entre las formas legales con las formas ilegales de la acumulación capitalista contribuyó hacia finales de la década de 1980 a la formación de un nuevo consenso a favor de las (contra) reformas estructurales y de la reestructuración neoliberal del Estado, y produjo una reconfiguración en el bloque dominante de poder, la cual se anunciaba ya desde la década de los setenta con el surgimiento de nuevos "grupos económicos" y la influencia creciente del capital financiero. Sólo que ahora se agregaba una alianza "no santa" -construida a lo largo de la década de los ochenta- entre sectores capitalistas legales con los empresarios de la cocaína. Se fortalecían así los rasgos criminales de la economía.
 
Las estructuras mafiosas habían permeado igualmente las instituciones del Estado (todos los poderes públicos), incluidas las fuerza armadas, los partidos políticos tradicionales y los políticos profesionales, y sectores de la iglesia. Se consolidaba así la estructura mafiosa de la formación socioeconómica. 
 
No es casual que sectores de la intelectualidad de izquierda anunciaran la irrupción del paraestado [9]. Al respecto señalaban Palacio y Rojas en 1989: "(…) el paraestado no sólo tenía una fracción del capital que empezaba a ser predominante, sino que los empresarios de la cocaína, aliados con otras fracciones del capital, empezaron a tener control territorial y bases sociales populares en algunas regiones del país" [10]. Y agregaban: "(…) estamos frente a una especie de "paraestado". Incluye una poderosa fracción capitalista; un aparato represivo militar; gastos en bienestar social; control territorial regional y un restringido pero eficaz apoyo popular" [11]. Empresarios de la cocaína, estructuras mafiosas y paramilitarismo se constituyeron en las formas criminales, en piezas del nuevo rompecabezas de la acumulación de capital en Colombia, basada ahora en la creciente articulación entre sus formas legales y sus formas ilegales.(...) Leer
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Tengamos en cuenta la incompatibilidad del capitalismo hasta con su democracia que prueban nuestros países hermanos ya sometidos al neoliberalismo de guerra. Pero sobre todo consideremos a las leyes antiterroristas que rigen, por el gobierno CFK, también este último las pone en práctica con el Ministerio Nacional de Seguridad a cargo fundamentalmente por Berni y la conciliación con la dictadura genocida mediante Milani designado Jefe de Estado Mayor General del Ejército. Reflexionamos sobre:

"No podemos tolerar que en medio de un proceso de paz, la Marcha Patriótica sea aniquilada, 
 como ocurrió con la UP"

Las FARC denuncian 
el exterminio de los activistas de Marcha Patriótica

http://www.pazfarc-ep.org
El pasado 20 de enero, en rueda de prensa, la ex senadora Piedad Córdoba denunció ante el mundo la noticia del asesinato de 29 activistas del Movimiento político y social MARCHA PATRIÓTICA en dos años de existencia. Y en el mismo evento, uno de los 256 activistas encarcelados, Francisco Tolosa, responsable de relaciones internacionales de esa organización,sin nunca haber empuñado un arma,expresó vía telefónica desde la prisión, que, “estamos presos por hacer política sin armas” y opinó “que no hay democracia real en Colombia sin Marcha Patriótica”.
Hablamos con cierta desazón desde La Habana, donde hemos firmado con el gobierno de Juan Manuel Santos un acuerdo parcial para ampliar la democracia y la participación política en Colombia, porque el hecho denunciado por la dirigente de MARCHA es un mentís a lo convenido, un desconocimiento de los deberes del Estado, y una pésima señal que sigue minando la confianza en la palabra del gobierno.
Lo que denuncia Piedad Córdoba reafirma que durante el gobierno de Santos se desconoce el derecho a la opción política y se sigue exterminando a los activistas políticos, y de organizaciones sociales y populares.
Para que este proceso de paz no termine en una farsa o en una comedia, en sonoridades de palabras vacías sobre expansión de la democracia, es urgente que el gobierno detenga el viacrucis de la Marcha Patriótica.
Los colombianos todos, los que siempre hemos soñado con la solución política al más largo de los conflictos en el hemisferio, con el fin de la confrontación para que tengamos reconciliación nacional, tenemos que defender el proceso de paz y exigir verdaderas garantías políticas y seguridad para los movimientos sociales y políticos del país.
No podemos tolerar que en medio de un proceso de paz, la Marcha Patriótica sea aniquilada de manera sistemática, día a día, como ocurrió con la UP, no solamente de cara al gobierno, sino con su participación solapada, callando frente a los asesinatos, urdiendo el empapelamiento jurídico de los líderes para colocarlos tras las rejas, porque “representan un pensamiento peligroso”, como dice una de las fiscales. Los asesinatos de líderes sociales y populares siempre tuvieron en Colombia un comienzo con la denominada judicialización, pero después terminaron muertos.
Se nos insta permanentemente desde el gobierno a cambiar balas por votos, pero se asesina y se mutila a los campesinos cuando protestan, henchidos de justicia, en las carreteras contra las políticas del Estado que solo favorecen los intereses de las trasnacionales y condenan a las mayorías a vivir como parias con las banderas de la soberanía plegadas, tiradas en el suelo.
Cómo duelen las justificaciones que hacen algunos agentes del Estado para explicar el por qué ocurrió el terrible genocidio de la UP. Jamás aceptaremos la explicación brutal e incivilizada de que aquellas muertes ocurrieron porque no podían permitir impunemente la combinación de las formas de lucha. Pero nosotros afirmamos, que ni Jaime Pardo, ni Bernardo Jaramillo, Ni Leonardo Posada, ni José Antequera, ni Manuel Cépeda, ni los congresistas, ninguno de los miles de mártires de la UP portaba fusiles ni antes ni al momento de ser asesinados.
Cuánta razón asiste al señor Fiscal General de la República, el doctor Eduardo Montealegre, cuando afirma que “el gran desafío del posconflicto va a ser la guerra sucia”.
En Colombia es una necesidad vital desmontar la Doctrina de la Seguridad Nacional, la concepción del enemigo interno y el paramilitarismo, como factores que han acicateado el terrorismo de Estado. El gobierno no solamente debe jurar un “nunca más”, sino desplegar acciones convincentes para frenar operaciones sanguinarias como la del tristemente célebre “Baile Rojo” que exterminó a un movimiento y que ahora pretende aplicarse a la Marcha Patriótica.
¿Dónde está la tolerancia pregonada en el acuerdo parcial para la Participación Política? Hay que dejar a un lado las palabras zalameras y almibaradas sobre la democracia, cuando se tolera el estallido de las balas contra los opositores al régimen, para destruir, de manera calculada, cualquier asomo de construcción de una alternativa política. Hay que comenzar la aplicación, ya, de lo acordado, para que el proceso no sea palabrería vacua. Es un deber del Estado proteger la vida de los ciudadanos y garantizar el derecho a la opción política en Colombia.
DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP

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