domingo, 28 de abril de 2013

Necesitamos quienes nos identificamos con la construcción de cambios emancipatorios del capitalismo, instalar espacios abajo de deliberación sobre significados y sentidos de las izquierdas en la actualidad de Nuestra América y del mundo.


Desentrañando la carnavalización de la política


Por Jorge Lora Cam (Rebelión)
El Estado Plurinacional, la economía comunitaria, el buen vivir, la soberanía, los derechos de la naturaleza, entre otros prometedores conceptos, han quedado en calidad de retórica, de señuelos, de cebos para el marketing político. Cosmovisiones y pensamiento alternativo están en el tacho de la basura. Y como dice el ex presidente Meza los indígenas aun son los verdaderos parias del sistema. Los gobiernos andinos optan por un pragmatismo centrado en mantener el crecimiento y asegurar la reelección. Y eso significa consolidar el neoliberalismo y la política imperial de saqueo. La construcción de los supuestos objetivos estratégicos de los procesos boliviano y ecuatoriano han sido envilecidos, tal como los liberales hicieron con la democracia y la república.

Tratándose de gobiernos “democráticamente electos”, la explicación de los proyectos o de las transformaciones van mas allá de la simple critica de la depredación de los recursos naturales y su explotación irracional o las políticas desarrollistas. Estos argumentos no sirvieron a la izquierda ecuatoriana para constituirse en alternativa. Y el Estado plurinacional, el indianismo, el anticolonialismo junto a los movimientos sociales quedaron otra vez como potencialidades políticamente marginales. Morales, Correa o Humala son el rostro de la nueva mayoría geopolítica. Mestizos y cholos ocultando su indianidad, ocupan nuevos espacios sin desplazar a la vieja o nueva oligarquía neolberal. Mientras que en México o Guatemala las cosas son mas difíciles de explicar. Hay cambios en la América mestizo indígena que requieren mayor análisis: la reelección de Correa en Ecuador y la vuelta del PRI en México, el fujimontesinismo militar de Humala y la vuelta democrática de los genocidas militares de Guatemala, la amenaza reelectoral en Bolivia.
Acaso ¿será que allí los ladinos o mestizos –virtual mayoría cultural- ya llegaron a ser parte del poder?, ¿o posiblemente la llegada al Gobierno de estos personajes no deba interpretarse como una aspiración socialista, sino como la momentánea respuesta indígena y de los movimientos sociales a las ortodoxas políticas de la derecha en esos países? O quizás debamos comprender más las migraciones, las lógicas urbanas, las expectativas de las clases intermedias, las aspiraciones mestizas y cómo las estructuras y mentalidad coloniales afectaron irreversiblemente a los pueblos y los territorios indígenas para captar el proceso. En este artículo solamente analizaremos el caso boliviano.

Lo cierto es que las políticas conservadoras de estos gobiernos han asumido la función de consolidar parcialmente un Estado nacional y por lo demás se han convertido en mera gestión neoliberal, donde el Estado no es más que el sostén del interés privado; demuestran además que no es difícil gobernar si continúan con las tradiciones de la cultura política criolla y utilizando las viejas y nuevas formas de explotación y dominación neoliberales, con sus argucias jurídicas y el indispensable control de los medios. Nos muestran que la mejor política estabilizadora es continuar con el extractivismo y construyendo un Estado punitivo en favor de los sujetos empresariales, destruyendo a la oposición mediante la abolición del Estado de su propio derecho, la judicialización de la política, la imposición jurídica, la criminalización de la protesta, el envilecimiento de las relaciones sociales, o las alianzas políticas que antes pudieron parecer antinatura. 

La gobernanza criolla se convierte en una teatralización mestiza aparentemente esquizoide que los obliga a buscar mascaras, disfraces, caretas, símbolos y discursos que ocultan lo que realmente hacen y los ancestrales resentimientos. Los conflictos sociales se traducen en grupos de comparsas que hasta ayer se peleaban entre si, para después hacer de ello una farsa. Es la carnavalización tenebrosa de la política. La tragedia de un día al otro se convierte en sainete. Esta es una esfera que no logra ver Armando Bartra. [1]

Pareciera que se vive un periodo de catarsis étnica en la que se invierten algunas costumbres, se parodian valores y políticas desde una nueva burocracia en el poder que juega en favor de recomponer las cohortes burguesas en una nueva comparsa lumpenburguesa que acompañará a la vieja en los próximos años. Esta situación es presentada como el gran cambio, la llegada de los indígenas al poder. Lo que no significa que todos sean iguales, hay luchadores que han sido burocratizados pero mantienen dignidad y conciencia. Y muchos otros que continuarán la lucha descolonizadora.

Después de 7 años, llegamos a pensar que los slogans socializantes que antes mencionábamos son más obra de algunos intelectuales orgánicos y las Constituciones fruto de la correlación de fuerzas entre proyectos y los sujetos confrontados, que el fácil argumento de que son mero resultado de las luchas y movimientos socializantes. Ocurre que la política –como la sociedad toda- también se carnavaliza y las máscaras perpetúan los rostros de los muertos (Paz Estensoro, Patiño, UDP, UCS, CONDEPA y ante las crisis de legitimidad resucitan a Mesa o Paz Zamora). Lugares de neoliberales oligárquicos ahora también están ocupados por la burguesía plebeya, los programas de aquellos ahora son de la burguesía mestiza y su gobierno. Se vienen configurando estados tan punitivos, centralistas y autoritarios, como ocurrió con los regímenes abiertamente oligárquicos. 

Son los Estados ladinos, mestizos, acriollados, cholos cuyo programa oculto es el enriquecimientos individual y grupal. Los otros proyectos, aunque reducen la pobreza, son básicamente electoralistas. En Bolivia las nuevas expectativas se corporizan en las pegas, las bandas estatales de extorsionadores, en las burocracias y policías coimeadoras, los cocaleros y narcotraficantes, los comerciantes y contrabandistas, los transportistas y concesionarios de trasnacionales, las cooperativas de ahorro que se quedan con los depósitos, las grandes cooperativas de servicios donde las decenas de altos funcionarios ganan 10 mil dólares, líneas aéreas que cierran sin devolver los boletos comprados, etc. Que se suman a las oligarquías y lumpenburguesías acostumbradas al subsidio estatal. [2] 

Cuando se naturaliza la muerte y los crímenes políticos se hacen reiterativos, cuando la corrupción anda suelta en todos los ámbitos sociales, cuando los indígenas viven amenazados y coartados en sus libertades, cuando se dividen las organizaciones populares, cuando los funcionarios honestos son separados y los corruptos defendidos, cuando el abuso de las instituciones judiciales son parte de la cotidianidad, cuando sólo se aprueban normas para beneficiar a algunos y perjudicar a enemigos políticos y la justicia se convierte en la principal fuente de corrupción, cuando el cinismo y falta de pudor de los altos funcionarios se naturaliza, cuando generales y tribunos judiciales se coluden para abusar de la sociedad, cuando mallqus son descubiertos como narcotraficantes, o cuando se detienen a congresistas violadores y principalmente cuando ya nos les interesa el programa de destruir las bases del capitalismo colonial, la vida social se convierte en una tramoya y las máscaras se hacen necesarias mientras la indignación y el desaliento crecen entre los socialistas.

En estos países, quizás en todos, la estabilidad económica y política es fundamental y deriva en una defensa de las bases que sustentan al Estado neoliberal. Estando claro que por ahora no es posible destruir al Estado, pudo construirse un Estado republicano y democrático, anticolonial, y comunitarista, y eso no ha ocurrido. Las trasnacionales y los principales grupos de poder se benefician de esta necesidad de estabilizar al Estado. En Santa Cruz, los grupos de poder de los productores, industriales, comerciantes y terratenientes que sostenían la actividad política opositora, ahora son los principales aliados del Gobierno; han pactado, unos abandonando su proyecto y otros anteponiendo sus intereses corporativos y empresariales a la opción política. Se trata de una alianza pragmática, que ha optado por escenarios de negociación y acercamiento en cumbres, reuniones sectoriales, y los correspondientes decretos gubernamentales que les favorecen; una coexistencia pacífica. 

Aliados con la derecha política en las elecciones en el Beni y en otros lugares, ante la crisis de legitimidad creada por el escándalo de las extorsiones, que comprometen a la más alta dirección política estatal, buscan apoyo en la derecha política.

La pretensión de salir de la dependencia colonial por medio de más extractivismo no tiene posibilidades de concretarse. Se genera una situación donde la transición prometida se vuelve imposible, por las consecuencias que traería el abandonar el extractivismo en varios planos, desde las económicas a las políticas. Aunque por otro lado, el uso de instrumentos de redistribución económica tiene alcances limitados, como demuestra la repetición de movilizaciones sociales. Pero además es costoso y por ello vuelve a los gobiernos todavía más necesitados de nuevos proyectos extractivistas. Además de que en lo inmediato la economía es afectada por la inflación, el desplazamiento de la industria local o la sobrevaloración de las monedas nacionales.

De lo que se trata es de simular la política en su sentido más negativo. Así como el 2003-2005 el reto era sacar al carnaval del espectáculo, empleando su potencialidad para subvertir el orden opresivo, ahora es a la inversa, las máscaras y bailes son para ocultar las nuevas alianzas con los poderosos. Al inicio fueron momentos en los que los movimientos societales fueron tocados por la utopía viviente, los movimientos sociales dejaron de ser por un tiempo las insignificantes, opacas, y tediosas convergencias circunstanciales de movimientos, para convertirse en vanguardia del cambio.

Hoy, el fingimiento de un poder indígena esconde la sumisión de algunos movimientos, es el rasgo que acompaña al clientelismo y al corporativismo patriarcal. Renace el pongueaje de los sindicatos campesinos junto al clientelismo, la manipulación, la imposición y la corrupción. En este nuevo escenario, una parte de los movimientos y de los intelectuales críticos ha perdido su autonomía política e ideológica. Campesinos altoandinos se confrontan con los indígenas amazónicos, de los 5 grandes movimientos quedan 3 emparentados entre ellos, apoyando al Gobierno, la CSUTCB, Bartolina Sisa y los colonos cocaleros. Los indígenas de la CIDOB y de la CONAMAQ han roto con el nuevo poder mestizo quechuaymara. Al apostar por la reconducción como atajo ante el cúmulo de dificultades en territorios en disputa, los antiguos referentes se convirtieron en administradores estatales de la situación de los pobres. En el mejor de los casos, buscan amortiguar los efectos del modelo, pero en todos los casos lo hacen sin cuestionarlo, porque ya se integraron en el mismo.

De acuerdo con Prada Alcoreza, quien realistamente aspira a un cambio de rumbo del Gobierno progresista, no existe más el Estado plurinacional, se impone el Estado-nación en todo el país, “que rechaza violentamente la libre determinación de los pueblos indígenas, subsume la consulta con consentimiento libre, previa e informada de los mismos a la consulta pública, subordina el cumplimiento del derecho a la consulta a la ley ordinaria, evapora los territorios indígenas estatalizándolos en el espacio homogéneo del Estado han desaparecido la libre determinación, la autonomía y el autogobierno de los pueblos indígenas, definidos en la Constitución”, y así pretende hacer desaparecer a los pueblos indígenas. “El recurso político, económico, social y cultural que se activa es el nuevo etnocidio, con máscara indígena e impostura popular.” [3]

En una burla despiadada, el Gobierno garantiza la ejecución y continuidad de las actividades hidrocarburíferas y mineras por su carácter estratégico y de interés público para el desarrollo nacional. Postergando al último rincón a los pueblos indígenas. Diseña instrumentos de defensa de los intereses de los explotadores, para legitimar estas formas de explotación, presentándola como si beneficiase a los pueblos.

En torno al Tipnis chocaron los argumentos de una supuesta geopolítica interna –expuestos por el vicepresidente Álvaro García Linera –con las visiones ecoindigenistas de quienes quieren evitar que una ruta parta en dos esa aislada región de Bolivia, declarada parque nacional en los años 60 y territorio indígena en los 90. La reciente consulta a los indígenas no resolvió el conflicto. 
Las redes estatales de extorsión (…) Leer


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